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Estreno destacado

«El último suspiro»: un final digno de Costa-Gavras

El legendario director europeo se despide presumiblemente, a sus 92 años, llevando con maestría a la gran pantalla un relato vital «sin paliativos»

Costa-Gavras da indicaciones a la actriz Ángela Molina durante el rodaje de la película
Costa-Gavras da indicaciones a la actriz Ángela Molina durante el rodaje de la películaX

Aunque el mítico cineasta greco-francés Konstantinos «Costa»-Gavras (Iraia, Grecia, 1933) haya cumplido 92 años, no quiere referirse a «El último suspiro» como su última película, sino como la más reciente de su dilatada y aquilatada filmografía. Cierto es que, cuando se dejó ver el pasado mes de septiembre por San Sebastián –en cuyo Festival su obra aspiraba a la Concha de Oro–, presentó un aspecto, más que saludable, envidiable.

Pero no es menos cierto que Clint Eastwood –que ha alumbrado «Jurado nº2» con 94 años– sólo hay uno, y tampoco cabe obviar que el ritmo de Costa-Gavras dirigiendo no es ni mucho menos tan frenético como el de, por ejemplo, Woody Allen, otro talludito (89 años), que lleva medio siglo malacostumbrándonos a casi una película por año. Al director de cintas tan importantes como «Z» o «Missing (Desaparecido)» le sale una media de cinco años entre un estreno y otro si hablamos del siglo XXI. Es, por tanto, quimérico pensar no que todavía guarde alguna bala en el tambor, sino que le dé tiempo a dispararla. Pero quién sabe...

Desde luego, si «El último suspiro» es la despedida cinematográfica de Costa-Gavras, ¡qué adios tan digno y elegante!, ¡qué final tan dulce!, nunca mejor dicho. Por supuesto que, como clama esta cinta francesa, cada uno debería tener el derecho a marcharse de aquí como quiera: llevándonoslo al terreno deportivo, uno puede querer apurar su carrera, su vida, aunque sea de manera agónica, como Rafa Nadal; o retirarse, bajarse de la bicicleta, en lo más alto, como Miguel Induráin, que se «jubiló» con sólo 32 años y dejando la sensación de que podía sumar algún maillot amarillo más a los cinco Tour de Francia que ya atesoraba.

El compromiso político y social del cineasta nacido en Grecia sigue presente en esta película, protagonizada por esa entrañable y extraña pareja conformada por Denis Podalydès y Kad Merad, cuyo mensaje es «tan radical» que ni siquiera está abogando por la eutanasia –algo en lo que nuestro país, por una vez, le lleva la ventaja a Francia–, sino por la muerte digna, atendida por cuidados paliativos, que no es sino la defensa a ultranza de la vida, de lo que se puede llamar vida, hasta sus últimas consecuencias. Porque llega un momento en que acompañar hasta las puertas de la muerte es el acto más radical pro-vida, en vez de bloquear esa salida natural atendiendo a Dios sabe qué.

El guión no es original de Costa-Gavras, sino que se basa en el libro homónimo escrito a cuatro manos por el escritor y filósofo Régis Debray y el médico especialista en paliativos Claude Grange. Si en «El olvido que seremos» Fernando Trueba tradujo al lenguaje cinematográfico la novela autobiográfica de Héctor Abad Faciolince, donde hablaba de su padre, el doctor Abad Gómez, pionero de la medicina preventiva en Colombia; en «El último suspiro» Gavras adapta una bella y necesaria historia de la «tercera medicina», la paliativa. En medio, como se dice en la película, queda la más tratada con diferencia, la medicina curativa.

Palabra de director

En el pasado Festival de San Sebastián nuestra compañera Marta Moleón tuvo la oportunidad de conversar con el director de «El último suspiro». En aquella ocasión, al hilo de la temática del largometraje, expresó que «hay que luchar por poder elegir cómo queremos despedirnos».

«El futuro para mí en estos momentos consiste en luchar para sobrevivir sabiendo en todo momento que esto se va a acabar en algún momento –aseguró entonces Costa-Gavras–. En una escena de la película se dice que la muerte es como una especie de semilla con una fruta por dentro que acabará floreciendo.»

Preguntado por el miedo hacia la muerte y por la inevitable aceptación de la misma, el cineasta de origen griego afirmó que «a veces vivimos como si la muerte fuese algo que nunca nos va a suceder».

«Sin duda no podemos deshacernos del miedo, es algo que está ahí, pero siempre combinado con la necesidad de dignidad –dijo el director de la película–. Es importantísimo mantener la relación con los demás hasta el final, porque ellos son los que se van a quedar y creo que es importante que el recuerdo, cuando uno se va, tenga más que ver con la nostalgia que con el miedo o la angustia. Siempre digo que la nostalgia es como la continuación del amor.»

Además, interrogado por si cree que nuestras sociedad margina a las personas mayores, si caemos en eso que ahora llaman «edadismo», Costa-Gavras acudió al soporte de los indiscutibles números: «Sin duda es un problema enorme esta cuestión. Antes la jubilación se producía se producía a los 60 años, máximo 65 y vivías hasta los 70 o 75, el problema es que ahora la gente está viviendo hasta los 100 años, cosa que es un problema tanto de la sociedad como económico. El problema es que tenemos a mucha gente muy mayor que no produce, que consume muy poco y que cuesta mucho».

«Cuanto mayores somos, menos útiles somos para la sociedad desgraciadamente», agrego el director greco-francés que el pasado 12 de febrero cumplió la venerable edad de 92 años.