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Las juergas más salvajes V
Juerga y guillotina: el último desfase de María Antonieta
La reina francesa, icono eterno de la moda, daba fiestones incluso con la Revolución Francesa en marcha

En su famosa biografía de la monarca, publicada en 1932, el prestigioso Stefan Zweig describía a la joven aristócrata como “traviesa, falta de atención, alborotadora, de una vivacidad mercurial, a pesar de su gran facilidad de comprensión, la pequeña María Antonieta jamás ha mostrado la menor inclinación a ocuparse de ninguna cuestión seria”, destaca de manera implacable. Durante mucho tiempo, solo era un cuerpo juvenil, columpiado por todos los lujos materiales conocidos en la época. “Quizá sólo ese no saber y no querer saber de toda la tragedia y tristeza del mundo era lo único que podía dar al rococó su gracia hechicera, su encanto leve y despreocupado; sólo quien no conoce la seriedad del mundo puede jugar de forma tan dichosa”, sentencia Zweig.
La fiesta de la que hablaremos se celebró el 2 de octubre de 1789 en el Salón de los Espejos, el corazón del palacio de Versalles. Este era la estancia destinada a los grandes bailes y fue redecorada con telas finas y detalles dorados. Candelabros de cristal iluminaban la sala, proyectando una luz vibrante que realzaba la majestuosidad del espacio. La música comenzó a sonar al tiempo que los invitados hacían su entrada. Las mujeres lucían vestidos de seda y satén con elaborados detalles de encaje y joyas brillantes. Los hombres vestían trajes confeccionados a medida, rematados con chalecos bordados y sombreros de etiqueta.
Terciopelo azul
El momento estelar fue la aparición de María Antonieta, que llegó vestida con un deslumbrante traje de terciopelo azul. La reina, el gran referente de la moda de su época, llevaba el cabello adornado con plumas y piedras preciosas. A pesar de la hostilidad del clima político, su imagen proyectaba glamur, seguridad y sensualidad. Se bailaron minuetos y valses, con pasos cada vez más atrevidos. Por unas horas, las tensiones políticas quedaron suspendidas. Fue una noche marcada por el esplendor, el refinamiento y la evasión de la imagen del cadalso que esperaba a muchos invitados, incluida la anfitriona.
María Antonieta fue una celebridad tan odiada como amada. Muchos la llamaban "la sanguijuela de Francia" por su vida de derroche y desenfreno. Irritaban tanto sus fiestas suntuosas como los pequeños detalles, por ejemplo empolvar sus pelucas con harina cuando la muchos franceses no podían comer pan. También levantaba sospechas su pertenencia a una monarquía extranjera, los austriacos Habsburgo, con quienes mantenía una comunicación constante, algo natural en una chica que se casó a los catorce años y se convirtió en reina a los dieciocho. La prensa de la época tampoco la trató bien, retratándola como un ser mediocre, disoluto y antipático que salía a buscar de forma clandestina lo que no encontraba en el lecho del rey de Francia.
Además era odiada en el país por haber tardado siete años en dar herederos para el trono. Esto alimentó historias grotescas sobre su rechazo a acostarse con el rey, además de exageraciones sobre que le ignoraba para estar con sus amantes. En todo caso, ella representa mejor que nadie el paso del barroco al rococó. Impulsó que los colores apagados como el negro y el marrón fueran reemplazados por tonalidades más vivas, y las telas sencillas cedieron paso a tejidos lujosos y brillantes como la seda, el brocado y el mencionado terciopelo. Los vestidos femeninos adoptaron formas más sueltas, etéreas y sugerentes. Bajo su influencia, la exuberancia, el exceso y el refinamiento empaparon tanto Versalles como París. Muchos piensan que las fiestas de la reina confirmaban su desconexión de la realidad, pero esto no es cierto: tanto ella como la familia real sabían el riesgo que corrían y trataron de fugarse varias veces. En verano de 1791, la familia trató de huir en carroza disfrazados, pero fueron reconocidos. El episodio disparó la desconfianza de los franceses y aceleró el proceso revolucionario.
Su influencia
El estilo de María Antonieta ha sido muy influyente en grandes estrellas actuales como Madonna, Katy Perry y Sofía Coppola, que le dedicó una película en 2006, animada por música ochentera y alternativa de los noventa. La joven reina era una fiestera incansable, acostumbrada a organizar banquetes, fiestas de disfraces y pilla-pillas corteses en el jardín de palacio. María Antonieta ayudó a diseñar el “Bosque de la Reina” de Versalles, que incluye un jardín laberíntico con 39 estatuas que representaban fábulas de Esopo.
Sofía Coppola quiso contar el hedonismo de la reina como metáfora de la sensibilidad adolescente y además rendir tributo a su música preferida. “Muchos grupos de los años 80 tenían una visión romántica del siglo XVIII y siempre quise meterme en esa especie de nuevo espíritu decadente, y que los colores y la música lo reflejaran”, comentaba durante el rodaje.
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