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Crisis en el MET. Espejismos en la ópera III

No es oro todo lo que reluce en la institución neoyorquina

Platea del Met de Nueva York .

Muchas son las cosas a admirar cuando se acude al Met neoyorquino, empezando por la plaza del Lincoln Center, con su fuente, a donde se vuelca el teatro, la New York City Opera -en peligro de cambiar de nombre por el de Melania-, la Juilliard o el NYC Ballet. Unos paneles permiten conocer las óperas en cartel. Cuatro títulos diferentes en tres días. Toda una demostración de un poderío con el que ningún otro teatro del mundo puede competir, aunque a través de su enorme frontal de cristal se vislumbren los dos inmensos Chagal que la institución ha tenido que hipotecar para hacer frente a su crisis.

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Sin embargo no es oro todo lo que reluce. Algunos de sus patrocinadores emblemáticos se han retirado y que los nuevos, como Spring Point Partners que donó $150.000, no llegan a cambiar la situación financiera de la institución, aunque no incordien censurando producciones. El Met se enfrentó a un importante déficit al cerrar la temporada pasada. Según su director general, Peter Gelb, la audiencia ha escuchado por streaming el equivalente a más de 100 millones de dólares de minutos de contenido gratuito que no generan ingresos. Sí, ha aumentado la difusión, pero en gran parte a costa de reducir la afluencia de público, la taquilla., pero hoy día no se puede vivir sin internet. Cierto es también que la pandemia pudo repercutir en el descenso y que no se haya logrado recuperar esa pérdida, pero cierto es también que la dirección de Gelb no ha acertado con unas producciones que son menos del gusto del público que las antiguas.

Esos cien millones de dólares los ha encontrado mediante un acuerdo con la Comisión de Música Saudí y la futura Royal Diriyah Opera House. Gelb quiere evitar así el riesgo de quiebra para la histórica institución, asegurando la estabilidad financiera al menos hasta 2032. A partir de 2028, durante cinco años, El Met viajará a Riad cada febrero durante cinco años para una residencia de tres semanas, trayendo importantes títulos del repertorio, conciertos y programas de capacitación para artistas y técnicos locales a los escenarios saudíes. El acuerdo también incluye el encargo de una nueva ópera. No ha habido más remedio que acudir a Arabia Saudí porque, además, Moody's volvió a rebajar la calificación del Met, ahora en “grado no inversor”, alegando desequilibrios estructurales y una menor liquidez. Aunque los términos absolutos del contrato no se han revelado, el “New York Times” cifró en doscientos millones de dólares el montante total de una operación. Sin embargo, otro medio estadounidense, el “Wall Street Journal”, considera insuficiente la cifra para sanear sus cuentas. La aportación árabe, aunque sustancial, sería solo un parche para lograr hacerle frente a sus inasumibles costes laborales y en esta tarea no parecen contar con el beneplácito de los quince sindicatos que ofrecen cobertura a los tres mil empleados de la institución musical: “Ustedes sigan explorando vías como la de Arabia, ese es el buen camino, pero a nosotros no se les ocurra tocarnos”, han manifestado.

La operación saudí se enmarca en la estrategia Visión 2030 para diversificar la economía y transformar el país en un centro internacional de arte y entretenimiento. Así, en los últimos años, se inauguró la primera ópera nacional, "Zarqa al-Yamama", y se está construyendo la nueva Ópera de Diriyah. Pero la controversia ya ha comenzado. Se acusa al Met de legitimar un régimen que limita las libertades civiles y tiene un notorio historial de represión política y se le compara con La Scala, que en 2019 canceló la entrada de capital saudí, oficialmente debido a una falla de procedimiento, pero influenciada por una fuerte presión política y preocupaciones éticas tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Otro punto crítico se haya a la coherencia entre las políticas de inclusión impulsadas por el Met en Nueva York y sus actividades en un país que aplica reglas diametralmente opuestas. Incluso dentro de la comunidad artística, hay quienes temen que la necesidad de ahorrar el presupuesto acabe prevaleciendo sobre la defensa de los valores, aunque sea cierto que el Met ha ido superando barreras como la de estrenar la primera ópera de un compositor de color. Lo hizo con “Fire Shut Up in My Bones” de Terence Blanchard en la temporada 2021/22 y incluso contrató a un director de diversidad.

Hace tres semanas publicamos mi artículo “La ópera, ¿un espejismo?”, pues ya ven que, tras el de hace dos semanas con Italia y ésta con EEUU, la respuesta es sí. Gonzalo Alonso