Putin y el Vaticano
El inquilino del Kremlin es el líder político que más veces ha visitado la sede central de la Iglesia Católica
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La fecha: 2000. La primera reunión de Putin con Juan Pablo II fue decepcionante para el Pontífice, confiado en la capacidad mediadora del ruso ante la Iglesia Ortodoxa.
Lugar: El Vaticano. Putin y Juan Pablo II se vieron por última vez en noviembre de 2003 con la presencia de un traductor, pues el Papa nunca dominó el ruso.
La anécdota. En 2019 Putin llegó al Vaticano con una hora de retraso para ver a Francisco, con quien charló sobre la presencia de Rusia en Venezuela y Ucrania.
Al mes siguiente de su victoria electoral, en junio de 2000, el nuevo zar de Rusia Vladímir Putin se vio las caras por primera vez con Juan Pablo II en el Vaticano. Un antiguo preboste del KGB posó así en las imágenes oficiales junto al hombre que seguía estando en el punto de mira de los servicios de inteligencia comunistas, que lo habían fotografiado en traje de baño en la piscina del Castel Gandolfo mientras pasaba sus vacaciones veraniegas tras el atentado frustrado de 1981.
Vladímir Putin rodeó la Plaza de San Pedro acompañado por un impresionante cortejo de diecinueve automóviles y no transmitió luego al Pontífice ni el menor atisbo de invitación para visitar Rusia, tal y como esperaba la Santa Sede. La reunión se centró, según la escueta nota informativa vaticana, en el análisis «del papel de la Santa Sede y Rusia en el proceso de integración entre Oriente y Occidente, en el cual, a juicio del presidente Putin, la misión de la Santa Sede es particularmente importante».
La actitud esquiva de Putin contrastaba con la de sus predecesores, Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, quienes, al menos de modo formal, habían intentado un gesto de distensión y amistad con la Santa Sede. La reunión resultó ser al final un revés diplomático para el Vaticano y una completa decepción para el propio Juan Pablo II, confiado al principio en la capacidad mediadora de Putin ante la Iglesia Ortodoxa rusa.
No en vano, la Prensa italiana había especulado la víspera del encuentro con la posibilidad de que el presidente mediase ante el patriarca ortodoxo ruso, Alexis II, para cumplir el sueño dorado de Juan Pablo II de peregrinar a Moscú. El 15 de enero de 2002, Vladímir Putin declararía al periódico polaco «Gazeta Wyborcza» que tenía la «voluntad de invitar al Papa en algún momento», pero la decisión última sobre la visita del Pontífice a Rusia «desgraciadamente, no depende de mí», adujo, a modo de excusa, sino de la jerarquía de la ortodoxia rusa. Curiosa declaración, dada la naturaleza de las relaciones entre el Estado y la Iglesia rusas durante siglos, así como por las conexiones con el KGB tanto de Putin como del patriarca Alexis II.
Putin y Juan Pablo II volvieron a verse por última vez a solas en noviembre de 2003, con la única presencia de un traductor, pues el Papa, pese a su condición de políglota, nunca logró dominar el ruso. Tras la conversación por espacio de 35 minutos, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, dijo que habían tratado «del conflicto de Tierra Santa y de la situación iraquí», además de abordar el papel de los católicos en Rusia y su estructura eclesiástica. Y, una vez más, Putin abandonó el Vaticano sin cursar la invitación al Papa para visitar su nación.
El viaje a Moscú volvió a plantearse en marzo de 2007, con motivo de la primera y única visita oficial de Putin a Benedicto XVI, que reflejó una peculiar voluntad de entendimiento mutuo. Por parte del Papa, porque necesitaba la cooperación del Kremlin para viajar al fin a Moscú y entablar un diálogo directo con el patriarcado ortodoxo ruso; y por la de Putin, porque le convenía la aquiescencia vaticana en su esfuerzo por hacer de Rusia una potencia política y económica de ámbito europeo.
Vladímir Putin volvió a pisar el Vaticano en noviembre de 2013, esta vez para reunirse con el Papa Francisco, un mes después de que Rusia y la Santa Sede pidiesen a los Estados Unidos que no interviniese militarmente en Siria. El presidente regaló al Pontífice un hermoso icono de la Virgen de la Ternura, se santiguó ante él y lo besó. Francisco hizo luego lo mismo que él.
En el año 2015 ambos se reencontraron por segunda vez en el Vaticano, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia. Y, por tercera y última vez, en 2019, cuando Putin llegó al Palacio apostólico con una hora de retraso. Charlaron sobre la presencia de Rusia en Venezuela, Siria y Ucrania. El Papa Francisco le entregó al final una copia del mensaje de la paz que repartía entre los líderes mundiales.
Una vez más, la posible visita del Pontífice a Rusia resultó ser un mero espejismo. Ningún Papa en la historia había viajado a Moscú hasta entonces, mientras Putin se convertía en el líder político que más veces había visitado el Estado del Vaticano. Las grandes paradojas pertenecían ya a la intrahistoria del Kremlin y de los romanos pontífices.
[[H4:El otro «sacerdocio»]]
Putin estaba persuadido de que su antigua pertenencia al KGB, sucesor remoto de la Cheka de Féliks Dzerzhinsky e inmediato predecesor del FSB, imprimía carácter de por vida, como el sacerdocio. Aunque el suyo, claro está, no era un sacerdocio ministerial. Nada de papas. Desde joven, su verdadero sueño lo extrajo de las novelas de suspense que leía con fruición. «Incluso antes de terminar el colegio, anhelaba trabajar ya en el servicio de espionaje. Era mi sueño, aunque me parecía tan posible como volar a Marte», les contó a sus entrevistadores para una conversación en formato de libro, «En primera persona» (2000). «Las novelas de espías –evocaba también Putin–, como “El escudo y la espada” [de Vadin Kozhévnikov, publicada tras la IIGM y dedicada a las proezas de los agentes soviéticos en la retaguardia alemana de Berlín] me cautivaron».