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Cuando una mujer quiere el mando

Tonie Marshall retrata el duro ascenso de una ejecutiva en un mundo masculino.

Cuando una mujer quiere el mando
Cuando una mujer quiere el mandolarazon

Tonie Marshall retrata el duro ascenso de una ejecutiva en un mundo masculino.

Somos más «feministas» que nuestros abuelos, de acuerdo. Pero no tanto como pensamos. A poco que se rasque, se descubre que la paridad es una cosa de cara a la galería, para los eslóganes. «Se supone que la sociedad es más abierta, aunque si miras atentamente el estado de las cosas, no es cierto. Las conexiones masculinas siguen siendo muy fuertes. Ahora en España, por ejemplo, el Gobierno acaba de nombrar al mismo número de mujeres que de hombres ministros, pero en la empresa esto no sucede para nada», asegura Tonie Marshall, directora de «La número uno».

Una tela de araña masculina

La francesa ha pasado varios años investigando el complejo mundo de las finanzas y el llamado «techo de cristal». Se entrevistó con hasta 12 ejecutivas, entre ellas, Isabelle Kocher, que en 2016 estuvo a punto de ser la primera mujer al frente de una empresa en el CAC 40 (nuestro Ibex 35). A Kocher, al final, se le cerraron las puertas. Y eso es precisamente lo que trata de evitar Emmanuelle Blachey, la protagonista de este filme, una mujer tan frágil en lo personal como solvente y determinada en su trabajo, que, una vez inmersa en la carrera por el liderazgo empresarial, se encontrará con toda una tela de araña masculina. «Hay muchas razones para que persista el techo de cristal. La organización es masculina desde la universidad, preparan a los hombres para las altas esferas y merman las posibilidades de la mujer. Cuando ellas llegan a las puestos de decisión, el último paso es casi imposible de escalar, se quedan en segundo y tercer nivel».

La solución pasa, según la directora, «por un trabajo conjunto por la igualdad, que los hombres promocionen a las mujeres y viceversa». Blachey no solo no encontrará complicidades en sus aspiraciones (de hecho, Marshall despliega un catálogo de actitudes machistas en la empresa, «y me he quedado corta con la realidad»), sino todo lo contrario: recelos, burlas y oposición. En cambio, aprovechando la propia división y corrupción entre las facciones masculinas, irá metiendo cabeza. ¿Es la corrupción en las altas esferas un problema propio de la «masculinización» del mundo empresarial? «Es una cuestión muy complicada –opina Marshall–, todo está organizado por la manera de pensar del hombre. Si un día las mujeres tienen poder habrá que ver si es igual. A veces me pregunto cómo seria el capitalismo si lo hubiesen creado las mujeres».