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Alba López Santos: el poder curativo del hierro y el óxido

La artista alcarreña inaugura “Herrumbre/Tiempo” en el Centro San José de Guadalajara, una exposición que reflexiona sobre la contaminación ambiental y la impermanencia como camino
La artista Alba López Santos presenta "Herrumbre/Tiempo"
La artista Alba López Santos presenta "Herrumbre/Tiempo"Miguel Ángel García

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La única verdad en el universo es que todo cambia, nada permanece. Esa noción budista es la materia prima creativa con la que la artista Alba López Santos se enfrenta al mundo y que forma parte de la esencia de “Herrumbre/Tiempo”, la exposición que acaba de inaugurar en el Centro San José de Guadalajara. “Todas mis obras siguen su curso, su camino... yo tampoco debo imponerle dirección -dice a este periódico-. Disfruto del momento de creación, el aquí y el ahora, pero todo lo demás es efímero”, asegura la artista alcarreña, cuya intensa peripecia vital, marcada por la infancia y sus viajes por Asia, definen su obra. Dice el budismo también que en el aquí en el ahora no cabe el sufrimiento. Pero qué difícil es vivir en el aquí y en el ahora cuando una ha vivido tantas cosas... Quizá el arte nos enseñe a hacerlo.
López Santos ama la naturaleza desde niña. Con apenas 6 años empieza a asistir a talleres creativos y toma contacto con las artes plásticas. Asiste a clases en las que siempre es la más pequeña y empieza a amar las técnicas de expresión, la pintura, las manualidades. Son clases que sirven de válvula de escape, porque sufre acoso escolar. “Tuve una infancia relativamente tranquila, yo era la típica niña buena que no podía salirse de la norma, buenas formas, educada y callada. Pero sufrí ''bullying'' desde muy pequeña por parte de otras niñas, aunque nunca dije nada. No quería dar ningún problema”, cuenta la artista. Los problemas, claro, los padeció ella. Con 15 años fue ingresada en el Hospital Niño Jesús de Madrid debido a un cuadro de anorexia nerviosa (enfermedad con la que lidia todavía) y decidió abandonar el colegio para cursar el Bachillerato Artístico en la Escuela de Arte de Guadalajara. “Fue una experiencia increíble. La gente y la educación que recibí fue fantástica. Tuve grandes maestros como Elena de la Cruz y aprendí nuevas técnicas. Después de eso, me matriculé en Bellas Artes de la Universidad Complutense, donde me licencié en 2013 con especialidad en Conservación y Restauración de Obras de Arte”, explica.
Allí, las enseñanzas de Jesús Rodríguez Sánchez provocan un primer despertar. "Me abrió los ojos. Antes de esto yo nunca había entendido el arte abstracto, pero investigué y estudié con detenimiento todas las vanguardias”, de donde proceden los referentes estéticos de la artista alcarreña: “La pintura de posguerra e informalismo, expresionismo abstracto, arte matérico y el ''arte povera'' son mis referentes. Karel Appel, Jean Dubuffet, Antonio Tàpies, Joseph Beuys, Alberto Burri, Jackson Pollock, Mondrian....”, enumera López Santos. De ellos aprendió el camino de la investigación y la exploración de los materiales y sus propiedades, la alquimia de los objetos materiales. Sin embargo, hacían falta nueva iluminaciones para avanzar en el camino de esta artista.
La artista Alba López Santos
La artista Alba López SantosGuille Ronda Ramón
Marcada por su experiencia personal, trabajó en el Instituto Arturo Soria de Madrid, donde impartió clases de expresión artística a adolescentes en riesgo de exclusión social y con alto índice de abandono escolar. Adolescentes con núcleos familiares rotos o desestructurados. Padres ingresados en prisión, relacionados con la prostitución, drogas, maltrato... muchos de ellos “con un mundo interior confuso que me enseñó la belleza de la confianza”. También creó el colectivo “Papel en blanco” que visitaba el Centro Penitenciario IV de Navalcarnero, donde el poder del arte inspiraba a un grupo “de personas mágicas e historias complejas”, como ella misma los define.
Sin embargo, todavía estaba por vivir las experiencias más poderosas de su vida. Viajó a Samrit, una pequeña aldea de Tailandia, donde, como cuenta, aprendió “una nueva forma de vida. Desperté en el budismo, la cultura y costumbres renovaron mi existencia. Experimenté un estallido de amor, caridad y humanidad”. Aprendió un poco de tailandés, algo más de su cocina e infinitamente de su filosofía de vida. Tan hondo había calado en su interior esa luz de Asia que, al regresar a España ya estaba pensando en regresar. De sus viajes por el continente fueron naciendo diferentes proyectos artísticos, como el que alumbró tras su visita al gran vertedero tecnológico de Guiyu, en China. “Casi no lo cuento por un encuentro con la mafia china”, recuerda con alivio. Para Alba López, amante de la naturaleza e hija de un destacado naturalista, el director del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Guadalajara Fernando López Herencia, las montañas de basura duelen. Y López Santos vio muchas, en Tailandia, “su casa”, sin ir más lejos. “El turismo masivo está destruyendo aquel paisaje, su cultura y costumbres. Fiestas, basura, corrupción, drogas, prostitución...”, enumera. También en GeorgeTown, Malasia, donde los antiguos embarcaderos albergan a familias que malviven entre escombros, basura y precariedad. “En Yakarta, me dirigí a otra de las grandes realidades de nuestro tiempo. A unos kilómetros de la capital, Bekasi alberga uno de los mayores vertederos del mundo, el de Bantar Gebang, donde viven cerca de 20.000 personas. Lo que a finales de los años 80 eran tierras de cultivo de palma aceitera y arrozales, hoy lo cubren montañas y montañas de basura. Allí llegan día tras día más de 7.000 toneladas de desechos”, cuenta la artista.
Cuando los budistas se refieren al cambio, no hablan de este tipo de realidades que los hombres, en su ignorancia o avaricia, provocan. “He observado el cambio constante donde los artificial poco a poco iba sustituyendo a lo natural. La tierra moría con el crecimiento de la población humana, que ha inundado el planeta de residuos contaminantes, tóxicos perjudiciales”, cuenta. Sin embargo, ese constante usar y tirar sirve a la artista para su trabajo. Transformando, de nuevo, los materiales en otra cosa con la certeza, ahora sí bien aplicada, de que nada perdura. Viejas puertas o piezas de motor de coche. Alambres, tornillos, muelles, pantallas que pasan a ser parte de una obra, la de López Santos, que se pregunta cómo fueron, cómo son y cómo serán las cosas. Una reflexión que está muy presente en “Herrumbre”, como un espejo de nuestro entorno, un trabajo con el que puede curarse ella misma y sanar, también, al planeta.
Con la investigación siempre presente (“tengo mi propia agua de óxido, la cual en el mismo cubo desde 2014 va macerándose y transformándose con el tiempo”, explica), la artista somete a los materiales a temperaturas extremas, reacciones químicas, y a la propia contaminación ambiental que sufrimos nosotros, para que las piezas vuelvan a ser nuestro espejo. “Yo solo soy el medio para que cobren vida, una vida propia. En constante cambio, fluye por si sólo”, señala. Todo es efímero, como este momento. Por eso, como dicen, en el aquí el ahora no hay sufrimiento.