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En solfa

Corrupción y desorientación

La música tiene, como la literatura, la pintura o los olores, un inmenso poder evocador

La directora Pilar Miró, en 1996
La directora Pilar Miró, en 1996IMDbAgencia EFE

La música tiene, como la literatura, la pintura o los olores, un inmenso poder evocador. La interpretación de una partitura puede deleitarnos al mismo tiempo que nos hace retroceder al pasado para evocar episodios de nuestras vidas e incluso puede provocar reflexiones tan potentes que éstas mismas nos alejen del instante concreto que estemos viviendo en ese momento particular.

Así me sucedió hace unas semanas al asistir a una «Manon Lescaut». Inmediatamente me llegaron recuerdos de una interpretación maravillosa en el Met neoyorquino con Scotto, Domingo y Levine. Al final de aquella función, me presentaron a Pilar Miró. Años después escribió a Máximo Pradera una carta que iba dirigida a mí como responsable de un programa de música que se emitía en Radio El País, con una propuesta. Deshecho el entuerto me llamó para encargarme un programa en La 2 que bautizamos como «Melómanos» y que alcanzó una gran audiencia. Poco tiempo pudimos trabajar juntos ya que a los dos meses de empezar a grabar tuvo que dimitir como directora de RTVE, acosada por haber cargado al presupuesto público, sin ocultación alguna, el vestuario que precisaba para las funciones de representación que conllevaba su cargo. Devolvió íntegramente su coste. Era diciembre de 1988 y 36 años después parece una niñería comparándolo con cuanto está sucediendo ahora. ¡Y qué decir de cuanta música había entonces en el ente, programas divulgativos, educativos, retransmisiones en directo, etc.! Poco queda hoy de aquello.

Cierto es que entonces había más ilusión, pero los males endémicos de nuestra sociedad también se dejaban sentir. Nunca he contado esto. Cuando terminó la serie inicial de trece programas me propusieron realizar otros tantos, pero me fijaron una condición: había que tardar el doble de tiempo en su producción y postproducción porque nuestros tiempos destrozaban las estadísticas de la casa y hacían quedar mal a otros productores y realizadores. Me negué y no se grabaron más programas. No es de extrañar el déficit de las televisiones públicas si se actúa con tales criterios que, evidentemente, no son los de las privadas.

Aquello bien podría considerarse corruptelas además de ineficiencias, ahora emplearíamos palabras más gruesas. La corrupción es sin duda un mal a erradicar, pero en buena parte ha llegado por la desorientación que padece nuestra sociedad. Un contratenor como Jaraussky se hizo famoso en todo el mundo por cantar a dúo con ballenas beluga en el acuario de Valencia. Recordemos, porque somos muy dados a olvidar, entre otras cosas porque a quienes nos gobiernan les interesa ir cambiando de tema para adormecer nuestros recuerdos, que hace años unos pocos creían que con sus visas podían comprar todo. Otros se apuntan hoy a probar cualquier elixir que nos tratan de vender, cual donizettianos doctores Dulcamara, como la solución a todos nuestros problemas. Y sólo es agua teñida. ¡Qué sociedad hemos destruido! Y, para colmo, empieza a resultar peligroso hablar, porque la libertad de expresión también empieza a ser cosa olvidada.