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Subasta

Maurizio Cattelan y el váter de oro que vale lo que cuesta: 10 millones de dólares

'America', el nombre de la obra de Maurizio Cattelan, saldrá a subasta por Sotheby's el próximo 18 de noviembre

Un distinguido inodoro
El distinguido inodoro de CattelanLa RazónLa Razón

“America” es el título con el que el inabarcable Maurizio Cattelan bautizó su inodoro de 100 kilogramos de oro de 18 quilates, que el próximo 18 de noviembre será subastado por Sotheby’s con un precio de salida de 10 millones de dólares. Lo interesante de esta operación es que la cifra de partida de la subasta ha sido determinada por el valor actual del oro, por cuanto nos encontramos con un caso insólito en la historia del mercado del arte: una obra se vende por el coste de su material.

Para comprender lo excepcional de este hecho e intentar descubrir qué es lo que se esconde detrás de él, conviene realizar una diferenciación entre los dos conceptos básicos que interactúan para otorgar un valor final a una obra artística: de un lado, el “valor material”, y, de otro, el “valor simbólico”. El primero de ellos se refiere al valor que un objeto de arte posee en función de los materiales empleados en su producción; el segundo alude al precio de mercado que este mismo objeto alcanza en función del prestigio del artista y de la “biografía” de la obra. Como es dable inferir, lo usual es que el desequilibrio existente entre el “valor material” y el “valor simbólico” sea notable y difícil de explicar. Como ejemplo destacado, recuérdese la compra que la familia real de Qatar realizó, en 2012, de un cuadro como “Los jugadores de cartas” (1893), de Cezanne, por 250 millones de dólares. El costo de los óleos, el lienzo y el bastidor empleados por el artista no ascendieron más allá de unos cuantos francos; sin embargo, el desproporcionado valor simbólico de la obra la condujo a batir récords.

La "importancia" del valor material

¿Qué es lo que pasa cuando -como el caso del urinario de Cattelan- el “valor material” de la obra es tan elevado? Un ejemplo relativamente reciente nos puede dar una pista: en 2007, Damien Hirst recubrió el cráneo de un marinero portugués del siglo XVIII con 8.501 diamantes. La obra -titulada “Por al amor de Dios”- tuvo un costo de producción de 14 millones de libras y un precio de venta final de 50 millones de libras. Comparado con el ejemplo proporcionado por Cezanne, la capacidad que tuvo la pieza de Hirst para que su “valor simbólico” multiplicara su “valor material” fue mucho menor que la de un lienzo para alcanzar los 250 millones de dólares. De lo que se deduce que cuanto mayor es el costo de producción de una obra, menor capacidad tiene para crecer simbólicamente.

¿Qué puede suceder, por tanto, con una pieza como “America”, de Cattelan, cuyo “valor material” asciende a 10 millones de dólares? Es cierto que la “biografía” de esta pieza está salpicada de controversias: el referente ineludible del urinario duchampiano; las 100.000 personas que hicieron cola en el Guggenheim de Nueva York para hacer sus necesidades en ella; la negativa a que Trump la alojase en la Casa Blanca, el episodio reciente del plátano adherido con cinta a la pared del mismo autor... De Cattelan se puede esperar todo en el actual mercado del arte -le ha tomado el relevo a Hirst como “canalla” preferido por las élites-. Pero ¿conseguirá superar el lastre que supone un “valor material” tan elevado y que el “valor simbólico” de su urinario multiplique por diez, veinte o treinta el ya obsceno precio de salida?