Cultura

Memoria democrática

Terrorismo de extrema izquierda

En su último libro «Las víctimas del terrorismo de extrema izquierda en España. Del GRIL a los GRAPO», Carmen Ladrón de Guevara recupera los años de terror de algunas bandas izquierdistas

Contraposición de imágenes del antes y el después en la esquina entre las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara, lugar donde ETA atentó en 1986
Contraposición de imágenes del antes y el después en la esquina entre las calles de Juan Bravo y Príncipe de Vergara, lugar donde ETA atentó en 1986alberto r. roldánLa Razón

¿Por qué la ley de memoria democrática deja fuera a las víctimas de los terroristas de izquierdas y nacionalistas? Lo digo porque si la norma convierte a esos asesinos en luchadores por la democracia, esa ley desprecia el asesinato de esas personas. Las víctimas de esas bandas terroristas no fueron unas pocas, sino 120. Además, el objetivo de los asesinos era impedir la Transición a la democracia. Fueron la auténtica amenaza para el desarrollo del proceso de transición democrática, pretendiendo llevar el país a la guerra para condicionar la evolución política.

Lo cuenta Carmen Ladrón de Guevara en su último libro, titulado «Las víctimas del terrorismo de extrema izquierda en España. Del GRIL a los GRAPO» (Almuzara, 2022). La autora recupera los 50 años de terror a manos de bandas izquierdistas que asesinaron, secuestraron y robaron. No hay que olvidar que el mayor riesgo para la democracia en la Transición no fue el ruido de sables, sino el terrorismo. Eso también es «memoria democrática», la consideración de todos los peligros y de sus víctimas. Sería una ignominia que el Gobierno hoy emprendiera la tarea de blanquear el nombre de las personas y organizaciones que se dedicaron a matar y a sembrar el terror porque supuestamente eran «antifranquistas» y justifique o ningunee a los asesinados.

El objetivo de esas bandas terroristas que ahora el PSOE y su coalición Frankenstein presentan como «demócratas» eran la dictadura nacionalista en su región o la dictadura del proletariado en toda España. De democracia, nada. De respeto a los derechos humanos, menos. No todo el antifranquismo fue igual ni es equiparable un liberal o un socialdemócrata, a un miembro de Terra Lliure, los GRAPO o ETA. Era muy necesario un libro como el de Carmen Ladrón de Guevara para que los memorialistas no den el siguiente paso en la manipulación histórica basada en la ignorancia. Es muy conveniente recordar los nombres de las 14 organizaciones terroristas y de sus componentes, sus objetivos y acciones criminales. Por hacer un repaso breve de los menos conocidos: Frente Revolucionario Antifascista Vasco Aragonés (FRAVA), Colectivo Hoz y Martillo, Exèrcit Popular Català (EPOCA), Movimiento Por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario, o el Exército Guerrillheiro do Povo Galego Ceive. Todos actuaron durante los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición. Su objetivo era impedir el cambio a la democracia y provocar la guerra civil.

Ladrón de Guevara lo dice abiertamente: la ley de memoria democrática es una mentira porque intenta presentar a esos grupos terroristas como luchadores por la libertad, cuando en realidad la democracia se fundó a su pesar. Esos grupos querían pasar de una dictadura a otra. La ley olvida a las víctimas de estos 14 grupos terroristas, y son bastantes y vulnerables. Estamos hablando de que esos «luchadores» dejaron 185 huérfanos, de los cuales el 81% eran menores de edad. Quedan por resolver 41 de los 120 casos, lo que hace que 1 de cada 3 esté sin resolver, quedando en impunidad. Esto en lo que se refiere a los descendientes de los asesinados, porque también hubo supervivientes de los atentados, que todavía arrastran las secuelas. El segundo atentado del DRIL, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, uno de las 14 bandas, supuso el asesinato de la niña Begoña Urroz, el 27 de junio de 1960. La chiquilla de 22 meses era hija de un trabajador de Moulinex. Aquel día, mientras hacía unos recados, su madre la dejó con su tía, que trabajaba en la taquilla de Amara, en San Sebastián. La niña quedó abrasada por los efectos de una bomba, y murió. Esto no llevó a que los valientes luchadores del DRIL por los derechos humanos tuvieran ningún debate sobre sus métodos. No. Era una «víctima necesaria».

Una de las cosas sorprendentes es el olvido de estas víctimas, por ejemplo, de los 93 asesinados por los GRAPO. La prensa de la época no decía nada, o muy poco, sobre todo los medios de izquierdas. Era necesario un «Vida rotas», el libro dedicado a las víctimas de ETA, a las que fueron muertos por los GRAPO –la tercera banda más asesina de Europa– y los otros grupos. Esto ha hecho Ladrón de Guevara. Por cierto, si la Ley de Memoria convierte a los terroristas en luchadores por la democracia sería lógico que Pío Moa, que estuvo en los GRAPO, se pueda considerar elevado por el PSOE, Podemos y Bildu como un «héroe de la democracia» por haber sido terrorista en tiempos de Franco. Enhorabuena a todos.