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Ni era un teléfono ni era rojo: así era el hilo entre el Pentágono y el Kremlin

En 1963, la URSS y los EE.UU pusieron en marcha unas máquinas de teletipo para cruzar comunicaciones escritas con la mayor fiabilidad
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La Razón

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La guerra en Ucrania ha devuelto al primer plano las tensiones propias de la Guerra Fría entre rusos y americanos, incluso la amenaza de cruzar un ataque nuclear. Vuelven a la memoria escenas propias de aquellos tiempos, quizá ninguna tan icónica como la del teléfono rojo entre Moscú y Washington en los momentos de mayor incertidumbre.
Fue después de la “crisis de los misiles en Cuba” de 1962 cuando se puso en marcha el llamado teléfono rojo, que, en realidad ni era un teléfono ni era rojo aunque así ha acabado en el imaginario popular debido a la película de Stanley Kubrick.
EE.UU y la URSS se acercaron peligrosamente a una guerra nuclear total en ese año 1962. La administración de Kennedy había descubierto que los soviéticos habían plantado misiles capaces de lanzar ojivas nucleares hacia Estados Unidos en la isla de Cuba y el mundo entero tuvo que contener el aliento.
Una aparatosa comunicación
El intercambio diplomático entre ambos países no solo fue inevitablemente tenso, sino que también estuvo sometido a continuos retrasos debido a los sistemas de comunicación, tan lentos como aparatosos. En concreto, los mensajes cifrados tenían que ser retransmitidos por telégrafo o por radio entre el Kremlin y el Pentágono.
Aunque Kennedy y Kruschev pudieron resolver la crisis sin llegar a las armas, ambos acabaron firmando un tratado de prohibición de pruebas nucleares el 5 de agosto de 1963, por una parte, y también llevaron a cabo la instalación de un sistema de comunicaciones por temor a futuros “malentendidos”.
El 30 de agosto de 1963, la Casa Blanca emitió un comunicado anunciando una nueva línea directa que “ayudaría a reducir el riesgo de que ocurra una guerra por accidente o error de cálculo”.
Es decir, que en lugar de depender de cartas enviadas por telegrama que tenían que viajar al extranjero, la nueva tecnología permitía que los líderes estadounidenses y soviéticos pudieran simplemente levantar el teléfono y conectarse instantáneamente las 24 horas del día, los siete días de la semana. Se acordó que la línea se usaría solo en emergencias, no para intercambios gubernamentales más rutinarios.
Una tecnología segura y sin intercepciones
The New York Times describió en un artículo cómo funcionaría el nuevo sistema: Kennedy transmitiría un mensaje al Departamento de Defensa de los EE.UU por teléfono y los operadores del Pentágono escribirían inmediatamente en una máquina de teletipo, lo cifrarían y lo enviarían a un transmisor. El mensaje podría llegar al Kremlin en cuestión de minutos, en lugar de horas, pasando por Londres, Copenhague, Estocolmo y Helsinki, antes de llegar a Moscú.
Aunque se trataba de un sistema muy apartado de la comunicación instantánea que facilitan los teléfonos y el correo electrónico actuales, la tecnología implementada en 1963 se consideró revolucionaria y mucho más segura y menos propensa a la intercepción que una llamada telefónica transatlántica normal, que tenía que rebotar entre varios países antes de llegar al Kremlin.
El 30 de agosto de 1963, John F. Kennedy se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos en tener una línea telefónica directa con el Kremlin en Moscú.
El uso durante la Guerra de los Seis Días
Y en 1967, el presidente Lyndon B. Johnson se convirtió en el primer presidente de EE. UU. en usar el nuevo sistema en un momento caliente, durante la Guerra de los Seis Días en el Medio Oriente, cuando notificó al entonces primer ministro soviético Alexei Kosygin que estaba considerando enviar aviones de la Fuerza Aérea al Mediterráneo.
El fin de la Guerra Fría disminuyó la urgencia de tener el vínculo directo, pero la necesidad no se desvaneció. El sistema ha continuado recibiendo actualizaciones y, hasta el día de hoy, los operadores de ambos lados lo prueban cada hora.
En 2013, la administración Obama agregó un canal destinado a enviar mensajes de correo electrónico y archivos adjuntos sobre incidentes cibernéticos. El presidente nunca lo usó, hasta días antes de las elecciones de 2016.

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