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Madrid, refugio para extraviados

Antonio Morales debuta con la historia de una dramaturga que sufre una crisis de identidad

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Antonio Morales debuta con la historia de una dramaturga que sufre una crisis de identidad

Antonio Morales y Patricia Jordá han trabajado juntos durante años sobre las tablas, por lo que para su debut cinematográfico el dramaturgo tuvo claro que deseaba contar con ella. Le propuso sumarse a «Marisa en los bosques» un día mientras paseaban por Madrid, y Jordá recuerda que el director le describió a la protagonista como «un personaje secundario de su propia vida». Y sí, Marisa tiene 35 años y se dedica al teatro, pero al finalizar el montaje de una obra decide que necesita tiempo para sí misma, aunque en realidad lo termina dedicando a su mejor amiga Mina, que llora desesperadamente a su ex novio infiel. Sobre la crisis de identidad que sufre su personaje, Jordá afirma: «Marisa arrastra una carga emocional que no llega a expresar en ningún momento. Todos los cimientos de su vida se están tambaleando: no tiene una relación sentimental ni trabajo estable y duda de si realmente quiere dedicarse al teatro».

Las dificultades a las que se enfrentan los creativos en España para desarrollar su arte es otro de los temas que subyacen en el filme, en el que Madrid figura como un personaje más. Marisa se pierde y encuentra entre sus calles, a veces repletas de gente y otras, desoladas. «Tanto Antonio como yo venimos de ciudades pequeñas y Madrid nos ha dado mucho, era el escenario donde desarrollar nuestros proyectos. Por otro lado, es muy cruda. Hay momentos en los que la ciudad te rechaza, te escupe. Y el Retiro, el bosque, es el espacio que nos permite entrar en un plano mágico», asegura la intérprete.

Despedida en el Retiro

Otro tema recurrente en la película es justamente lo esotérico o espiritual. Morales admite que ese universo le resulta atractivo y que le permitía introducir una escena «fundamental» en la que Marisa se encuentra con una niña en El Retiro y siente que a través de ella puede decir adiós a su amiga fallecida. «El gran trauma de mi infancia fue no despedirme de mi abuela materna antes de su muerte», confiesa el director, aunque también admite que inicialmente no planificó tocar ese tema: «Me di cuenta cuando vi la película en el estreno en Sevilla, aunque es verdad que notaba que el guión me llevaba ahí. No sabía si la gente iba a entenderlo, pero fui cabezón al respecto porque me movía muy dentro. Esa secuencia me ha servido de mucho porque he podido perdonar al niño que fui».