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Las bibliotecas marineras del Juan Sebastián de Elcano

Me acomodo en uno de los bancos de Toldilla, en la popa del buque, abro el libro y acompaño a El Capitán de la Victoria de María Saavedra y me traslado a Guetaria, Valladolid, y, por último, a Sevilla
La Razón

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La literatura y el mar se unen a bordo del bergantín-goleta para custodiar en largos versos sus singladuras por el mundo, la historia naval española y la técnica necesaria para navegar los océanos y mares que abarcan «toda la redondez de la Tierra», como escribió Elcano al emperador Carlos V, en su carta de 1522.
El buque es una universidad flotante y como tal alberga dos pequeñas bibliotecas. Para acceder a la primera hay que bajar a la zona donde viven los Guardiamarinas. Es una sala mínima – que los alumnos utilizan para estudiar y hacer trabajos en equipo –, con una mesa que ocupa todo el espacio, una televisión y un mueble de madera con puestas de cristal que dejan ver los títulos de los libros. Aunque estén amontonados en sus vitrinas, las etiquetas en las baldas y en los lomos de cada libro demuestran un orden.
Es una biblioteca universitaria centrada en la mar y el arte de navegar, por lo que no hay mucha variedad fuera de esos temas. Buceando entre los volúmenes uno asciende al Cosmos de Carl Sagan, desciende de nuevo para viajar por diferentes puertos del mundo, o puede reencontrarse con la historia de España contada por Hugh Thomas y La Segunda Guerra Mundial de Antony Beevor. Además, en los armarios debajo de las vitrinas se guardan los libros de texto de las asignaturas que se imparten a bordo y que utilizan los guardiamarinas para preparar los exámenes en esa misma sala.
Pero hay más lecturas por descubrir en la popa del buque. En la cámara de oficiales está la segunda biblioteca. Aunque visualmente solo es un mueble-estantería al fondo de la sala, ocupa todo el espacio de la cámara de estribor a babor. Tiene una hilera de tres baldas repleta de libros. En una de ellas se produce el reencuentro con el manco de Lepanto, Miguel de Cervantes, y su hidalgo caballero manchego, que rodean otros clásicos universales, sin duda, la novedad editorial de este martes de resaca literaria del Día del Libro a bordo del Juan Sebastián de Elcano.
En las vitrinas de estribor se soportan entre sí enormes volúmenes de la Enciclopedia General del Mar y de la típica enciclopedia universal de Espasa. A babor renace la literatura de Francisco Umbral con Mortal y Rosa, al mismo tiempo que el humor de Alfonso Ussía a través de El Secuestro de Mamá. Dos obras a las que se suman otros autores clásicos ingleses como Dickens, John Grisham y Alexander Kent con varias de sus novelas sobre la Marina Real Británica. También abundan los libros de viajes, muchos de ellos obsequios protocolarios de las visitas de Elcano a diferentes puertos.
El libro, como la música, es un objeto valioso e imprescindible cuando se navega durante tantos meses. En los tiempos de descanso se puede ver como parte de la dotación sube a cubierta con su libro electrónico, o con el incombustible formato en papel. Me acomodo en uno de los bancos de Toldilla, en la popa del buque, abro el libro y acompaño a El Capitán de la Victoria de María Saavedra y me traslado a Guetaria, Valladolid, y, por último, a Sevilla, donde embarco en la nao Victoria a través de esta novela histórica. Aparto la vista de la página y miro al frente: me encuentro atravesando el océano Atlántico a bordo del buque-escuela que lleva el nombre del capitán que consiguió dar la primera vuelta al Mundo hace 500 años.