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La primera infanta fotomodelo de la realeza española

Que una adolescente de la nobleza posase ante las cámaras desató todo tipo de habladurías dentro y fuera de palacio
Cuentan que la infanta María Cristina (en el anuncio) tenía un carácter "fuerte"
Cuentan que la infanta María Cristina (en el anuncio) tenía un carácter "fuerte"La Razón

Madrid Creada:

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Fecha: 1925. Con tan sólo quince años, la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg, hija de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, se convirtió en… ¡modelo publicitaria!
Lugar: Madrid. Rubia y de ojos azules, la infanta era un calco de su madre y la firma de cosméticos Camomila Intea utilizó su flamante cabellera como reclamo publicitario.
Anécdota. El hecho de que toda una infanta de España posase entonces ante las cámaras, siendo encima adolescente, desató todo tipo de habladurías dentro y fuera de palacio.
Con tan sólo quince años, la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg (1911-1996), hija de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, se convirtió en... ¡modelo publicitaria! Rubia y de ojos azules, de una belleza singular, la infanta era un calco de su madre, tal y como corroboraba su hermana mayor Beatriz a la escritora Pilar García Louapre: “Mi hermana –afirmaba la infanta– era bellísima. Todos decían que había heredado la belleza de mi madre. Yo nunca tuve envidia de ella; con mi cariño yo no hubiese sido capaz… Tenía un carácter fuerte pero ¡era tan buena!... Era buena, buena. Hizo mucho bien”.
La firma de cosméticos Camomila Intea utilizó su rubia cabellera como reclamo publicitario en varios anuncios publicados en las revistas El Hogar y la Moda y La Esfera. El hecho de que toda una infanta de España posase entonces ante las cámaras, siendo encima adolescente, desató todo tipo de habladurías dentro y fuera de palacio. Al parecer, la propia reina Victoria Eugenia había acordado con la firma de cosméticos una suma de dinero para entregarla luego a una de las numerosas asociaciones benéficas que ella misma patrocinaba y en la que participaba su hija María Cristina, convertida así en la primera fotomodelo de la realeza española.
Reproduzcamos a continuación el curioso y extenso texto del anuncio: “Pese a nuestra leyenda de mujeres de ojos negros y pelo como la endrina, cuando una española resulta rubia es... dos veces guapa: una vez por ser española y otra por ser rubia. Para que no haya discusión posible sobre este punto, nos hemos permitido reproducir la admirable foto de Franzen, donde la belleza de la augusta hija de nuestros Reyes, S. A. la Infanta Doña María Cristina, aparece plasmada con singular acierto”.
Y continuaba así: “Rubia es la Infanta; nimba su belleza el oro pálido de un rubio espléndido, y así sería, por fuerza, la imagen de aquella que el poeta soñó digna de ser morena y sevillana. Claro que esa rubia cabellera de la Infantita no es lo general: lo corriente es que las niñas, rubias en sus primeros años, vean oscurecer sus cabellos a medida que transcurre el tiempo, y así resulta que cuando llegan a mayores nada recuerda ya el rubio de su infancia. Para evitarlo conviene usar la Camomila Intea, simple sustancias de manzanilla que mantiene el rubio natural y además disimula el vello a causa del tono de color que le presta, de forma tal que a la vista queda imperceptible y al tacto como una deliciosa pelusilla”. Verlo para creerlo.
Entre tanto, con veinticuatro años cumplidos, María Cristina se resistía a casarse. Su hermana Beatriz, primogénita de Alfonso XIII, había contraído matrimonio morganático con Alessandro Torlonia el 14 de enero de 1935, en Roma. De modo que en María Cristina recayó entonces, como hija menor del monarca, y hasta el nacimiento de la primogénita de su hermano don Juan, el 30 de julio de 1936, la condición de “heredera del heredero del trono”, en certeras palabras de Juan Balansó. Es decir, que si en ese intervalo de tiempo don Juan hubiese fallecido, la infanta María Cristina se habría convertido en la radiante princesa de Asturias. Pero tal cosa, como es obvio, jamás sucedió.
Igual que a Beatriz, el estigma de la hemofilia acosó a María Cristina, como ella misma recordaba: “Debo decir que en aquellos tiempos yo era bastante mona y no me faltaron pretendientes. Pero siempre había un momento en que me preguntaban por la hemofilia… ¡A mí me parecía una falta de todo y me los quitaba de encima!”.
Más tarde, según ella, pensaron en casarla con el rey Leopoldo de Bélgica, tras enviudar éste de la reina Astrid, en 1935. La propuesta, según Balansó, era factible pues el monarca belga tenía asegurada ya la sucesión con dos hijos varones, de forma que si nacían otros enfermos de su matrimonio con María Cristina hubiesen quedado relegados en el orden sucesorio.
Su propia hermana Beatriz confirmaba a García Louapre las verdaderas intenciones del monarca belga: “En un cierto momento el rey de Bélgica, Leopoldo, se quiso casar con ella pero mi hermana no aceptó. No quería ser reina y yo la comprendo”.
Finalmente, el 10 de junio de 1940 María Cristina se decidió a contraer matrimonio en Turín con otro viudo, padre de tres hijos, lo cual aliviaba su responsabilidad en caso de traer vástagos hemofílicos al mundo. Se trataba de Enrico Marone, dueño y director de la popular firma del vermú Cinzano.

ESPERANZA MÉDICA

La trágica muerte de los hermanos de la infanta Cristina –el primogénito Alfonso y el benjamín Gonzalo de Borbón y Battenberg–, ambos hemofílicos, impresionó tanto a ésta, que no dio finalmente el gran paso hacia el altar con Enrico Marone hasta que, con veintinueve años, un especialista le aseguró que era perfectamente posible curar a los niños hemofílicos, transfundiéndoles sangre al poco de nacer. A la infanta María Cristina, como a su hermana Beatriz, le sonrió al final la fortuna, pues alumbró a cuatro preciosas niñas, sorteando así la presencia de hemofílicos en la primera generación de sus descendientes. Fue así como la maldición de la hemofilia, introducida por el rey Alfonso XIII en la Casa Real española al desposarse con Victoria Eugenia de Battenberg, portadora del gen, no afectó finalmente a la infanta que tanto miedo e incertidumbre tuvo a la hora de contraer matrimonio por esa poderosa razón.

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