Una Gran Vía veneciana o la Luna colonizada por turistas: así son las realidades transformadas de Borja Isbert
Tras dos años de trabajo, el pintor madrileño expone por primera vez en la Galería David Bardía y la Galería María Porto una muestra inspirada en la teoría del biocentrismo
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Llega con el discreto retraso del puntual y el apuro dialéctico de los relojes sin prisa pero es diciembre en Madrid, es Navidad y hace sol y frío y recolocarse frente al silencio de un cuadro o de varios es la excusa más recurrente y resguardada que hemos encontrado para conversar y refugiarnos. Nuestro interlocutor no es alcalde de Villar del Río, ese pequeño pueblo castellano alertado sobre una inminente visita de diplomáticos estadounidenses que Berlanga iconizó en el 53, ni tampoco nos debe ninguna explicación (afirmación que cobra dimensión de recuerdo si explicitamos la maravillosa frase «como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar»), pero hay en la mirada lúdica y desperdigada de Borja Isbert, en el encauzamiento libre de su impulso creativo, parte de la esencia marshalliana de Don Pablo o lo que es lo mismo: de su abuelo, el incombustible actor Pepe Isbert.
«Desde muy pequeño dibujaba, pintaba muy bien, pero en el momento en el que tienes que elegir tomar la decisión de ir a Bellas Artes o a una cosa más ‘‘segura’’ o más ‘‘conservadora’’ como yo lo veía en ese momento, pues opté por la decisión que yo creo que era más fácil pero también más cobarde en cierta manera: estudiar Derecho. Estuve preparando hasta judicatura y todo pero después, los avatares de la vida me llevan a tener tiempo para volver a recuperar esa afición que nunca había perdido, para volver al dibujo, a captar la realidad, a hacer buenos retratos. Hace unos veinte años aproximadamente empecé a ponerlos a la venta, estuve en una galería en Claudio Coello y en otra en Castelló hasta que terminé aquí con David y María (Porto)», nos introduce este pintor madrileño conocido por su dinamización del realismo urbano cuando, una vez ya dentro de la Galería David Bardía, enclave coqueto y cálido que mira de refilón a la Casa Árabe de la Calle Alcalá, nos lanzamos a recorrer la cronología visual de su nueva y primera muestra en un espacio con las disposiciones expositivas de una galería.
Los integrantes de las Meninas de Velázquez sustituidas por miembros de una familia con atuendos modernos, la Luna invadida por turistas playeros y la solidez de construcciones europeas emblemáticas como la Torre Eiffel o la Puerta del Sol colonizada por el esparcimiento de siluetas históricas, políticas o culturales españolas como Marisol, los Reyes, Suárez en sosegado intercambio verbal con González, gente de la Movida, toreros, militares, flamencas y escritores son algunos de los aperitivos pictóricos que vertebran una muestra inspirada en la teoría científica del biocentrismo y cuya técnica de ejecución realista contrasta de manera estimulante con el surrealismo ambiental de las obras resultantes.
Confiesa Isbert que ese estilo figurativo al que está adscrito, «es el que me nacía hacer de manera natural desde el principio. Al no tener esa preparación artística más completa, nunca he experimentado con otros estilos. Pero me cansé un poco de captar la realidad y es por eso por lo que me he empezado a crear esta especie de universo propio y personal un poco surrealista donde me encuentro mucho más cómodo», indica.
"No he conocido un bodegón más vanguardista que ‘‘Nevera nueva’’ de Antonio López"Borja Isbert
Fue entonces, en el paso intermedio de esa pereza sobrevenida y el descubrimiento de un término tan moldeable como infinito, cuando decidió darle un giro a su manera de mirar: «Tengo la manía de leerme todo lo que me cae en las manos. Las cosas más raras del mundo yo me las leo y el ámbito científico siempre me ha llamado mucho la atención. Cayó en mis manos un libro que se llamaba ‘‘Más allá del biocentrismo”, de Robert Lanza –que según la revista ‘‘Times ” es una de las personas más influyentes del mundo– en donde se elaboraba una teoría que rompe completamente con nuestra percepción de las cosas: los resultados de la física cuántica no se corresponden con los resultados del mundo que percibimos, es decir, el universo o la astrofísica. Parten de la base de que la verdadera realidad es la de la física cuántica con sus rarezas: el principio de incertidumbre, el trazamiento cuántico...etc. Es decir, que es el espacio y el tiempo en realidad lo hemos creado nosotros y que realmente por lo que fallan las teorías actuales hasta el día de hoy es porque se han olvidado del actor principal, que es el observador. El observador es quien crea la realidad. En ese momento pensé que era muy interesante esto de que seamos nosotros los que creamos el espacio y el tiempo, los que podamos jugar con él, aquí hay un potencial de arte», explica con notable entusiasmo sobre la idea de que para que la realidad exista necesita alguien que la mire, mientras nos detenemos en la onírica composición de una Gran Vía atestada de canales venecianos.
«Este fue el primer cuadro», advierte señalando otra pintura. «Se me ocurrió la de colocar a los Beatles cruzando la Gran Vía en 2016 y poco a poco fue viniendo el resto de subtramas. Al principio me daba la sensación de que podía ser flor de un día, que era algo que quedaría bien en un par de cuadros y después se me agotarían las combinaciones o las posibles ideas pero todo lo contrario. De repente te encuentras con un mundo infinito de posibilidades que te permite jugar con la historia, con el espacio, con el tiempo, con la diversión de colocar cosas que en principio nos llaman la atención pero que a lo mejor son mucho más cercanas a la auténtica realidad que a lo que nosotros percibimos como tal». En ese ordenamiento anárquico de los objetos, las personas y los lugares, en ese arreglo diametralmente soñado de espacios alimentados por el juego de la posibilidad, radica la línea discursiva de este pintor autodidacta cuya base de formación más auténtica y genuina siempre han sido los pinceles.
«Antes era muy meticuloso en mis procesos de creación: medía, observaba al milímetro todo, calculaba. Ahora ya no, hago un boceto y directamente pinto. Al principio la mayoría de ellos son un auténtico galimatías de cuadro, pero al final la propia pintura me va llevando progresivamente a colocar los personajes o la escena. El propio cuadro es el que me lleva a un terreno concreto y de hecho todos estos cuadros que ves aquí no tenían nada que ver con la idea original y me encanta esa aventura, esa incertidumbre constante de no saber lo que va a pasar», señala al tiempo que establece un paralelismo involuntario entre su método de trabajo y la base argumental sobre la que se fundamenta el biocentrismo: la incertidumbre.
Cuando le preguntamos por la situación actual de los circuitos artísticos madrileños no tarda en autodenominarse un «verso suelto» dentro de la maquinaria urbanita. «Se puede vivir del arte actualmente en Madrid pero no es fácil. Tienes que tener otras cosas en términos laborales de apoyo porque es complicado. En mi caso podemos decir que estoy ‘‘empezando’’, porque aunque llevo bastante tiempo, no considero que se pueda vivir de esto hasta que das con unos galeristas como David y María Porto, que son un apoyo y un respaldo profesional bastante importante. Antes no, era imposible. Pintaba y presentaba mis propios cuadros en la Feria de Almoneda, cosa que era una auténtica quiniela. Nunca he estado moviéndome por la línea ortodoxa del mundillo. Tengo compañeros como mi querido Mariano Cobo que me guían más o menos y me informan de por dónde van los tiros pero podemos decir que voy un poco a mi bola».
"Dentro del circuito artístico madrileño me considero un verso suelto"Borja Isbert
En este sentido, considera entre risas que "la Vanguardia está durando demasiado". "Desde que el dadaísmo pintó un retrete y se consideró arte, la cosa no ha cambiado mucho. Lo que ves en ahora Arco, ya se hacía entonces. En el mundo de la pintura se ha experimentado con todo tipo de técnicas, ya no hay diferencia. Por eso Banksy por ejemplo para mí es una revelación, una bocanada de aire fresco en el arte. Porque vale, parte de un principio realista, pero su temática, su mensaje es absolutamente vanguardista. Mira, no he conocido un bodegón más vanguardista que la ‘‘Nevera nueva”, de Antonio López. Desde el punto de vista de la técnica no es posible innovar a estas alturas, pero sí desde el punto de vista del mensaje y eso es lo que yo pretendo hacer con esta producción", concluye antes de despedirse con un obligatorio homenaje a esos genes que le han conferido el impulso necesario para continuar incesante con la búsqueda de los misterios de la realidad que nos conforma.
«Los genes podemos decir que son una cosa muy caprichosa –admite entre risas– y en mi familia van saltando: tienes a gente que le encanta la música, mi primo Carlos es el actor de doblaje de, entre otros, Homer Simpson, mi primo Tony también ha sido actor, mi tía María, ahora mi hermana Mari Carmen se ha puesto a escribir después de jubilarse. Hay de todo. Pero la verdad es que si me paro a pensarlo veo que somos mayoritariamente bastante creativos. Por desgracia no recuerdo demasiado de mi abuelo porque falleció cuando yo sólo tenía dos años, pero se encaprichó mucho conmigo porque sabía que iba a ser el último nieto ya que soy el pequeño y de hecho le enterraron con una foto mía. Era un artista completo, dibujaba muy bien también. Mi padre siempre me decía ‘‘tú eres igual que tu abuelo: despistado, artista’’»». Un curioso, un inquieto, un fulminante detector de miradas alternativas.