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Notre Dame, el ave fénix del gótico

Cinco años después del incendio que desdibujó la silueta parisina, este icono artístico vuelve a la vida gracias a la labor de 2.000 trabajadores y 700 millones de euros

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Ni las más altas llamas pueden acabar con la fuerza del conocimiento. Escribía Victor Hugo que la arquitectura es el inmenso libro de la humanidad. Gran parte del pasado que conocemos es gracias al arte. Y ni el fuego más vivo, ni las cenizas más oscuras, pueden apagar la luz del gótico. Cinco años han bastado para que las gárgolas vuelvan a vigilar París desde las alturas. Quedó grabada en la retina europea aquella fatídica tarde del 15 de abril de 2019: un incendio devoraba la techumbre de Notre Dame ante la impotente mirada de turistas, parisinos y amantes del arte. La icónica aguja caía en una apocalíptica escena que parecía acabar para siempre con la cuna universal del arte medieval. Pero, de nuevo, ni el más feroz desastre es más poderoso que la resistencia de la creación y de la cultura.

El pasado 8 de diciembre la catedral parisina volvía a abrir sus puertas. Se celebró para ello una ceremonia a su altura: miles de personas acudieron a festejar este resurgimiento de las cenizas, desde los propios bomberos que lucharon contra las llamas hasta los mandatarios de diversos países, con la sonada ausencia de representación de España. La imagen del arzobispo de París, Laurent Ulrich, golpeando con su báculo tres veces las puertas del templo se consideró como un instante histórico. Así como, si bien los expertos explicaban el incendio como un ejemplo de la decadencia humana y europea, esta vuelta a la vida demostró que siempre hay espacio para la esperanza. Pero esto no es producto del propio esplendor al que Victor Hugo sometió a la catedral en su literatura, sino que ha sido capaz de resurgir de las cenizas cual ave fénix gracias al esfuerzo de cientos de trabajadores.

No eran pocos los expertos que calculaban unos 15 o 20 años para la reedificación de Notre Dame. Pero ciertos aspectos sirvieron de base para realizarlo en tiempo récord: tanto la convicción de Emmanuel Macron de pasar a la historia con tal hazaña en su periodo como presidente, como las cuantiosas donaciones que se invirtieron desde todas las partes del mundo –la reconstrucción ha costado unos 700 millones de euros. Un mastodóntico proyecto repleto de riesgos: se temía ese primer paso en el que se debía estabilizar la estructura dañada; ¿y quién iba a encargarse de volver a perfilar sus bóvedas de crucería? A través de manos especialistas, sumo cuidado y avanzadas tecnologías, finalmente se ha logrado recolocar la silueta de la aguja en el horizonte parisino.

Fue el condecorado general francés Jean-Louis Georgelin el encargado de dirigir la recuperación del templo gótico. Pero su fallecimiento mientras excursionaba en los Pirineos, en plena recta final de la recuperación del templo, provocó que el proyecto pasara a manos de Philippe Jost, un ingeniero cuya carrera había transcurrido en el Ministerio de Defensa. Se puso al frente de una labor que efectuaron más de 2.000 trabajadores, mientras que la evocadora reconstrucción de la emblemática aguja fue diseñada por Eugène Viollet-le-Duc. Piedra a piedra, se ha podido rescatar la esencia de la cuna del gótico, que históricamente se ha concebido no sólo como icono del arte, sino también como símbolo imponente del poder político, religioso y monárquico. Fue en Notre Dame donde se puso en custodia la corona de espinas de Jesucristo, y también donde se coronó a Enrique VI de Inglaterra o se casó Felipe II. Fue esta catedral el blanco de la ira de los revolucionarios en 1789 y escenario de las ambiciosas ideas de Napoleón. Ahora, la luz atraviesa otra vez sus vidrieras, volviendo el arte a esperar poderoso al próximo reto que le imponga el tiempo.