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Contracultura

Ozores versus Almodóvar: el cine de las dos Españas: que, al final, es la misma

Preguntaron a Fernando Esteso si prefería a Pedro Almodóvar o a Garci. Su respuesta fue rotunda: «Mariano Ozores»

Una imagen de "Los Bingueros"
Una imagen de "Los Bingueros"La Razón

En su larga vida, tranquila pero intensa, Mariano Ozores tuvo tiempo de cuajar una carrera impresionante: casi cien películas, más de doscientos cincuenta guiones y la hazaña pop de que su apellido se fundiese con la esencia de su país. Incluso quienes no conocían ni le situaban, confundiéndole con frecuencia con su hermano Antonio, contemplaban el cartel de una de sus películas y enseguida soltaban el término «españolada». Se trata, ya lo sabemos, de una etiqueta despectiva, pero que poco a poco se ha ido rehabilitando para describir aquellas películas que mejor se identifican con el humor popular de nuestro país. Ozores supo retratar a nuestra clase media, tan precaria como poco sofisticada y torpe a la hora de abrazar las modas anglosajonas (gracias a Dios). La precisión cómica de Ozores tiene poco que envidiar al talentoso Luis García Berlanga, que en alguna ocasión tuvo que salir a defenderle de la progresía cultureta que menospreciaba su trabajo. Su extensa filmografía es un regalo para sociólogos, novelistas e historiadores que necesiten conocer cómo era realmente nuestro país en la segunda mitad del siglo XX. Como las cosas se entienden mejor con ejemplos, propongo compararle con nuestro cineasta más internacional, Pedro Almodóvar. Como tesis de arranque, diré que Ozores capturaba el país que éramos mientras que Almodóvar señalaba el país que aspirábamos a ser (al menos, quienes hubieran contraído aquella pulsión febril de modernidad que entronizó al PSOE entre 1982 y 1992). Su percepción pública no podía ser más antagónica: comprar entrada para una película de Almodóvar era algo de lo que presumir, mientras que reírse con una de Ozores era mejor llevarlo en secreto. En la hora de los obituarios, todo el espectro mediático español reconoció la habilidad de Ozores para captar la esencia de la vida nacional. Lo tenían fácil, ahora que están de rabiosa actualidad personajes como Ábalos, Koldo y Jesica, que podrían haber protagonizado un vodevil «ozorista» titulado «Desmadre hormonal en el Parador Nacional». Periódicos de izquierdas y de derechas coincidieron en señalar que muchos episodios del sanchismo recuerdan a sus comedias. Clásicos sobre el felipismo como «¡Que vienen los socialistas!» (1982), tramas sobre chantaje periférico tipo «Los autonómicos» (1982) y otras cintas con abundantes pelanduscas en lencería rodeadas de ricos y poderosos encajan bien en nuestra realidad reciente. La sensación después de revisar algunas es que se ha condenado a Ozores por un humor no tan lejano de John Waters, Judd Apatow y los hermanos Farrelly (filmado, casi siempre, antes que ellos).

Por contra, en «La habitación de al lado» (2024) lo único que retrata Almodóvar es lo pesado que se pueden poner un progresista hablando de la extrema derecha o la eutanasia, recuerden al insufrible personaje de John Turturro. En el plano político, Almodóvar y Ozores no podían ser más distintos. El primero siempre se ha considerado un artista, el segundo un artesano, lo cual tiene profundas consecuencias en su cine. Almodóvar se ve a sí mismo con alguien irreverente y rompedor, destinado a abrir la percepción de la audiencia, incluso a educarla. Ozores admite en público sus limitaciones, incluso ha confesado que nunca se atrevió a meterse con Franco ni con la Iglesia católica por las consecuencias que pudiera acarrear. Almodóvar, en cambio, piensa que ser un luchador político es compatible con aparecer en los Papeles de Panamá, con haber confiado su dinero al estafador Bernie Madoff –esperando beneficios por encima del mercado– y con organizar fiestas para los Grimaldi en uno de los mayores paraísos fiscales de Europa (mientras en España se le llena la boca de la necesidad de defender el Estado del Bienestar). Ozores nunca regañó a nadie por su inclinaciones políticas ni por su manera de ser, mientras que hace años Almodóvar es un activista de la progresía «woke».

Cine y poder

La diversa relación de ambos cineastas frente al poder queda bien clara al recordar las consecuencias que tuvo la polémica Ley Miró de 1983, en realidad un decreto diseñado para poner el cine nacional al servicio de los intereses políticos del PSOE. El truco de Pilar Miró, directora de cinematografía felipista, fue inventarse un criterio de «calidad» para repartir subvenciones entre las películas españolas, baremo cien por cien arbitrario y además modulado por la autoatribución de un derecho de veto. Almodóvar se vio beneficiado por la medida, sin necesitarlo para triunfar, mientras que Ozores tuvo que ponerse a competir con un nuevo tipo de comedias, bien dopadas por subvenciones, por ejemplo las de Antonio Resines y Óscar Ladoire haciendo de señores que perseguían muchachas por los lofts pijiprogres del Madrid ochentero (compartiendo la inclinación lujuriosa, pero con bastante menos gracia que las de Esteso y Pajares).

Por supuesto, Ozores era anatema para las subvenciones, ya que Miró opinaba que hacia «cine para fontanero», confirmando el clasismo antropológico del PSOE. Hoy casi nadie recuerda tostones pedantes como «Ópera prima» (1980) ni «La vida alegre» (1987), pero sí joyas como «Los bingueros» (1979), «Es peligroso casarse a los sesenta «(1980) y «Cristóbal Colón, de oficio…descubridor» (1982).

Mariano Ozores es emblema de nuestro cine por muchos motivos, uno de ellos que ha firmado diecisiete de las cien películas más taquilleras de la historia. No solo supo hacer caja, ni arrasar sin competencia en el mercado de los videoclubes, sino que ejerció una influencia visible en los taquillazos de Santiago Segura, así como en muchas de nuestras mejores series cómicas para televisión. Fue un director clave para José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Lina Morgan y la explosiva pareja que formaron Andrés Pajares y Fernando Esteso. En agosto de 2010, con motivo de un homenaje en el Freak Festival de Valencia, preguntaron a Fernando Esteso si prefería a Almodóvar o a José Luis Garci. Su respuesta fue rotunda: «Mariano Ozores». Estábamos en pleno pinchazo de la burbuja inmobiliaria y su reflexión fue esta: «Nos tenemos que poder reír de nuestra situación, pero la verdad es que es algo difícil con lo que sucede en la actualidad. Lo que hace falta es atreverse con el espejo del cuarto de baño por las mañanas, ser capaz de reírse de uno mismo. Creo que es por eso por lo que los mayores pasamos tanto rato en el baño, para encontrarnos con uno mismo en el espejo», señalaba. Esta media docena de líneas me parece la mejor definición posible del cine de Mariano Ozores, que a muchos les puede parecer infantil, pero que si lo piensas un poco mejor tiene la potente capacidad de poner a España delante de un espejo y que el gran público de todo un país sea capaz de reconocerse sin dramas, disfrutando de unas cuantas carcajadas por escena. Hasta el próximo título.