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Una madre icónica, del papel al cine
Ken Scott se basa en la autobiografía de Roland Pérez para «Érase una vez mi madre»
El cineasta canadiense Ken Scott ha dirigido películas importantes tanto en inglés –«Starbuck»– como en francés –«De la India a París en un armario de Ikea»–: es la ventaja de nacer en una región francófona de un país anglófono. Para él es «un inmenso privilegio poder trabajar en ambos idiomas», pero, más allá de primar una lengua sobre otra, «intento gravitar hacia historias que me fascinan e interesan».
Es el caso de «Érase una vez mi madre», película que se basa en la novela autobiográfica «Mi madre, Dios y Sylvie Vartan», del presentador y escritor francés Roland Pérez, donde se cuenta cómo su progenitora se negó a aceptar el diagnóstico de que su hijo no iba a poder andar, desafiando cualquier adversidad para que este fuese feliz. «Un proyecto así representa tres años de tu vida –cuenta el director–: cuando leí esta novela me di cuenta de que podía ser un tema en el que merecía la pena embarcarse».
Una cinta que ha sido un éxito rotundo en Francia pero que, al contener muchos elementos autóctonos, quizá no se entienda y se celebre igual en el extranjero: «Tiene muchos elementos específicos de Francia, de una comunidad y de unos años concretos, pero es una historia lo suficientemente interesante, que trata temas universales, como para que haya tenido repercusión en los treinta y cinco países donde se ha lanzado», explica Scott.
Sobre cómo ha sido el proceso de adaptación, de llevar este relato de superación y de amor materno del papel a la gran pantalla, confiesa el cineasta canadiense que ha tratado de mantenerse «lo más cerca posible a la verdadera historia, ser leal a su esencia y, por tanto, mantenerme alejado de la ficción».
Y añade el cineasta que «la cercanía y la generosidad» de Roland Pérez durante las diferentes fases de la construcción de la película «han sido bastante tranquilizadoras». No ha sido fácil, claro está: «Hablamos de una historia de hace cincuenta años de la que tienes que escoger los segmentos que son más importantes y descartar otros que lo son menos», explica el cineasta. Si se repasa detenidamente la filmografía de Ken Scott uno cae en la cuenta de que hay un denominador común en la mayoría de sus películas, y ese es la importancia de la paternidad, o la maternidad en este caso concreto, y la ausencia de ella. Él explica que «me atraen las historias que tratan de la familia, aunque intento no analizarlo demasiado ni buscar mucho los motivos, porque creo que eso me quitaría elementos de creatividad. Sí –abunda el director–, de manera instintiva, tiendo a tirar por historias de las que tengo opinión; por ejemplo, en el caso de esta madre icónica».
Historias familiares
Además del elemento familiar, otro sello muy reconocible en la producción de Ken Scott es el tono o el ambiente humorístico en sus cintas, algo que, por supuesto, también está presente en la presente producción. «El equilibrio entre el drama y la comedia es algo que siempre me ha gustado, por lo que he estado interesado, y que aparece de forma natural como lenguaje cinematográfico –comenta el autor–. Y es algo que yo disfruto también como público, y espero que siempre sea capaz de hacerlo, pero tampoco quiero que se convierta en una prisión. Últimamente me ha interesado bastante el thriller y se trata de un género que me gustaría hacer, pero de manera natural gravito hacia la comedia».