Rogelio López Cuenca: “El mito del artista genial no existe. No hay ninguna profesión cultural que no sea colectiva”
Recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas 40 años después de ser vetado en la Expo de Sevilla de 1992
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En los años ochenta, Rogelio López Cuenca comenzó su producción artística en la calle trabajando con la poesía y las artes visuales, entendiendo la creación como una manifestación colectiva y libre. Sin embargo, durante la Expo de Sevilla de 1992, una serie de piezas que le habían sido encargadas para situarse en la calle fueron retiradas de la vía pública con vagas explicaciones. «Ese momento fue el encontronazo con la existencia de la censura, que pensaba que no existía. Se camufló con motivos de índole técnica, pero supuso la constatación de que el mito de la calle como un espacio de libertad, en realidad está tan sometido al control igual o más que un museo», explica a este periódico el artista sobre uno de los episodios clave de su carrera artística, hace ahora exactamente cuatro décadas, cuando acaba de recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas que entrega el Ministerio de Cultura.
En el fallo del jurado se reconoce su trayectoria como «imprescindible para hilar la historia crítica del arte español desde la década de 1980 hasta el presente». El premio, dotado con 30.000 euros, destaca una obra «que parte del compromiso con el tiempo histórico y con el territorio que le ha tocado vivir».
Premio «colectivo»
Para López Cuenca, «es el reconocimiento de un conjunto de prácticas artísticas de las que no soy el único exponente y que se caracterizaría por entender el arte no como un ámbito de espectáculo de consumo o de exhibición del virtuosismo de los creadores, sino como un territorio de experimentación y de producción de conocimiento». Cuenca asegura, por tanto, que se trata de un galardón colectivo: «Entiendo que sí. Uno pertenece a toda una generación y, dentro de ella, a una red que se ha ido construyendo. Que uno no está solo. Ese mito tan querido del artista genial no existe. Uno está arraigado en su tiempo y en el territorio en el que te mueves. No hay ninguna profesión cultural que no sea colectiva». En ese contexto, los premios individuales son, para el artista, la representación del modelo del arte. «Es un sistema que funciona según el esquema del estrellato. Una pirámide en cuya cumbre hay un superhéroe que en realidad está viviendo a costa de la precariedad de la generalidad de los trabajadores del sector, a los cuales se les explota con la fantasía de que algún día llegarán a esa cumbre. Los premios forman parte de ese esquema», afirma el creador. Estos galardones son, pues, una ilusión: «Crean la fantasía de que el reconocimiento público tiene una traducción en tu situación económica, social o laboral, y puede no ser así en absoluto. Pero para el sistema es más sencillo regular la precariedad con gestos espectaculares y cíclicos de reconocimiento singular a un personaje o individuo». En todo caso, López Cuenca no lo recibe con sentimiento de culpa: «En absoluto. Cuando, a veces, se ha dado la circunstancia de que alguien lo rechaza, yo siempre he pensado que ya me gustaría no solo no rechazarlo, sino tener la oportunidad siquiera. Es muy excepcional que alguien se lo pueda permitir».