¿Tienes Fuego?
Fernando Andina: «Londres y Nueva York están plagados de actores en terapia. Y en España eso se ve cada vez más»
El actor, conocido por «Al salir de clase» y «El comisario», tiene dos series pendientes de estreno, la comedia negra «Grande de España» y el thriller «Oasis»
En una época anterior a las plataformas de televisión, en la que las series aún se veían en familia como un ritual y la tele era el Olimpo de los dioses, este señor nacido en Madrid y curtido en América trabajó en dos de las de mayor impacto social, «Al salir de clase» y «El comisario», las cuales lo emborracharon de popularidad y nos lo metieron en casa a todos. A finales de este mes arranca los ensayos de la obra teatral «Locuras paralelas», dirigida por Paco Mir, ex-Tricicle, y tiene dos series pendientes de estreno, la comedia negra «Grande de España» y el thriller «Oasis». Este tipo con percha de galán y verbo fluido domina como pocos el arte de la fabulación, pues bajo su apariencia mansa oculta una bengala de metro ochenta y tantos.
¿Un actor es un mentiroso sobresaliente, alguien que hace suya la verdad de otro o ambas cosas?
Lo que hacemos los actores es una farsa que tiene que ser lo más creíble posible para que el público se meta en la historia, sufra con el personaje, se ría con él, se compadezca, etcétera. Yo estudié en William Layton, que fue el maestro americano que vino a España en los 70 y fundó la primera escuela que trabajó el método Stanislavski, y esa es mi forma de interpretar: acercar al personaje lo máximo posible, tanto psicológica como emocionalmente. Siendo lo más honesto posible es como mejor mientes. Obviamente, no siempre lo logras. Porque en algunas series he estado 600 capítulos y he hecho 30 páginas al día, y así no te da tiempo a desmenuzar ni a profundizar en el personaje, solo a memorizar y a no tropezarte con los muebles. Pero puedes hacerlo dignamente y con honestidad.
Lo de reír y llorar con las alegrías y las penas de alguien que no eres tú es fuerte. El actor y el novelista son carne de psiquiatras y psicólogos.
Absolutamente. Londres y Nueva York, que son un poco las cunas de la interpretación anglosajona del cine y la televisión, están plagados de actores en terapia. Y en Buenos Aires, donde los actores son increíbles, buenísimos, van todos al psicólogo, al terapeuta. Y en España eso se ve cada vez más. Esta profesión también es una forma de hacer terapia. A mí me echaron de siete colegios en tres países porque tenía una energía que a veces se traducía en agresividad, nunca en violencia hacia otros, pero salió en Estados Unidos, con 17 años, en mis primeras funciones. Me di cuenta de que yo simplemente tenía que liberar a una serie de Fernandos y los encontré, gracias a Dios, a través de la interpretación. Hay gente que en vez de esa energía lo que necesita es curar una timidez o calmarse, o sentirse adaptado y aceptado.
«Tenía que liberar a una serie de Fernandos y los encontré a través de la interpretación»
La tele lo convirtió en un escaparate. ¿Cómo se llevaba con el Fernando Andina que solo veían los demás?
Yo arranco en «Al salir de clase», que es un fenómeno social de la época, donde hacían 40 minutos de televisión cada día y tres millones de espectadores, que ahora es el equivalente a un megaéxito. No había ni Cuatro ni La Sexta ni móviles ni la TDT ni, por supuesto, plataformas. Había cuatro canales que se repartían la audiencia, y a las dos semanas de estar en esa serie noté la fama. Fue un personaje paulatino que, supuestamente, iba a estar solo tres meses, y luego me quedé 400 capítulos y acabé el último año como protagonista. Y la fama fue también paulatina: tras salir en el primer capítulo ya noté las miradas en el 27, el autobús en el que iba a la casa de mis padres, y alguna persona me dijo: «Anda, si yo te vi ayer». O: «Coño, el de ayer de “Al salir de clase”, tú eres Mateo». Pero luego no me reconocía nadie más en todo el día. El segundo día fue algo más, y ya ese verano en Asturias, en Luanco, fue insostenible: yo era Mick Jagger.
¿Y eso llegó a ser un problema?
Sí, sí, porque me violentaba un huevo. Estuve meses sin pisar un bar en Madrid porque tuve un par de experiencias desagradables, una de ellas violenta: mis amigos y yo acabamos peleándonos con unos tipos porque uno me gritó: «¡El tonto de la tele! ¡Gilipollas!», y me tiró una copa. Y entonces me dije que estaba claro que había sitios a los que a cierta hora yo no debía estar para evitar ciertas situaciones. Entonces me iba todos los fines de semana a Esles, en Cantabria, donde mi familia tenía unas casitas. Hasta que pasados los seis primeros meses me dije: a ver, Fer. Has tenido una movida una noche, pero eso te puede pasar en el metro a las dos de la tarde, tú estate un poco con la guardia alta. A mí me gusta el boxeo y establecí ese símil. Estate atento, pero que esto no sea un infierno. Porque al final estás sufriendo por algo que es precioso, que es trabajar todos los días haciendo ocho horas de televisión y defendiendo textos complicados y tramas complejas.
«Amé la interpretación en la escuela, pero me hice actor en “Al salir de clase”»
En el teatro no hay edición posible, cero trampas, como el músico en concierto. ¿La poesía de la interpretación solo se alcanza ahí?
También se puede alcanzar en el cine y en la televisión. Pero a nivel de interpretación, ya solo por el hecho de que no haya un «¡corten!» es otra historia. En el cine puedes estar haciendo la mejor secuencia del mundo y, de repente, pasa algo y dices «mierda, vamos a primera». Por eso el teatro es la esencia de la interpretación.
¿A qué serie de televisión se siente emocionalmente más unido?
A «El comisario». O sea, he hecho unas 12 series y le debo todo a «Al salir de clase», que fueron más de 400 capítulos y supuso mi aprendizaje. Porque yo amé la interpretación en la escuela, pero me hice actor en «Al salir de clase». Pero luego estuve siete años en «El comisario» con algunos de los mejores actores y guionistas de este país y con algunas de las mejores tramas. Fueron siete años en los que pasaron muchas cosas buenas. Entré con 24 o 25 años y salí con 31 o 32. Casamos y enterramos a algún compañero, imagínate. Un equipo muy grande durante siete años que, a día de hoy, es familia.
«Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach» (Borges). ¿Existe en su vida una Matilde Urbach, un amor imposible?
(Largo silencio). No, y ahora mismo me jode un poco porque me gustaría padecer eso, ja, ja, ja. Creo que me haría más humano, más humilde.
O sea, que todos los amores en donde apuntó la mirada se concretaron.
Me gustaron muchas que pasaron de mí, pero cuando me enamoré fue correspondido. No siempre sale bien, obviamente. Llevo con mi novia casi tres años, pero he tenido varias. Y siempre que he empezado algo, o que he estado en el proceso, me he enamorado, porque soy muy enamoradizo, aunque no siempre ha salido bien. Pero no correspondido… Una chica de Luanco, Asturias, pasó un poco de mí en la adolescencia, en aquellos años en los que el amor era tan intenso.
¿Su profesión es mala para eso, para que una relación eche raíces?
Tengo muchos amigos abogados y notarios que están divorciados. En todos los sitios se cuecen habas. Aunque es verdad que esta profesión es más inestable a todos los niveles. Hay más viajes y horarios más intempestivos; no es de 9 a 5 y llegas a casa y hay una rutina, no. Pero también hay actores que llevan tropecientos años con sus parejas.
No es padre.
No.
¿Y es algo que descarta?
No, no. Es algo que cuando estoy solo no echo de menos y no me planteo. Pero tengo cuatro hermanos, mi padre son nueve hermanos, mi madre son también nueve hermanos, tengo 52 primos carnales y la mayoría son padres. O sea, que es algo que llevo en la sangre y que he visto toda mi vida.
¿Y le gustan los niños?
Me flipan, y me encantaría la idea. Nunca he dicho que no a ser padre, es solo que no se ha dado. Cuando empiezo una relación y sale el tema, yo no digo que no. Creo, afirmo, que mi novia está más por el sí que por el no, y eso podría ocurrir en cualquier momento.
«Nunca he dicho que no a ser padre. Mi novia está más por el sí que por el no, y podría ocurrir en cualquier momento»
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». ¿Usted lo tiene?
Pues te contesta alguien que ha dejado de fumar hace año y medio: siempre. Claro. Aunque hay que sacarlo puntualmente para no quedarte sin mecha.