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Héroes españoles casi olvidados

Una Cruz Laureada de San Fernando para Juan Cabañero Francés

El jefe provincial de Falange de Puertollano obtuvo de una manera excepcional la más alta recompensa al valor que concede España a sus héroes

Partida de falangistas armados en el patio de la Academia de Caballería de Valladolid Archivo

La Cruz Laureada de San Fernando es la más alta recompensa al valor que concede España a sus héroes. La extensa lista de requisitos para ser acreedor de ella son de una extraordinaria exigencia: la acción de guerra, hecho o servicio realizado debe ser una superación excepcional del deber, con sacrificios y riesgos, e incluso con la pérdida de la propia vida.

La acción, hecho o servicio no debe estar originado, como único impulso, por el propósito de salvar la vida, o por la ambición impropia y desmesurada que pueda conducir al interesado, o a las fuerzas de su mando, a un riesgo inútil o excesivo.

-Que se hayan tomado las medidas necesarias para obtener el mayor rendimiento de la acción con el mínimo número de bajas, incluso en el caso de que cumpliendo órdenes se llegue al sacrificio propio o al de sus fuerzas, si se tuviera el mando.

-Que el hecho tenga lugar en momentos críticos y difíciles, circunstancias que vendrán determinadas por la evolución de la batalla o combate o porque la acción se lleve a efecto encontrándose el interesado y sus tropas en manifiesta inferioridad frente al enemigo. Esta inferioridad se debe valorar en función de las fuerzas o armamento, posición en el terreno y defensas, abastecimientos, estado físico, heridas sufridas, moral de las tropas propias o reveses que les ocasionaron cuantiosas pérdidas.

-Que el protagonista se haya prestado voluntariamente para ejecutar la misión, conocedor de las extraordinarias dificultades y grandes riesgos que supone su realización.

Serán también acreedores de la Laureada, aunque no reúnan las condiciones anteriores, quien haya realizado un hecho heroico tan destacado que por su ejemplaridad constituya un poderoso incentivo, ejemplo, que repercuta en elevar y afianzar la moral en los Ejércitos.

En su casi totalidad los laureados son militares que las ganaron, en muchos casos a costa de su propia vida, durante un conflicto bélico. Los dos últimos laureados españoles fueron el brigada caballero legionario Francisco Fadrique Castromonte y el legionario Juan Maderal Oleaga durante la Guerra de Ifni-Sahara de 1957/58. Ambos murieron en combate. Un caso excepcional entre los laureados es Juan Cabañero Francés, un civil, abogado de Puertollano, que se hizo acreedor de la misma nada más comenzar la Guerra Civil española.

Asedio durante día y noche

Juan Cabañero era el jefe provincial de Falange Española de su localidad. El 18 de julio de 1936 una masa de mineros y militantes de izquierdas fueron al domicilio de la familia Cabañero, con el fin de asaltar la casa y con la excusa de retirarles unas escopetas de caza que tenían. No iba acompañados por agentes de la autoridad ni investido de ningún derecho salvo el de la fuerza. En la casa vivían el cabeza de familia Gregorio Cabañero Cabañero con su mujer María Francés y cuatro de sus cinco hijos: Juan, el mayor, de 28 años casado con Gloria embarazada de ocho meses; Fernando, estudiante de ingeniería de 18 y Eugenio de 13 años, junto a su hermanita Gracia.

Cuando la turba se presentó a las puertas de su casa los Cabañeros, conscientes de que les iba la vida en ello, no solo se negaron a entregar las escopetas, sino que también les prohibieron la entrada en su domicilio. Los militantes de izquierdas iban mandados por Leonardo Rodríguez Barrera. Hacía un mes que un falangista, Hernández Novas, había muerto asesinado en el pueblo tras haber sido tiroteado en la calle.

Atrincherados en su casa los cuatro hombres de la familia, armados con un par de escopetas y una pistola, decidieron convertir su vivienda en un alcázar. Eran las 11:30 horas de la noche. La fachada de la casa sufrió los numerosos disparos con los que se pretendía obligar a los Cabañeros a rendirse, quienes desde las ventanas mantenían con sus disparos a raya a los numerosos asaltantes. Los mineros pronto empezaron a lanzar cartuchos de dinamita que eran devueltos por Eugenio hasta que finalmente perdió uno de sus brazos por una explosión.

El asedio se prolongó toda la noche. Los Cabañero hacían una defensa sin futuro, se estaban quedando sin municiones, y los asaltantes les superaba en cien a uno, por lo que decidieron empezar a hacer un boquete en una pared para intentar que, al menos, se salvaran las tres mujeres de familia. A las dos de la tarde del 19 de julio, llegó un grupo de Guardias Civiles de una localidad vecina. Los sitiados pensaron que venían a rescatarles pero los guardias se unieron a los sitiadores. Situaron una ametralladora en la torre de una iglesia cercana y empezaron a rociar de balas a los tres hombres y un niño que les hacían frente. A las 2:30 horas caía muerte el padre, Gregorio Cabañero, para luego caer su hijo Eugenio de un disparo que, a pesar de tener el brazo destrozado, seguía ayudando a la defensa. Juan y Fernando abandonaron su casa, ya que la resistencia era imposible, siendo cazados en un pajar donde fueron asesinados tras quedarse sin municiones. Las mujeres de la familia Cabañero se salvaron del linchamiento gracias a la intervención de la Guardia Civil.

Mientras se producían estos combates fueron incendiadas las iglesias de la Asunción y de la Virgen de Gracia. Unos días después, el 26 de julio, fue asesinado el sacerdote Jaime Eusebio Cabañero Cabañero, hermano y tío, de los protagonistas de esta historia.

El 4 de enero de 1961 le fue concedida a Juan Cabañero Francés la Cruz Laureada de San Fernando a título póstumo, que le fue entregada a su hermana María Luisa. Asimismo, le fue concedida también la Palma de Plata de la Falange, condecoración nacida para recompensar el heroísmo de los falangistas.

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