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Una fábula de resiliencia entre montones de basura

«La hija de todas las rabias» es la ópera prima de Laura Baumeister, primera mujer nicaragüense en dirigir ficción
«La hija de todas las rabias» es la ópera prima de Laura Baumeister, primera mujer nicaragüense en dirigir ficción
«La hija de todas las rabias» es la ópera prima de Laura Baumeister, primera mujer nicaragüense en dirigir ficciónACONTRACORRIENTE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Madrid Creada:

Última actualización:

A veces, por puro compromiso político, pero también en ocasiones por mera atracción hacia lo morboso, el cine siempre se ha acercado a la realidad más miserable desde un ángulo estéticamente contrario a la etnología. No se trata de verter tesis estructuralistas ni de negociar el valor de corrientes como el Arte Povera, sino de narrar sobre las esperanzas y decepciones personales que el contexto forja sobre el individuo. En esa tradición, casi subgénero cuando la cámara se planta a la altura de los ojos de un niño (como en «El ladrón de bicicletas» o «Bestias del sur salvaje») se sitúa una película orgánica y casi desnuda de artificios como «La hija de todas las rabias», primer largometraje de ficción dirigido en toda la historia por una mujer nicaragüense y ópera prima de Laura Baumeister de Montis.
«Desde que empecé con los cortometrajes me había interesado por la relación entre madres e hijas. Ese vínculo primario siempre me ha inspirado, me ha tocado. Por eso creo que era obvio que en mi primer largometraje iba a querer volver a ello. Siempre he creído que está demasiado sacralizado, que tiene más aristas de las que queremos creer», explica la directora, cuyo debut vio la luz en el prestigioso Festival de Toronto.
Y sigue, sobre una película que vive y respira geográficamente sobre la inmundicia de La Chureca, el vertedero más grande de toda Nicaragua: «La primera vez que llegué a ese lugar fue como voluntaria, haciendo trabajo social los fines de semana, enseñando a los niños a leer. Ese contraste, entre el vertedero y el lago que está cerca, se quedó conmigo, no podía dejar de pensar en ello. Por eso, la decisión de llevarnos allí la acción también la sentí completamente natural», explica Baumeister a LA RAZÓN por videoconferencia.
«La hija de todas las rabias» toma en este crudo filme el rostro de la joven Ara Alejandra Medal, que fue elegida entre centenares de niñas para personificar la desolación más absoluta, perdida y sola en un mundo inabarcable, abandonada incluso por su propia madre: «Sabía que la película iba a ser dolorosa, pero siempre trabajamos con la metáfora de la belleza que hay en una herida. Pienso, por ejemplo, en una cesárea, en una cicatriz de parto. La transición, claro, fue realmente dolorosa, pero la impresión final puede ser también muy bella. Cuenta una historia de resiliencia», explica didáctica Baumeister, antes de relacionar ese dolor con la propia idiosincrasia «nica»: «Desde siempre Nicaragua ha vivido en tiempos convulsos. Por eso, creo, tenemos más tolerancia a la desolación. La película es un túnel, sí, es un descenso, sí, pero solo para poder llegar a la luz».
Y así, evitando clichés del realismo mágico pero entregándose a la desdicha para con su protagonista, levanta una película que, por momentos, funciona mejor como artefacto que como narración. El filme, en realidad, no es tanto un filme sobre la falta de herramientas, la soledad o el abandono, como un cuento, por momentos onírico, sobre cómo no se puede herir lo que ya está herido ni matar lo que ya está muerto.