Museo del Prado

El Prado prende la mecha

La pinacoteca dedica a Cai Guo-Qiang, el artista que pinta con pólvora, su primera exposición monográfica, un conjunto de 27 piezas que vincula el arte contemporáneo con Velázquez, El Greco o Goya.

El artista frente a una de sus gigantescas composiciones
El artista frente a una de sus gigantescas composicioneslarazon

La pinacoteca dedica a Cai Guo-Qiang, el artista que pinta con pólvora, su primera exposición monográfica, un conjunto de 27 piezas que vincula el arte contemporáneo con Velázquez, El Greco o Goya.

Todo comenzó en la infancia, cuando Cai Guo-Qiang todavía no era un artista, sino un chavalín de rodillas heridas que jugaba a los petardos en la calle. «De pequeño me entretenía tirándolos. Incluso los abría por el medio y les extraía la pólvora que contenían para jugar con ella y entretenerme. Ahora, en el fondo, sigo siendo ese niño, porque el arte siempre es una diversión», comenta a este diario. El creador encontró la magia del arte en los minuciosos dibujos que su padre improvisaba con una pluma en la restringida superficie de las cajas de cerillas. Unos paisajes que él consideraban una imitación de la naturaleza y que solo más tarde, al crecer, descubrió que aquellas colinas, valles y ríos no aparecían en ningún atlas o mapamundi, sino que procedían de la imaginación de su progenitor.

Cai Guo-Qiang, que es un artista alegre y optimista, empezó imitando el realismo soviético, debido a los evidentes lazos que por entonces unían a su país con la URSS, pero su estilo pictórico evolucionó con rapidez desde los planteamientos de aquella pintura fría, con un claro barniz político, hacia unos posicionamientos formales y emotivos más próximos a sensibilidades estéticas más hondas y personales, como reflejan los óleos de su primera época, que comparten visibles semejanzas con la pintura europea de finales del siglo XIX, y que ahora muestra el Museo del Prado en una exposición dedicada a él (es su primera monográfica centrada en pintura en más de treinta años). Una muestra que está formada por un total de 27 piezas realizadas con pólvora –ocho de las cuales se han hecho en el Salón de Reinos– y concebidas de manera específica para este montaje que se presentó ayer.

Diálogo

Estas obras, algunas de gran formato, revelan el lazo que Cai Guo-Qiang mantiene con la tradición artística occidental. «En uno de mis últimos trabajos, que he llamado “El espíritu de la pintura”, tenía que dejar la huella de los grandes maestros que me han interesado, como Velázquez, Tiziano, Goya o El Greco. Eso fue una tarea muy compleja. En el fondo soy una semilla que viene de Oriente, pero que ha crecido y florecido en diferentes civilizaciones y culturas. Yo considero a todos los artistas como si formaran parte de mis antepasados. Lo que pretendo con mi pintura es mantener un diálogo con las distintas civilizaciones que han existido. Para eso debemos mantener la mente muy abierta».

Los pinceles y los colores de Cai Guo-Qiang es la pólvora, un material vinculado a la violencia que se encontró en Oriente cuando se buscaba una poción para la inmortalidad (lo que supone una enorme paradoja: gracias a ella han muerto millones de personas en todos los continentes y eras). Cai Guo-Qiang ha sabido reinventar conceptualmente ese material, alejarlo de los parámetros habituales de la guerra, para darle un nuevo y original uso. «Los artistas, al crear, también recurrimos a la violencia, aunque no es esa palabra la más correcta; las más adecuada, más que violencia, es “pasión”, una liberación de energía. Yo diría que es una violencia bella», explica riéndose. El artista, que reconoce la impresión que siempre le ha provocado la pintura de Velázquez, un pintor en el que valora, sobre todo, su espontaneidad y pormenorizado detallismo y cuidado, se niega a considerar el artista que ha trazado un puente entre Oriente y Occidente, pero sí considera el arte «como un río que fluye en libertad. No es una carretera, que puede ser cortada por la frontera de una nación. Este río corre y no se detiene. El arte es como agua. Es un vehículo para que se entiendan las personas de distintas naciones. La creatividad y el patrimonio que han generado las distintas civilizaciones no conoce las fronteras. Las atraviesa y va más allá».