Elcano, diario de a bordo
Una semana en el Atlántico a bordo del Juan Sebastián de Elcano
Cruzamos las columnas de Hércules hace una semana para adentrarnos en la inmensidad de un océano que hace 500 años atravesó la expedición de Magallanes y Elcano
Atrás quedó el frio y tormentoso Mediterráneo, navegamos ahora por un océano de aguas mansas y cálidos vientos provenientes de la costa africana. El chaquetón ya no se ve en cubierta, lo ha sustituido la faena de manga corta; y la gorra que antes servía para mantener el calor de la cabeza, ahora detiene los rayos de sol.
Cruzamos las columnas de Hércules hace una semana para adentrarnos en la inmensidad de un océano que hace 500 años atravesó la expedición de Magallanes y Elcano para conseguir abrir una ruta comercial por el oeste a las Molucas. Pero antes de navegar en demora del continente americano el buque-escuela tiene la misión de dirigirse al sur, a Cabo Verde, para conmemorar la gesta española de la Primera Vuelta al Mundo. En concreto, para recordar a los trece marinos que fueron apresados por los portugueses cuando la nao Victoria recaló ante sus costas para reabastecerse antes de seguir su camino hacia la península, donde desembarcaron tres años después de comenzar la travesía que les hizo recorrer toda la redondez del mundo.
500 años después, el buque navega por las mismas aguas que aquellos marinos, pero a la inversa. Sentado en Toldilla dibujo en el horizonte un espejismo de la nao Victoria en su regreso a Sanlúcar de Barrameda. Imagino a Elcano en el castillo de popa junto a Albo, que dirige el timón. Pero la nao se desvanece entre la espuma blanca que provoca la manada de unos veinte delfines, que se ha acercado al casco para jugar con las olas. Pasada una hora también desaparecen y dejan al bergantín-goleta navegando en solitario hacia Canarias.
El Juan Sebastián de Elcano ha llegado a Santa Cruz de Tenerife, una isla de montañas verdes, acantilados rojizos y unas nubes como algodones que protegen el Teide. La pasada a una milla de la costa permite ver el auditorio de Calatrava y los nuevos jardines de palmeras de la ciudad. Frente a la ciudad, una docena de veleros, lanchas y el patrullero Rayo de la Armada acompañaron a Elcano. Al mismo tiempo, la dotación formaba en la cubierta para rendir honores.
Aprovechando los vientos favorables del Atlántico, el equipo de maniobra despliega casi todo el velamen a la vez, otorgando un aspecto imponente al bergantín-goleta. Lo habitual en el Mediterráneo era llevar solamente los tres cangrejos y la cangreja de la parte baja de los palos, el foque, contrafoque y la trinquetilla de la proa. Pero, por primera vez, han dado todas las velas del Trinquete, el primer palo de proa, junto a los estay y las escandalosas de la parte alta de cada palo.
Bajo las velas del palo popel, en la cubierta del Alcázar, suenan el clarinete, al que siguen la tuba, el saxo y la batería. La banda de música está interpretando Color esperanza, de Diego Torres y la dotación empieza a bailar y cantar, una canción tras otra, hasta que el Atlántico oscurece mientras los músicos reviven a Giorgie Dann con una barbacoa en mitad del océano.
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