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Sellos comunistas: la celebración de una vergüenza

Un juzgado paraliza la emisión por parte de Correos de un sello conmemorativo del centenario del Partido Comunista de España, que, salvo en la Transición, demostró un absoluto desprecio por las elecciones y la democracia y apoyó el golpismo y la represión

Sello de Correos conmemorativo del centenario del Partido Comunista
Sello de Correos conmemorativo del centenario del Partido ComunistaCORREOSCORREOS

Contar es de fachas. Está claro. No solo el centenario del Partido Comunista de España (PCE) fue el año pasado, no este, sino que las cifras del genocidio comunista en todo el planeta son discutidas, cuando no justificadas, por los nostálgicos de la dictadura del proletariado. Unos días después de la aprobación de la Ley de Memoria Democrática con el objetivo de convertir a totalitarios y terroristas «antifranquistas» en demócratas, Correos emite un sello de homenaje al PCE. La justificación de su director, Juan Manuel Serrano, es acorde al relato político: el partido comunista fue «motor de las fuerzas que lucharon por la democracia». La magistrada Carmen Casado del juzgado 30 de lo contencioso-administrativo de Madrid ha dictado un auto suspendiendo cautelarmente la emisión del sello tras una demanda presentada por Abogados Cristianos, al entender acreditada la urgencia de las medidas ante la inminente publicación del sello, prevista para el día 14.

El caso es blanquear el comunismo, no solo al español. Conviene recordar que la mayoría Frankenstein se negó el 23 de marzo de 2021 en el Congreso a condenar dicha ideología y su práctica. La propuesta fue en consonancia con la condena del Parlamento Europeo de 2019, que lo equiparaba con el nazismo. Y es que el gobierno de Sánchez es una anomalía en la Unión Europea. La afirmación de que el PCE fue un ejemplo de democracia es un insulto a los verdaderos luchadores contra todas las dictaduras. Podríamos quizá distinguir a aquellos del PCE que durante la Transición dieron la batalla interna contra los rupturistas, y que desaparecieron enseguida. Porque en una generación el partido quedó en manos de quien lloró por la caída del Muro de Berlín y de la URSS. De los eurocomunistas de Carrillo, sin olvidar que estaba manchado por la matanza de Paracuellos, donde fueron asesinadas 5.000 personas incluidos 50 niños, no sobrevive nada. Hoy el PCE está en manos de quienes maldijeron a Gorbachov y defendieron a Fidel Castro y Hugo Chávez, a cualquier dictadura comunista, aún siendo conscientes de que pisotean los derechos humanos.

Golpismo y revolución

La época de la Transición fue un paréntesis en la historia del PCE. Los comunistas han estado siempre en contra de la democracia liberal, pluralista y garantista a lo largo de la historia. Se separaron de los partidos socialistas porque entre 1917 y 1921 encontraron en la dictadura y el golpismo bolcheviques una solución más rápida. La violencia contra el «enemigo de clase» fue considerada una acción política necesaria, lo que legitimó el asesinato, la tortura y la liquidación de masas. Pasionaria es un buen ejemplo: defendió las checas y las matanzas de «fascistas» en España entre 1936 y 1939, con la misma pasión que el acuerdo de la URSS con Hitler para el genocidio polaco.

Los partidos comunistas despreciaban las elecciones y el parlamentarismo en la década de 1930 hasta que Stalin dio la consigna de los «frentes populares». Sin embargo, el objetivo no era defender la democracia frente al fascismo, sino debilitarla aumentando la polarización y el conflicto para luego hacerse con el poder. No defendieron la democracia. Un ejemplo: los comunistas alemanes votaron con los nazis en el Reichstag, su parlamento, para censurar al gobierno democrático. En ese sentido, el PCE fue un satélite de Moscú sometido al interés de la dictadura soviética. La historia de sus checas, de la represión en la retaguardia, cuando liquidaron a otros izquierdistas y republicanos, y de su sumisión a Stalin está ahí. La sed de sangre y el odio a la libertad del otro no acabó con la Guerra de España. El PCE aplaudió la «represión fascista» de los propios obreros en la República Democrática Alemana (RDA) en 1953, la de Hungría en 1956, y luego de Checoslovaquia en 1968, con miles de muertos y desaparecidos.

En una insólita pirueta ideológica, el PCE apoyaba el aplastamiento de los pueblos que pedían la independencia del sometimiento soviético, al tiempo que defendía el «derecho de autodeterminación» de las «naciones ibéricas». Esta incoherencia tenía el objetivo de desestabilizar los países democráticos, como hizo el bolchevismo desde Lenin. De hecho, hoy en su web se lee que aspiran a la “toma del poder político, el control de la actividad económica y la superación del sistema capitalista, con la mirada puesta en la construcción del socialismo en el Estado español”. Vamos, la imposición de la clásica dictadura comunista.