Treinta años de «Pulp Fiction»: el oro era Tarantino
Guion maldito y aberración para algunos, la alocada historia criminal de Tarantino ganó la Palma de Oro en Cannes y le ascendió al Olimpo junto a Harvey Weinstein
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Nadie daba un duro por aquel guion. Escrito por Quentin Tarantino, con la colaboración de su entonces socio y amigo Roger Avary, ni siquiera el éxito de «Reservoir Dogs» (1992) o que Tarantino se hubiera convertido en doctor de guiones, revisando y arreglando historias ajenas (y participando en varias películas sin acreditar), además de haber vendido el guion de «Asesinos natos» (1993) para Oliver Stone, parecía servir de mucho.TriStar, que había mostrado interés por financiar una nueva película de Tarantino, pagó por echar un vistazo al guion. Tras leerlo, su entonces presidente, Mike Medavoy, se echó las manos a la cabeza: «Es demencial». El propio Roger Avary comprendía que para el estudio pareciera «la peor cosa jamás escrita. No tiene sentido. Alguien está muerto y de repente está vivo. Es demasiado largo, violento e imposible de filmar». Avary se fue a dirigir «Killing Zoe» (1993), mientras el agente de Tarantino hacía llegar «Pulp Fiction» a Miramax, la productora de los hermanos Weinstein, que acababa de ser adquirida por Disney.
Harvey Weinstein, futuro monstruo de Hollywood, quedó hechizado e insistió hasta conseguir luz verde de Disney. Lo demás, como se suele decir, ya es historia. «Pulp Fiction» obtuvo la Palma de Oro en Cannes en 1994, ganó todos los premios de las asociaciones de críticos de Estados Unidos, Tarantino recibió el Globo de Oro al mejor guion (olvidándose de mencionar las aportaciones de Avary, quien no se olvidaría de ello), consiguió siete nominaciones a los Oscar, ganando el de mejor guion original y, lo mejor de todo en Hollywood: con una inversión de menos de 20 millones de dólares ingresó prácticamente 108 millones en Estados Unidos, más otros 213 en el resto del mundo. Tarantino tenía el futuro asegurado.
Pero «Pulp Fiction» fue mucho más que un éxito de taquilla y crítica del cine independiente. Se convirtió en un fenómeno sociológico. Una moda. Rompió fronteras entre cine de autor y cine comercial. Resucitó a un actor y convirtió en estrellas de culto a varios más. Su título y lo que simbolizaba pasaron a formar parte del lenguaje común. Su banda sonora se volvió de escucha obligada. Ver «Pulp Fiction» y opinar sobre ella era requisito inexcusable para cualquiera que quisiera estar a la última. ¿Cuál era su secreto?
Todos los críticos, incluidos quienes no estaban tan convencidos de su genialidad, coincidían en señalar que se trataba de la película de la posmodernidad por definición. Con una narrativa fractal y asincrónica, saltando adelante y atrás en el tiempo, con personajes excéntricos y arquetípicos, violencia extrema al borde de la parodia, humor negro e ironía, diálogos tan ingeniosos que rozaban el absurdo de puro vulgares, un reparto icónico y secuencias donde música y escenografía se fundían grabándose a fuego en el espectador, «Pulp Fiction» era el collage posmoderno elevado a la enésima potencia de forma culpable y confesa.
Aquello no era cinefilia, era pura cinefagia. Tarantino, hijo del videoclub, confundía al espectador fundiendo el film noir clásico con la serie B, la Nouvelle Vague con la exploitation, los tópicos del bolsilibro con la estructura de «Rayuela» de Cortázar. Como un alquimista iconoclasta, unía lo que está arriba con lo que está abajo, consiguiendo llegar tanto a la crítica más sesuda como al gran público, pasando por los freaks del cine psicotrónico.
Un ejemplo basta: al ver la famosa escena del baile entre John Travolta y Uma Thurman lograba, en una sola secuencia, que tres cuartas partes del público sonrieran recordando «Fiebre del sábado noche» (1977), de John Badham, mientras la otra cuarta sonreía satisfecha reconociendo «Banda aparte» (1964), de Godard. «Pulp Fiction» es un sofisticado quiz metacinematográfico, con un poco de todo para todos: diálogos «hard boiled» que derivan al humor escatológico estilo «Porky´s» (1981); personajes clásicos de serie negra que caen de repente en una película de terror «splatter»; guiños y citas de Aldrich, Scorsese, Leone, Tobe Hooper, Godard, Elmore Leonard, Corman, Hitchcock, Siegel, J-P Melville, series de televisión y filmes de culto, hasta el infinito y más allá… Algo que después llevará hasta el exceso de la hipermodernidad con su bilogía «Kill Bill» (2003-2004).
«Pulp Fiction» es la fantasía cinéfaga definitiva. Nada tiene que ver con el crimen o la violencia reales. Como «La guerra de las galaxias», «El Señor de los Anillos», «Conan» o «El Mago de Oz», es una saga fantástica, pero en lugar de desarrollarse en una lejana galaxia, unas míticas Tierra Media, Edad Hiboria o país de Oz, se desarrolla en otro escenario no menos mítico: el propio cine. De la A la B, del programa doble casposo al cine de autor, del pulp a la vanguardia pasando por el pop. Es imposible, por irritante que pueda resultar, no encontrar algo durante sus más de dos horas y media de metraje que no te conquiste. Puedes no amar «Pulp Fiction», pero es muy difícil odiarla.
Por supuesto, «Pulp Fiction» no es tan original como parece. No carece de antecedentes, desde la olvidada «Historias peligrosas» (1972), de Mike Hodges, hasta títulos como «El gran Halcón» («Hudson Hawk», 1992), de Michael Lehman, o «El último gran héroe» («Last Action Hero», 1993), de McTiernan, pasando por «Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo» (1973), de Philippe De Broca, o «Repo Man» (1984), de Alex Cox. Pero allí donde estas fallaron en su blanco, sin acertar unas en convencer al público y otras a la crítica, Tarantino dio de lleno. «Pulp Fiction» pavimentó la carrera en ascenso de su director, fundamentada, con excepciones contadas, en seguir aplicando su fórmula: la mitología cinematográfica y su interrelación con la realidad como campo de juego con infinitas variables (matar a Hitler, no matar a Sharon Tate), tratando con igual respeto e ironía tanto el cine clásico y autoral como la serie B y los géneros pop.
Tarantino creó una tendencia fundamental para entender el cine del cambio de milenio. Desató un imparable aluvión de «imitadores» que han «tarantinado» hasta el día de hoy: Robert Rodríguez, Guy Ritchie, las Wachovsky, Doug Liman, Gary Fleder, Iñárritu, Peter Berg, Danny Cannon, Jason Eisener, los hermanos McDonagh, Paul McGuigan, Kevin Smith…, entre otros, han transitado por territorio «Pulp Fiction» con mayor o menor éxito y talento. Y, sin embargo, Tarantino ha anunciado su retiro, cancelando incluso la que debía ser su décima y última película: «The Film Critic». ¿Qué está pasando? Aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en el que «Pulp Fiction» era una película políticamente correcta. Como señala el crítico Alan Stone, «no hay violencia contra la mujer ni desnudos, celebra la amistad interracial, hay personajes femeninos y afroamericanos fuertes y hasta se ríe de los clichés machistas del film noir». Pero quizá hoy, con su amigo Harvey cumpliendo condena por violación en Riker Island, eso no es suficiente.
El Hollywood de las plataformas digitales, el #MeToo, los superhéroes de capa caída y los interminables «remakes», «reboots», precuelas y secuelas ha llevado la lógica posmoderna que una vez diera obras maestras como «Pulp Fiction» hasta el agotamiento y la náusea. La cinefagia de Tarantino no ha conducido a la recuperación del cine que ama, sino a su borrado de la memoria. Treinta años después de su estreno, «Pulp Fiction» es, sin duda, historia del cine. Pero por ello es también historia pasada, en peligro de extinción.
Cuando se estrenó «Pulp Fiction» pocos conocían el significado del título. Hoy, treinta años después, nuestro país está invadido por editoriales que publican «pulp fiction», rescatando clásicos, cuando no editando nuevos autores, tanto extranjeros como españoles, que siguen o imitan el estilo pulp. Un estilo que viene a ser la sublimación destilada del material que publicaban, de los años veinte a los cincuenta, las revistas literarias populares anglosajonas en general y estadounidenses en particular. En estas amarillentas revistas de bajo precio, destinadas al lector de clase obrera, se fraguaron los géneros populares del siglo XX. De hecho, Tarantino había titulado su guion «Black Mask» en referencia al pulp donde se creó el estilo negro-criminal moderno gracias a autores como Hammett, Chandler o Cain. «Pulp Fiction» se basa en el choque irónico entre pulp y realidad, literatura popular y vanguardia, transformándose en una suerte de «pulp fiction» posmoderna a la que debemos que el loco y maravilloso mundo del pulp volviera a la vida.