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cine

Crítica de "Limonov": adiós al artista maldito ★★

Dirección: Kirill Serebrennikov. Guion: Pawel Pawlikowski, Ben Hopkins y Kirill Serebrennikov, según la novela de Emmanuelle Carrère. Intérpretes: Ben Whishaw, Viktoria Miroshnichenko, Tomas Arana, Corrado Invernizzi. Italia, 2024. Duración: 128 minutos. Biopic.

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Kirill Serebrennikov busca desesperadamente alter egos que le devuelvan una imagen mítica de sí mismo. Necesita reflejarse en la estrella del rock de “Leto”, en la disidente apasionada de “La mujer de Tchaikovsky”, y ahora en este polémico Zelig que cambia de identidad como quien cambia de champú, y que protagonizó una celebrada biografía ficcionada de Emmanuele Carrère que el cineasta ruso adapta solo en parte, abandonando por el camino alguno de los capítulos más escabrosos de su personalidad múltiple. 

¿En qué aspectos se identifica con Eduard Limonov? ¿Tal vez en su condición de artista exiliado, punky, rebelde, contradictorio? Tal vez sea eso lo que le impide profundizar más en las facetas más discutibles, desde el punto de vista político, de la vida de Limonov; las que, después de todo, le convierten en un personaje tan sintomático del auge de los nacionalismos de extrema derecha en la Europa contemporánea; por ejemplo, su colaboración con los serbios en la guerra de los Balcanes, que ignora por completo, y la fundación del Partido Nacional Bolchevique cuando vuelve a la Rusia post-Perestroika, a la que dedica poco metraje. 

Da la impresión de que “Limonov” está más interesada en la dimensión de artista maldito del poeta que en sus contradicciones ideológicas. Fascinado por el carisma mercurial de su dudoso héroe, Serebrennikov invierte mucha energía en los aspectos más superficiales de la puesta en escena -cambios de formato y textura de la imagen, rótulos en clave de ‘agit-prop’, montaje sincopado- para dinamizar su retrato, pero todo resulta en una operación de maquillaje que no sabe definir una mirada propia sobre el personaje. 

La heterogeneidad no parece la respuesta para lo que parece una película errática y caprichosa, muy apoyada en el episodio neoyorquino de la vida de Limonov -el más visualmente pop, centrado en la relación amorosa del escritor con una especie de doble de Nico, y su posterior desengaño, y su descenso a los infiernos-, y que tiene a Ben Whishaw en su principal aliado. El actor británico -que, recordemos, fue Arthur Rimbaud como una de las reencarnaciones de Bob Dylan en “I’m Not There”, película a la que “Limonov” le gustaría parecerse- es capaz de defender a los personajes más despreciables, y sin duda, es lo mejor del filme. Proteico e imprevisible, Whishaw soporta el peso de una criatura que, en sus paradojas, permanece tan opaca como las intenciones del filme al darle vida.

Lo mejor: 

Ben Whishaw parece haber nacido para encarnar a Limonov y sus metamorfosis.

Lo peor: 

Es errática y caprichosa, y evita profundizar en los momentos más polémicos de tan discutible personaje.