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Así es la habitación escondida en la cima de la torre Eiffel

Situada a 280 metros de altura, pasó desapercibida por los parisinos durante la Exposición Universal de París
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  • Licenciado en Ciencias Políticas y Periodismo, llegó a LA RAZÓN en marzo de 1999: Tras pasar por Deportes, Televisión, Sociedad y Sucesos aterrizó en internet hace 15 años y ahora busca oportunidades para conseguir tráfico a través del SEO.

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Estrecha, de unos 100 metros cuadrados y escondida debajo de la aguja... Así es la habitación secreta que esconde la Torre Eiffel en su parte más alta. Cuando París preparaba la Exposición Universal de 1889, el arquitecto Alexandre Gustave Eiffel proyectó una obra de ingeniería sin precedentes que maravilló al mundo por su construcción, diseño y majestuosidad. Una torre con una estructura metálica de 312 metros (que luego pasaría a 324 con la instalación de la antena) desde la que se podía disfrutar de la vista de toda la ciudad.
Las obras de este proyecto faraónico comenzaron el 28 de enero de 1887 y se prolongaron durante dos años. Para levantar las 7 300 toneladas de la estructura, con 18.038 piezas de hierro y 2,5 millones de remaches fueron necesarios 250 obreros, 50 ingenieros y un desembolso de ocho millones de francos de la época.
La inauguración oficial se produjo el 31 de marzo y la expectación y admiración alcanzaron tales cotas que todo el mundo -previo pago de dos y tres francos, en función del nivel al que accedieran- quería disfrutar de la construcción y de la vista de la ciudad subiendo hasta la parte alta por los 1.710 escalones que llevaban hasta el observatorio situado en el segundo nivel. Los cinco ascensores no se comenzaron a utilizar hasta 20 días después. Más de 30.000 personas pasaron por ella durante la exposición, que cada día se se agolpaba para descubrir la nueva estructura y superar el vértigo del ascenso.
Entre sus numerosos visitantes célebres, la Torre Eiffel atrajo a rostros conocidos como la actriz francesa Sarah Bernhardt, el Príncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII) y la Princesa de Gales, Jorge I de Grecia, el Sah de Persia, el príncipe Balduino y muchos otros a los que no se les esperaba como Buffalo Bill.
En la primera planta, había instalados cuatro restaurantes de estilos diferentes: ruso bar anglo-americano, flamenco y francés, con una fachada que recordaba a un cenador de jardín con rejas verdes sobre fondo blanco. El restaurante flamenco se transformó en teatro después de la Exposición Universal.
En la segunda planta, “Le Figaro” instaló una imprenta y todos los días imprimía una edición especial de la jornada en la que los visitantes podían llevárselo personalizado y que para muchos fue una especie de “certificado de ascenso”.
El 10 julio, el Presidente de la República Francesa, Sadi Carnot, quedó muy satisfecho con su visita y dio una propina de 200 francos a los trabajadores y al personal de la imprenta de “Le Figaro”.
En su edición del 29 agosto, “Le Figaro” relata lo siguiente: : “La empresa de la torre se las ha ingeniado para multiplicar las atracciones a favor de su clientela. Ha decidido poner a la venta próximamente, en todas las plantas de la torre, unos pequeños globos y paracaídas a un módico precio y dispuestos de tal manera que se pueda enganchar una carta a ellos. La dirección del remitente se dejará en blanco. ¡Esperamos que los paracaídas de la torre tengan el mismo éxito que sus tarjetas postales! “.
De hecho, la torre Eiffel fue el detonante del auge de la tarjeta postal en Francia y la administración de la torre sacó a la venta las famosas “Libonis”, llamadas así por su famoso creador. El primer matasellos estampado en una tarjeta postal con la imagen de la torre Eiffel es del 21 agosto 1889.

La joya de la torre

Pero Eiffel, se había reservado una joya de la que sólo unos pocos podrían disfrutar. Una pequeña habitación reservada para su uso y disfrute y que fue descrita como “amueblada con el estilo sencillo que los científicos aprecian”. La sala, que está situada a 280 metros de altura y es visitable, tiene un piano de cola, tres pequeños escritorios, una mesa, varias butacas, alfombras, pinturas al óleo y está empapelada de cachemira.
Pero para que se pudiera disfrutar de ella no podían faltar en la misma planta una cocina y un baño, para satisfacer las necesidades de sus respetados visitantes. De hecho, podría pensarse que alguien quisiera quedarse a pasar la noche allí, pero no hay dormitorio y no hay constancia de que Eiffel lo hiciera alguna vez.
Pero su existencia fue un secreto hasta que la torre fue inaugurada. Los parisinos sólo podían subir hasta el observatorio y nadie se dio cuenta de lo que había más arriba. Sólo después del arranque de la exposición, Eiffel invitó a ciertos visitantes ilustres como Thomas Edison, lo que hizo que la alta sociedad tomara mucho más interés por la habitación escondida en la que era la edificación más alta del mundo, título que le arrebató el edificio Chrysler en Nueva York en 1930.
Cuando se inauguró la torre la vivienda era un secreto, el público solo podía acceder hasta el observatorio, no más arriba, así que nadie se dio cuenta, pero una vez empezó la Exposición, el arquitecto y empresario invito a ciertas personalidades, como Thomas Edison -que le regaló uno de los primeros dispositivos de grabación de audio-, lo que provocó la envidia de la élite parisina de la época, que llegaron a ofrecer grandes sumas de dinero por pasar allí la noche y todas fueron rechazadas. Y no es de extrañar que provocara tanta curiosidad porque desde allí se tiene probablemente la mejor vista de París, el Arco del Triunfo, el Sacre Coeur o el río Sena.
Pero de haber aceptado alguna de las ofertas, habría corrido un gran peligro en caso de tormenta porque dormir en la estructura podría haber supuesto la muerte de cualquiera de los que allí se hubieran alojado. Porque además de tener un cotizado un apartamento la torre es el pararrayos más grande de la ciudad.
Si bien algunos pueden creer que el apartamento de la torre Eiffel puede ser una hermosa oficina o casa, ofreciendo posiblemente la mejor vista de todo París rodeada por un balcón al aire libre, se olvidan que la torre es uno de los pararrayos más grandes de la ciudad.
El apartamento permanece cerrado, como un museo, pero se puede ver el interior a través de las ventanas. En el interior hay réplicas de cera de Gustave Eiffel, su hija Claire y Thomas Edison, para recrear la visita del inventor.
Un adelantado a su tiempo
Gustave Eiffel nació en Dijon (Francia) en 1832 y terminó sus estudios en la Escuela Central de las Artes y las Manufacturas en 1855, el mismo año de la primera gran Exposición Universal celebrada en París.
Después de pasar unos años trabajando en las obras del puente ferroviario de Burdeos, en 1864 comenzó a trabajar como empresario especializado en la carpintería metálica. Su primera gran obra fue el viaducto sobre el río Duero de Oporto. Después sería responsable del de Garabit (1884) y de la estación de Pest (Hungría), la cúpula del Observatorio de Niza y la ingeniosa estructura de la Estatua de la Libertad, antes de culminar en 1889 con la Torre Eiffel, momento en el que decidió retirarse como empresario y dedicarse la la investigación científica.
Pero no todo fueron grandes éxitos. Eiffel tuvo un estrepitoso fracaso en Panamá. Con la Torre Eiffel bien encaminada, en 1887 aceptó construir las esclusas del Canal de Panamá. El proyecto estaba administrado por Ferdinand Lesseps y su hijo y terminó por convertirse en el mayor escándalo financiero del siglo. Eiffel, con el prestigio ganado y a pesar del riesgo del proyecto, logró la financiación suficiente.
El 4 de febrero de 1889, un mes antes de la inauguración de la obra que le hizo pasar a la historia, hubo que liquidar la Compañía del Canal y fue acusado de estafa junto a la familia Lesseps. De hecho, fue condenado a dos años de prisión y a pagar una multa de 2.000 francos.
Este duro golpe a su honor, que manchó su impoluta trayectoria, le hizo dejar el mundo de los negocios. Por suerte, el Tribunal de Casación anuló el juicio porque los hechos habían prescrito y no tuvo que cumplir condena.
A partir de ese momento, se dedicó a buscarle una utilidad a la torre, que en principio sólo tenía previsto estar en pie durante 20 años. Así, realizó experimentos sobre la resistencia del aire, lo uso como estación de observación meteorológica y principalmente como antena para las transmisiones de radio.
Al mismo tiempo que recogía datos meteorológicos, continuó sus estudios sobre aerodinámica y construyó un túnel de viento a los pies de la torre, que después mejoro en 1909 en rue Boileau, París, y que sigue funcionando a día de hoy. Este último todavía sigue funcionando. Eiffel murió el 27 de diciembre 1923 a la edad de 91 años.

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