Crítica de cine

Jo qué día, compadre

Alfonso Sánchez y Alberto López, los pijos sevillanos que acompañaban a Dani Rovira en «Ocho apellidos vascos», regresan como protagonistas en una aventura delirante por la capital andaluza.

Jo qué día, compadre
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Alfonso Sánchez y Alberto López, los pijos sevillanos que acompañaban a Dani Rovira en «Ocho apellidos vascos», regresan como protagonistas en una aventura delirante por la capital andaluza.

Todos tenemos un amigo liante, defiende Alfonso Sánchez. «Ese que te llama en el momento más inoportuno y te dice ''vamos a tomarnos una cerveza'' y cuando estás yendo no sabes por qué y cuando llevas seis cervezas te dices ''me tendría que haber ido hace tres''». El liante de Fali es Rafi, un canalla buscavidas que convence a Fali, que ha pegado un «braguetazo» con una chica de buena familia, para acompañarlo a solucionar una serie de líos con la mafia rusa a cuenta de sus excéntricos proyectos, entre ellos, la creación de una «Euroferia» en Sevilla o unas prospecciones petrolíferas en Bollullos de la Mitación.

«No sé cómo después de 30 años sigo haciéndote caso», le dice Fali. Pero allá que va, a buscarse problemas el día antes de la primera comunión de su hijo, porque, ante todo, son compadres. «Su relación es de lealtad absoluta, está por encima incluso del braguetazo que ha dado», asegura Alberto López, que da vida a Fali en el filme «El mundo es suyo», el regreso al largometraje como protagonistas de «los compadres», estos dos pijos sevillanos que se hicieron famosos en YouTube y acabaron en la cinta más taquillera del cine español: «Ocho apellidos vascos».

Alfonso Sánchez ya había dirigido y protagonizado junto a López «El mundo es nuestro», una película autofinanciada en la que daban vida a dos «canis» sevillanos. Aquel fresco debut de 2012, unido a la resonancia de su carrera posterior, ha hecho que ahora «los compadres» cuenten con el apoyo de Warner y Atresmedia. «Aquella cinta era un salto al vacío, ahora hay agua en la piscina», confiesa Sánchez. Ambos implicaron «la vida», dicen, en ese proyecto, que alcanzó cierta repercusión en los circuitos «indie». Para Sánchez dirigir «El mundo es suyo» ha sido «como pasar de ir en una vespino a un Mercedes último modelo», pero la responsabilidad, asegura, no es con el presupuesto sino con el público.

«Por el momento está funcionando la sátira, la gente la está entendiendo», asegura el director, que presentó junto a su 50% la cinta en el pasado Festival de Málaga. Y es que, además, de presentar a estos dos pijos irredentos queridos por el personal, «El mundo es suyo» aspira a retratar algo del alma española, mediterránea, a través de los tejemanejes, corruptelas o simples enjuagues de la vida cotidiana que Rafi y Fali, que tampoco son precisamente unos santos, van encontrando en su periplo por una Sevilla delirante. «La película tiene varias lecturas, cuenta un poco cómo es España y hace una reflexión desde el pícaro del siglo XVI, con Rinconete y Cortadillo, a la cultura del pelotazo, el arribismo... Cosas que se repiten y que son extrapolables a cualquier lugar del mundo».

Patillas y cigalas

Eso sí, Sevilla brilla (para lo bueno y lo malo) en el retrato (entre Berlanga y «Jo, qué noche», según Sánchez) de estos dos truhanes. «El pijo sevillano se distingue –señala– en lo apegado que está a la tradición y lo acostumbrado que está al buen vivir en Sevilla, con el clima, y lo cerca que está la costa, una ventaja por ejemplo para hacer llegar fresca la cigala de tronco. Y, por supuesto, las patillas». Alberto López añade «el uso al libre albedrío de esas tradiciones, la doble moral que es también parte de su idiosincrasia. ''Perdona los pecados que hemos cometido y los que vamos a cometer'', dicen los personajes». Eso, y «la de gambas que me he tenido que comer para llevar un plato de comida a casa». Todo un credo para estos descarados vividores que, en el fondo, solo se tienen a ellos, a su amistad inquebrantable, y a su necesidad de mostrar ante los demás lo que no son: unos potentados. «Aparentar lo que uno no es es algo muy ibérico», concluye Sánchez.