El poder del maní

Los cacahuetes que extendieron la esclavitud en África

Acaba de publicarse en Estados Unidos una investigación sobre cómo la popularidad del maní estuvo directamente relacionada con los trabajos forzados y el colonialismo

Centenares de sacos de cacahuetes preparados para su exportación en el Senegal de principios del siglo XX.
Centenares de sacos de cacahuetes preparados para su exportación en el Senegal de principios del siglo XX.François-Edmond Fortier

«Snack» popular donde los haya, producto estrella untado en sándwiches estadounidenses y protagonista sólido sin competencia de las barras de bar, el cacahuete es mundialmente conocido, pero muy pocos saben el origen de su historia y su trascendental rol prologando la esclavitud mucho más allá de su abolición. Lejos también de lo que una gran mayoría piensa, el maní, cacahuate o caguate no tiene origen en el continente africano, sino en el americano. Descubrimientos arqueológicos del norteamericano Tom Dillehay en Perú, tanto en Paiján como en el valle de Ñanchoc, demostraron ser los restos más antiguos de la semilla del maní.

Conocida como «inchik» en quechua (lengua original de los indígenas de los Andes peruanos extendida por América del Sur), la semilla del cacahuete fue representada en materiales elaborados a mano, como vasijas y piezas de alfarería, y encontrados bajo las ruinas de diversas civilizaciones situadas en la América del año 6494 a. C. Desde hace ocho mil años, esta planta, con un tamaño que varía de los 30 a 80 centímetros de altura y de tallos de color amarillento conocida etimológicamente como «Arachis Hypogaea», se siembra cuando termina la primavera y se recolecta a finales de otoño.

De hecho, una característica única de esa hierba es que, una vez que las flores color ocre han sido polinizadas, se marchitan dando paso a un «clavo» que cae al suelo y entierra el brote que posteriormente se convierte en la cáscara que contiene los frutos. El cacahuete madura bajo tierra, pero no lo hace adherido a las raíces. Su cultivo se viene realizando desde hace siglos y su semilla no solo se utiliza como alimento, sino también como preciado aceite. Internacionalmente catalogado como fruto seco, el cacahuete es, en realidad, una legumbre de cuya cáscara puede extraerse también combustible.

Por esas mismas características, su cosecha y consumo se extendió con rapidez por toda la geografía mundial, pasando de América a Europa, Asia y África, y convirtiéndose en alimento básico de la dieta planetaria. Las áridas tierras de África occidental fueron especialmente agradecidas con el producto, dando pie a su expansión, como ocurría a menudo con el descubrimiento de otras mercancías, como conquista paralela de la tierra y las personas que habitaban en ella.

Y es bajo ese histórico, a la vez que original, telón de fondo en el que la escritora estadounidense de origen afroamericano Lori Lewis presenta un libro que acaba de publicarse en Estados Unidos, «Esclavos por cacahuetes: una historia de conquista, liberación y una cosecha que cambió la historia». La insólita expansión del cacahuete desde América hasta el continente africano y su inminente popularidad, dio lugar a la imperiosa necesidad de contar con miles de jóvenes físicamente preparados para trabajar las tierras y potenciar así el cultivo y la recolección del nuevo manjar.

«Viajamos como lo harían personas cuyos pasos estábamos siguiendo en el siglo XIX, en nuestro carro tirado por caballos que traqueteaban en un sendero de tierra hacia el horizonte», escribe Lewis. La periodista ambiental relata cómo el auge y popularidad del maní estuvieron entrelazados con la esclavitud y la conquista religiosa en África durante la colonización francesa de la época. Se trata de una original obra popular sobre cómo la cosecha de cacahuetes transformó la evolución de la esclavitud en Estados Unidos y en el resto del mundo.

El relato de la escritora, cuyos propios ancestros fueron esclavizados por la nueva industria del maní, cuenta detalladamente cómo pudo ser la vida de personas extraordinarias que la historia ya casi ha olvidado y el presente todavía trata de evitar. Un sinfín de extraordinarios testimonios desenterrados a través de documentos de archivo, manuscritos, periódicos y publicaciones de Senegal, Gambia y Francia, junto con otros relatos orales, canciones, letras de «griots», registros de oradores, historiadores y hasta poetas en África Occidental. Jori Lewis centra su relato en explicar, a través de antagónicos personajes, cómo el mercado del aceite de cacahuete y su creciente demanda en Europa retrasó el fin de la esclavitud en África. Un retraso que se prolongó mucho más allá del resto de los continentes y hasta bien entrado el siglo XX, incluso tras la prohibición oficial de los países europeos en territorios controlados bajos sus conquistas.

Durante la primera mitad del siglo XIX, cuando la esclavitud comercializada por el transatlántico empezó a disminuir, las poderosas colonias de francesas residentes en lo que actualmente se conoce como Senegal se centraron en la explotación del cacahuete como una alterativa fuente de ingresos para ellos. La demanda de aceite vegetal y jabón seguía aumentando en Europa, mientras que la industria del maní ofrecía un recurso de bajo costo siempre y cuando se pudiera mantener un amplio suministro a mínimo precio. La mano de obra gratuita jugó un papel clave en esa decisión, prolongando en la práctica el uso de esclavos africanos durante décadas, mucho más allá de la abolición de la esclavitud en África. La nueva publicación «sondea una parte fascinante e inquietante de la historia, arrojando luz sobre otro ejemplo flagrante de la hipocresía y la opresión occidentales», afirma la publicación «NPR Libros».

Entre líneas, Lori Lewis sugiere que el cultivo del cacahuete podría haber tenido su origen en la región a finales de siglo XVI, fruto del obsequio de conquistadores y clérigos a la realeza europea, muchos de los cuales regresaron al continente con plantas de maní a cambio de tierras extranjeras. El cacahuete, el maní Bambara o Vigna subterránea, lograría así asentarse en África, gracias a las condiciones climatológicas y a la familiaridad de los agricultores con el cultivo subterráneo de pequeñas semillas comestibles. «Astuto y angustiante, este relato informativo y compasivo descubre un capítulo poco reconocido en la historia de la esclavitud y el imperialismo europeo», resalta «Editores Semanales». «El juego geopolítico que Lewis describe en “Slaves for Peanuts” es antiguo y esencial para la formación del mapa mundial», destaca, por su parte, «África es un país».

A través de las vivencias de un conjunto de personajes, desde un misionero francés nacido en África que alberga a esclavos fugitivos hasta el líder del estado Wolof que ayuda al lector a navegar por la política del imperialismo francés, las líneas de Lewis desafían el contexto recogido en los libros de Historia y muestran la realidad de aquellas personas que apoyaron la esclavitud humana y también, muy especialmente, la de quienes la sufrieron.

«El libro de Lori Lewis hace más que dar vida a algo que con demasiada frecuencia olvidamos: la historia de la esclavitud en África. También encontramos una especie de versión africana de “El ferrocarril subterráneo” [de Colson Whitehead], y todo esto está conectado a un alimento cotidiano en cuya historia rara vez pensamos», elogia Adam Hoshschild, periodista y «best-seller» estadounidense.

Desde entonces y hasta hoy, el cacahuete sigue siendo una de las legumbres convertidas a fruto seco y alimento básico en un sinfín de países en todos los continentes, recetas culinarias, infinitas costumbres y tradiciones. Y no solo el preciado maní, sino también todos sus derivados. El aceite de cacahuete, hoy en día producido en grandes cantidades por toda la geografía mundial, o incluso también su efectivo uso como combustible.

En la actualidad, China encabeza la lista de mayores productores de cacahuetes del mundo, con 1,82 millones de toneladas al año, seguido de cerca por la India (1,54), Nigeria (0,364), Senegal (0,176), Estados Unidos (0,097) o Brasil (0,063). En cuanto a su ingesta, pocos productos tienen todavía tanta trascendencia en un país como Estados Unidos, donde sus habitantes consumen más de 680 millones de kilos de cacahuetes al año, aunque son muy pocos los que conocen a fondo su origen, la tumultuosa historia de este popularizado aperitivo, su íntima relación con la libertad y su oscuro pasado relacionado con la esclavitud.