Cargando...
Sección patrocinada por

Historia

"Carpe diem": El eterno retorno de los clásicos contra la palabrería vacía

Para mirar al mundo con la razón y con el corazón no sirve la autoayuda banal, ni la tecnología, ni la inteligencia artificial. Así lo explica Emilio del Río en 'Carpe diem', editado por Espasa

'Últimas palabras del emperador Marco Aurelio' (1844), de Eugène Delacroix Museo de Bellas Artes, Lyon

¿Por qué la literatura y el pensamiento clásicos están de moda? Ante la crisis de todo tipo, desde el comercio a los valores, tras el colapso de las religiones y el fin de las ideologías, tras el fin de la historia –que al final no lo fue tanto– y el regreso de las pandemias, las migraciones y la guerra en Europa, en la era del rearme y de la nueva tensión armada, a todos nos sorprende ver referencias constantes en los medios a los estoicos, con Marco Aurelio a la cabeza, pero también a los epicúreos, a Platón y Aristóteles.

En suma, se vuelve a los grandes clásicos de la filosofía antigua, que han venido a sustituir en cierto modo la moda «new age» del budismo y de la psicología, y a ganar espacio en las librerías frente toda la legión de psiquiatras, «coaches» o neurocientíficos que nos prometían serenidad, paz y felicidad a base de sesiones, «mindfulness», somníferos o pastillaje variado. Ante las modas y tendencias de última hora que vienen de EE UU, afortunadamente hemos vuelto a reflexionar, con los textos de la filosofía de siempre, sobre los aspectos básicos de la existencia, sobre el propio concepto de la «buena vida», que enunciaron como pocos otros los pensadores clásicos.

Especialmente se ve en el auge de los autores de aquella edad en la que, como decía Flaubert, «el hombre estuvo solo». En las cartas del gran escritor francés una cita evoca el esplendor de la filosofía antigua, hablando de Lucrecio, el poeta epicúreo: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre». Esta cita, recordada por Marguerite Yourcenar en sus «Memorias de Adriano» –sin duda la mejor novela de su género escrita jamás– recuerda que el ser humano, en el fondo, tiene que aprender a vivir solo, a «aprovechar el momento» («carpe diem...», que diría Horacio) y vivir bien («eu zen», como querían estoicos y epicúreos), más allá de los dioses, los miedos, las esperanzas, las ideologías o las supersticiones. Para mirar al mundo con la razón no sirve la autoayuda banal, ni la tecnología ni la IA sustituyen a la reflexión en el autoconocimiento. Los clásicos pueden ser nuestros mentores.

Un arte contra la palabrería

La filosofía, que estuvo en el epicentro mismo de la sociedad antigua, sin duda, ha de volver para erigirse en una suerte de superación de toda esa palabrería vacía que parecía invadirnos, por parte de vendedores de felicidad que querían hacernos creer que es fácil conseguir la plenitud vital comprando sus píldoras mercantiles e innovadoras.

Pero es que, por muy bienintencionados que fueran, reparamos en que no son nada originales, sino que, las más de las veces, solo hacen lecturas simplificadas de la filosofía clásica: así pues, ¿por qué acudir a sucedáneos modernos si podemos ir a las fuentes originales, que siguen siendo tan vivas y actuales como siempre? Por eso celebramos esta puesta de moda de los clásicos en la sociedad actual: siempre tenemos el recurso a leerlos en sus nuevas y actualizadas traducciones, que abundan en editoriales como Gredos, Alianza, Cátedra o Arpa.

Últimamente, además, se suma también la destacada labor de divulgación de reconocidos expertos en el mundo clásico que han tomado la pluma para hacer, por fin en España, lo que muchos profesores anglosajones llevaban muchos años haciendo (y deberíamos hacer más aún): difundir a los clásicos para un gran público utilizando los medios de comunicación de masas.

Ahí hay que saludar muy calurosamente la publicación de libros como el más reciente de Emilio del Río, precisamente titulado «Carpe diem» (Espasa), que viene a mostrar esto mismo: que más allá de las recetas rápidas que nos vende la autoayuda contemporánea, todo eso ya lo leemos mucho mejor dicho y mejor escrito en autores mucho más grandes: los de la antigüedad clásica. Y no sólo son filósofos, sino también poetas como Horacio, Arquíloco o Lucrecio, que fueron maestros en el arte de vivir.

Del Río, conocido por sus emisiones sobre cultura clásica en RNE y por su incansable labor divulgativa en redes y medios, tiene la ventaja no solo de su excelente retórica, sino también de la mejor cualificación profesional, como profesor titular de Filología Latina en la Complutense. Su libro muestra que es posible divulgar para un gran público con estilo ameno, desenfadado, directo y atractivo, pero con el rigor que garantiza su conocimiento de la materia: por qué y cómo podemos vivir una vida más plena, mejor, más sabia y serena gracias a las lecciones de la filosofía y la literatura clásica grecolatina, de Homero a Virgilio, de Platón a Cicerón, Ovidio o Marco Aurelio

Se vuelve, pues, a lo clásico, y no solo a lo grecolatino, sino también, por ejemplo, a Montaigne, Cervantes o Shakespeare: también se puede aprender en sus páginas toda la emoción, el esplendor y la miseria del ser humano. Nunca se ausentaron (como los dioses), pero sí que vuelven con fuerza con sus obras.

También las grandes biografías, de Plutarco a Zweig, con sus momentos y vidas estelares, a veces excesivas o desmesuradas, desde Alejandro, Marco Antonio o Napoleón a María Estuardo. Y por supuesto las vidas de los buenos filósofos –de aquella era de oro que evocaba Flaubert–, como las de Diógenes Laercio, desde los presocráticos a Epicuro. Es estupendo, en suma, que volvemos la vista al pasado en pos de la buena mímesis de ejemplos, modelos y emociones sublimes vividas y exprimidas hasta el último momento.