Bajo el macabro letrero que reza
«Arbeit macht frei» («El trabajo os hará libres») con el que los nazis recibían a los judíos, el señor que en la imagen parlamenta con Felipe VI, situado entre el Monarca y la ministra de Asuntos Exteriores, a la sazón Arancha González Laya, es
Álvaro Enrique de Villamor, cónsul del Lugar de la Memoria Auschwitz-Birkenau en España, nombrado como tal hace un lustro por la Red de la Diplomacia del Instituto Auschwitz Birkenau de Polonia. La instantánea corresponde a la visita de la delegación española, encabezada por los Reyes, a los campos de concentración de Auschwitz –convertidos en museo de la memoria y de los horrores desde 1947– el 27 de enero de 2020 –poco antes de que una pandemia paralizase el mundo– con motivo de los 75 años de la liberación de la principal «granja» de exterminio nazi a manos de las tropas soviéticas.
Hoy, cuando
se cumplen justo 80 años desde que se abriesen las cancelas de Auschwitz, el cónsul Enrique de Villamor, con quien hemos tenido la oportunidad de conversar,
volverá a tener el honor de saludar a de Don Felipe, Doña Letizia y la delegación española si las circunstancias lo permiten, así como del ministro de Memoria Democrática Ángel Víctor Torres, enviado por tacticismo político del Gobierno de Pedro Sánchez, que pretende incluir esta fecha en los fastos franquistas, por un espacio que se conoce al dedillo –asegura haberlo visitado en más de cien ocasiones pese a sus reticencias iniciales cuando vivía en Polonia– y que, según sus impresiones, a medida que ha ido visitándolo
«lo veo de manera distinta: desde el shock inicial, ahora para mí es un lugar de reflexión que hace que me reconcilie con la importancia del templo, que me permite pararme a reflexionar realmente sobre mi vida, sobre la vida».
Algo evidente es que el paso del tiempo, por un lado, deja cada vez menos supervivientes del Holocausto –probablemente esta sea la última fecha redonda en la que contemos con los testimonios directos de sus ancianos protagonistas– y, por otra parte, nos aleja cada vez más de los hechos, agravándose el peligro de la desmemoria y la posibilidad de contemplar este lejano episodio como un hecho de ficción que parece que ni hubiese sucedido ni, por tanto, pudiera volver a darse. De ahí la importancia de «la repetición en el tiempo», como dice el cónsul español. «Olvidar significa enfrentarnos luego a realidades que, aunque hayan sucedido, nos pillen desprevenidos –apunta Enrique de Villamor–. Es fundamental que esa memoria, a pesar de que hayan pasado 80 años, se mantenga viva: lo importante es que queden las palabras, el mensaje que han ido dejando sus protagonistas a lo largo de todos estos años».
Nos cuenta orgulloso el diplomático de Auschwitz en España que este año pasado, 2024, se ha batido el récord de visitas a los tres campos de hacinamiento, trabajo y exterminio que componen Auscwitz-Birkenau: más de dos millones y medio de visitantes. «Aunque –admite Enrique de Villamor– cada vez es más difícil transmitir esta realidad, especialmente a los jóvenes, porque se tiende a la banalización de los hechos».
He ahí una clave: la banalización, frivolización o turistificación. Prueba terrible y evidente de ello son las fotos y los «selfies» que, a diario, vemos en redes sociales de los visitantes del Lugar de la Memoria posando frente a los barracones o la cámara de gas como quien lo hace ante la Torre Eiffel o en las gradas del Santiago Bernabéu. Saca morritos, mete barriga. ¡Sonríe! Esto es parte de la miserable conversión de la visita a Auschwitz, o a otros campos nazis como Dachau o Mauthausen, en una experiencia: en Google, el Museo Estatal Auschwitz-Birkenau tiene una valoración de 4,8 estrellas sobre 5; una usuaria dice que «es súper fuerte» pero que «merece la pena ir»; y otro informa de que «hay aparcamiento gratis en las inmediaciones».
Nuestro cónsul achaca «la mayor culpa de la banalización de estos lugares tan importantes a cómo se proyecta también desde las propias agencias de viajes, que aprovechan la afluencia y lo enfocan de una manera que no es la correcta». Y añade que «no entiendo cómo se puede incluir en un paquete turístico la visita al memorial Auschwitz junto a las minas de sal de Wieliczka», comenta indignado por un folleto que le han entregado en mano esa misma mañana paseando por Cracovia.
¿Esto lo sabe la juventud?
Eduardo de Ocampo es el segundo de a bordo de Enrique de Villamor en el consulado, con sede en Burgos, por cierto, y advierte de que «cuando, en diferentes contextos, charlando con jóvenes, saltan preguntas como estas: ‘‘¿sabéis que es Auschwitz? ¿El Holocausto?...’’, en muchas ocasiones asoman caras de asombro. ¡Por vez primera oyen estas palabras! Estamos ante un serio problema». Precisamente, para combatir este desconocimiento –«además, en estos tiempos digitales los jóvenes se sorprenden menos, les cuesta distinguir lo real de la ficción con los videojuegos y las pantallas», dice el cónsul–, los custodios de la memoria de Auschwitz-Birkenau en España, en colaboración con la Universidad de Burgos, organizan expediciones educativas –«no los llamamos viajes para distinguirlos del turismo»– con los estudiantes: «Esta experiencia que ofrecemos a los jóvenes es muy importante y yo creo que hay que multiplicarla a todos los lugares de la memoria, fundamentales para desmarcarnos de esa frialdad que llega a provocar la banalización de estos lugares para devolverles la dignidad que requieren», expresa Álvaro Enrique de Villamor.
Uno de estos «destinos educativos, nos relata el cónsul, consiste en una expedición a la inversa: partimos de Estonia visitando cárceles y campos de concentración de la II Guerra Mundial relacionados con la Solución Final, que se lanza en 1942, hasta llegar a la preciosa villa donde media docena de jerarcas nazis pusieron en marcha la atroz idea. Es una imagen apocalíptica ver cómo a lo largo de miles de kilómetros se sembró la muerte». Y abunda De Villamor, pedagógico: «Lo hacemos así para conocer los peligros de Auschwitz, no como consecuencia sólo, sino como causa: quién lo provoca, de dónde procede. Que sean conscientes del peligro de una idea bien implementada lo que puede provocar: una suerte de onda expansiva que arrasa con medio mundo».
Los peligros del populismo
Hace unos días vimos al magnate Elon Musk, mano derecha de Donald Trump, hacer lo que parecía el saludo nazi durante la investidura del republicano como presidente de Estados Unidos. El partido AfD (Alternativa para Alemania), donde se reúnen euroscépticos con nostálgicos del III Reich, cada vez encuentra más votantes, con un buen caladero joven. El antisemitismo alcanza su nivel máximo en lo que llevamos de siglo dada la ofensiva del Gobierno de Israel, encabezado por Netanyahu, contra Palestina y Hamás.
Estos son algunos de los ejemplos del rebrote de la demagogia política mundial –«Goebbels se mira en el espejo. Y ve a muchos chicos con su corte de pelo», canta el grupo Alcalá Norte– y los peligros que esta conlleva.
Así, Enrique de Villamor advierte del «peligro de los populismos» porque «lanzan estas ideas que ensalzan el ardor guerrero a sociedades que no están igual preparadas porque no se educa en pensar, no se educa a los jóvenes en la importancia de tener ese ejercicio diario de pensar, de reflexionar». «Un mensaje populista –abunda el cónsul– es un mensaje sensacionalista con unos fines bastardos que no dice lo que realmente dice. ¿Cómo saber que esto es un antivalor? He ahí la importancia de la educación en valores democráticos para distinguir lo que es un valor relativo».
«Habitualmente nos dejamos llevar por las palabras de forma cómoda buscando recibir los mensajes ya mascados y digeridos para simplemente repetirlos y parecer o dar a entender que entendemos. Es necesario tomar una posición más activa, crítica, y en ello debemos trabajar para ser libres de la manipulación, a veces con consecuencias catastróficas, como las sufridas en la Europa de la Segunda Guerra Mundial», recalca De Villamor.
Démosle una vuelta al letrerito: «Gedanke macht frei», sí, el pensamiento nos hará libres.
LA MEMORIA EN ESPAÑA, UN ARMA ARROJADIZA
No siempre recordar es positivo, sano. Más bien cabría decir que según cómo se recuerde o con qué fines se haga memoria: si estos son bastardos sólo traerán problemas. Es obvio que la labor de los memorialistas de Auschwitz es encomiable: colgando de la percha del presente un asunto del pasado para que no olvidemos sus lecciones. Sin embargo, en nuestro país, desde que se implementaran las leyes de memoria «histórica» y «democrática» únicamente se ha conseguido reabrir unas heridas que parecían cauterizadas por la Transición. Preguntado por la cuestión, el cónsul de Auschwitz asegura que «tenemos un problema muy grave en España de no enfrentarnos a la Guerra Civil, por muy duro que sea. Y cuando lo hacemos se utiliza de arma arrojadiza de unos contra otros». Y prosigue: «Estoy acostumbrado a ver aquí en Polonia cómo se trabaja el problema de la II Guerra Mundial: el asunto de la culpa, del verdugo, de la víctima, de la acción, del socorro, etcétera, desde las distintas perspectivas».