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cine
Creer o no creer (en Hugh Grant)
'Heretic' funciona como un 'showcase' para un Hugh Grant que cambia radicalmente de registro al que nos tiene acostumbrados

En uno de sus tortuosos, agotadores monólogos, el señor Reed (Hugh Grant) debate consigo mismo sobre la iteración como proceso que hermana a todas las religiones, demostrando que todas, aunque defiendan principios en conflicto, son idénticas. Para ello, utiliza ejemplos tan aparentemente dispares como el Monopoly o una canción de The Hollies -que denunciaron por plagio a Radio Head, que denunciaron por plagio a Lana del Rey-, en una cadena de argumentaciones tan retorcida como simple es lo que quiere demostrar: que la religión verdadera no tiene nada que ver con Dios, que el secreto está en el control de la fe.
Es en verdad original organizar una película de terror alrededor de un ateo que quiere castigar la convicción de los que creen, aunque, desde un punto de vista ideológico, podría pensarse que “Heretic” está financiada por la iglesia mormona para avisarnos de los peligros de malgastar la fe en asuntos diabólicos.
Tampoco hay que buscarle tres pies al gato: obra de cámara que oscila entre el juego del gato y el ratón de “La huella” y el horror de interiores de “Barbarian”, con un espacio que se abre hacia las profundidades del averno a medida que el relato se abisma, “Heretic” funciona como un ‘showcase’ para un Hugh Grant que cambia radicalmente de registro al que nos tiene acostumbrados. O no tanto: Scott Beck y Bryan Wood han visto en su sardónica sonrisa esa villanía inteligente, oblicua, que escondía, atolondrado, en decenas de comedias románticas.
Tal vez no cuele viviendo a los pies de las montañas de Colorado, es demasiado británico para eso, pero es totalmente creíble ofreciéndoles a dos chicas mormonas una tarta de arándanos que es un caramelo envenenado.
Lo mejor: El recital de Hugh Grant, al que se le da la oportunidad de poner en práctica una ironía siniestra presente en algunos de sus papeles de galán.
Lo peor: Puede ser interpretada como un feroz alegato contra el ateísmo, un cuento católico.
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