Cuando Felipe VI avisó de que sólo se casaría por amor
El futuro matrimonio del Príncipe heredero fue motivo de preocupación; sobre todo, a raíz de sus escarceos amorosos y de su largo idilio con Isabel Sartorius
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Como digno Borbón, Felipe VI se distinguió desde joven por su encendida pasión por las mujeres. Con dieciséis años dio ya muestras de su gran capacidad enamoradiza, como advertía José Antonio Alcina, a quien Don Juan Carlos confió la educación de su heredero en 1984, nombrándole cuatro años después ayudante-secretario de Felipe, hasta 1993. «Victoria Carvajal, Viky -recordaba Alcina-, hija de los marqueses de Urquijo, fue quizá el primer enamoramiento de Don Felipe, la primera atracción, el primer amor conocido de su juventud. Don Felipe sólo tenía ojos y tiempo para la atractiva Victoria».
Un año antes, en 1983, preguntado sobre su futuro matrimonio, el Heredero había respondido muy razonablemente: «Es muy pronto para pensar en eso. Antes hay que mantener relaciones con las casas reinantes europeas». Pero cuatro años después, en 1987, su respuesta a la misma pregunta fue ya muy diferente: «El matrimonio lo tengo muy lejano. Ni me preocupa ni pienso en ello de momento. Pero desde luego me casaré por amor con la mujer que me guste y de la que me haya enamorado. No me siento obligado a buscar esposa entre la nobleza europea».
A principios de 1998 sostuve una reveladora conversación con Juan Balansó, uno de los grandes expertos en casas reales y dinastías europeas. Balansó y yo establecimos una cordial relación quebrada por su dolorosa muerte, en junio de 2003. Mientras almorzábamos en el restaurante madrileño La Fonda, él sacó a relucir un tema que le preocupaba mucho: el futuro matrimonio del Príncipe heredero Felipe de Borbón y Grecia. Sobre todo, a raíz de los escarceos amorosos de éste y de su largo idilio con Isabel Sartorius desde 1989 hasta 1993. Hija de Vicente Sartorius Cabeza de Vaca, marqués de Mariño, y de Isabel Zorraquín, Sartorius trabajó como relaciones públicas en el grupo KIO y su relación con el Príncipe, tres años menor que ella, sembró la inquietud entre los monárquicos históricos. Especialmente, después de un comentario del periodista Raúl del Pozo, tras asegurar que el Príncipe de Asturias, perdidamente enamorado de Sartorius, estaba dispuesto a renunciar a sus derechos a la Corona con tal de casarse con ella.
La noticia bomba resucitó el viejo debate de los matrimonios reales en España, provocando la alarma y el disgusto entre los monárquicos ortodoxos, cuya cabeza más visible era la de Don Juan de Borbón. Precisamente, el Conde de Barcelona había mostrado en privado su preocupación por el futuro matrimonio de su nieto. Balansó estuvo con él cuando desahogó su angustia al sentir que podía peligrar el futuro de la dinastía si su nieto contraía algún día matrimonio morganático, como así sucedió al final. No en vano, Don Juan era consciente de que si él era el legítimo depositario de los derechos de la Monarquía en el exilio, pese a ser el tercer hijo varón de Alfonso XIII, era precisamente gracias a las renuncias al trono de sus dos hermanos mayores: Alfonso, Príncipe de Asturias, desposado con la cubana Edelmira Sampedro; y Jaime, sordomudo y casado con Emanuela Dampierre. Felipe ya discrepó entonces con su abuelo Don Juan al afirmar que «no me siento obligado a contraer matrimonio con una persona de procedencia real».
Y tenía razón: con la Constitución de 1978 en la mano, podía casarse con quien quisiera, siempre que el Rey y las Cortes no se opusiesen al enlace. Fuese por presiones de la propia Casa Real ante las que cedió al final el Príncipe o debido también en parte a desavenencias entre la pareja, acosada por los paparazzi y criticada por los monárquicos ortodoxos, Sartorius acabó zanjando públicamente su relación con el Heredero al trono de España en julio de 1993. Fue reemplazada en el corazón de Felipe por Giselle Howard. Nacida en 1972, esta norteamericana de Georgia lo encandiló mientras estudiaba en la Universidad de Georgetown, Washington. El periodista Carlos Hugo Arriazu sorprendió a la pareja retozando en la isla caribeña de Saint-Martin y luego prosiguió su investigación en Nueva York, llegando a ser encarcelado por ello.
Mientras, Gigi Howard reaparecía en Madrid en abril de 1998. «Después de verse con Don Felipe –recordaba Balansó– se paseó por la capital escoltada por dos policías que no permitían fotografiarla. Puesto que su compromiso con el Heredero de la Corona aún no se ha anunciado [ni se haría jamás, obviamente], nadie comprende en virtud de qué prerrogativa especial la señorita Howard disfruta ya de escolta y de qué partida y por qué concepto se deduce».
La condesa alemana Carolina de Waldburg, con rango de princesa, ocupó también un lugar en el corazón de Felipe de Borbón y Grecia desde abril de 1996 hasta octubre de 1997. Nacida en Múnich en 1971, estuvo enamorada del Príncipe, por lo que se instaló en Madrid y aprendió con admirable tenacidad el castellano. Los monárquicos medulares vieron en este posible enlace la culminación de sus aspiraciones. Pero, una vez más, la relación se rompió. Felipe conoció entonces a la bella modelo noruega Eva Sannum, a quien había visto por primera vez en Oslo durante el sesenta cumpleaños del rey Harald. Igual que hiciera Carolina de Waldburg, la Sannum se instaló en Madrid durante tres meses para aprender español mientras trabajaba en la agencia de modelos Magic. Pero en diciembre de 2001, el Príncipe zanjó el idilio ante los medios de comunicación: «La relación no ha prosperado, y punto», sentenció.