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Estreno

Crítica de “Delante de ti”: Cézanne y lo sublime ★★★★

Un fotograma de "Delante de ti" ImdbImdb

Dirección y guion: Hong Sang-soo. Intérpretes: Lee Hye-yeong, Yunhee Cho, Hae-hyo Kwon. Corea del Sur, 2021. Duración: 85 minutos. Drama.

Es fácil entender por qué Cézanne es uno de los pintores favoritos de Hong Sang-soo. Para el artista francés, como para el director coreano, la representación de la realidad es una operación de síntesis entre la copia y la abstracción, entre lo figurativo y lo geométrico. Formas simples revelan su esencia a partir de la intensidad del color, y así se produce una transfiguración de lo real que está más allá de lo real mismo. Muchas de las películas de Hong Sang-soo son sutilmente oníricas, como los cuadros de Cézanne. A veces de forma explícita, un corte brusco de montaje nos sitúa en un sueño que no sabemos que soñamos. En otras ocasiones, un personaje se duerme o se despierta, abriendo ante nosotros un territorio narrativo de seductora ambigüedad.

Algo de eso hay en “Delante de ti”, pero la novedad más llamativa son sus colores digitales: brillantes y saturados, apuntan hacia ese “real irreal” que transforma un relato objetivo, en apariencia naturalista, en uno subjetivo. Esos colores nos avisan de que los ojos de una actriz retirada, que vuelve a Corea para visitar a su hermana y tener una cita de trabajo con un director de cine que la quiere rescatar del olvido, miran el mundo de otra manera, como a través de una bombilla que sube la intensidad de la luz antes de dejarnos a oscuras.

Así las cosas, fumar un cigarrillo o mancharse una blusa durante la comida adquiere un significado más allá de los actos en sí. Sometido a una linealidad sin aparentes sobresaltos, sin elipsis misteriosas, a veces el relato de “Delante de ti” es invadido por las reflexiones poéticas de Sangok (espléndida Lee Hyeyoung). Los seguidores de la prolífica obra del autor de “Ahora sí, antes no” pueden detectar en esas diferencias un cambio de rumbo; diferencias que están preparando al espectador para un ‘tour de force’ filmado en plano secuencia y cámara estática. En esa escena, como siempre situada en un restaurante e impregnada de alcohol, se produce una confesión -o, mejor dicho, una revelación, porque destapa lo que la ligereza de tono oculta- sin trampa ni cartón, a corazón abierto, que le da una insólita profundidad a lo que parecía una serie de encuentros banales. Tal vez lo que quería demostrar Hong Sang-soo es que no hay nada más banal que nuestro sentimiento de finitud, y que pintarlo como Cézanne es lo que lo hace sublime.

Lo mejor

Comprobar que, como Ozu, Hong Sang-soo siempre consigue que la misma película sea distinta.

Lo peor

Su lineal simplicidad puede camuflar el mar de fondo del relato

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