La infancia atribulada pero feliz de Karol Wojtyla, por paradójico que resulte, permanece hoy eclipsada en cierto modo por el personaje de
Juan Pablo II que todo el mundo conoce. Ahondar por ese motivo en sus raíces ayuda, sin duda,
a conocer mejor al hombre que rigió los designios de la Iglesia Católica durante veintisiete años nada menos como el pontífice número 264.
El árbol genealógico de los Wojtyla-Kaczorowska era bien frondoso. La familia
Wojtyla provenía de Czaniec, una aldea en el distrito administrativo de Bielsko-Biala, al sur de Polonia. El miembro más antiguo registrado hoy en la parroquia de Czaniec es Maciej Wojtyla, nacido en 1756 y desposado con Marianna Kowalska, el mismo apellido que Santa Faustina, curiosamente, a quien Wojtyla profesaba gran devoción como
lo evidencia su decisión de beatificarla y canonizarla con solo siete años de diferencia durante su largo pontificado. El bisnieto de Maciej, llamado como él y zapatero remendón, fue el abuelo de Karol. De su primer matrimonio con Anna Przeczek nació su primogénito hijo Karol, padre del futuro Papa.
La rama materna Kaczorowska provenía en cambio de los alrededores de Szczebrzeszyn, en la región de Zamojszczyzna, donde en 1741 nació Jan Kaczorowski, tatarabuelo de Karol. Su hijo Mikolaj, nacido en 1797, trabajó en los establos del conde Andrzej Zamoyski. Desposado finalmente con Urszula Malinowska, tuvo un hijo llamado Feliks Kaczorowski, casado a su vez con la hija del zapatero Maciej Wojtyla, llamada Maria Scholz y dedicada al negocio de la marroquinería. El quinto hijo de este matrimonio fue precisamente Emilia, la madre de Karol.
El recuerdo más antiguo de la infancia de Lolek, apelativo familiar extendido a sus amigos, lo conservaba aún después de tantos años su maestra de preescolar, la hermana Filotea. Con tan sólo cuatro años, Lolek iba ya a la escuela maternal de las nazaretanas de Wadowice, su pueblo natal, en la calle Lwowska. La hermana Filotea lo recordaba como un niño alegre y vivaracho. Cierto día, ella lo vio subido a un árbol mientras un perro le ladraba con rabia desde abajo. Las monjas temieron que pudiese morderle y corrieron en su ayuda, pero Lolek ni se inmutó. El niño estudió los cuatro cursos de enseñanza primaria en Wadowice y luego fue a la escuela neoclásica secundaria del Instituto Público Martín Wadowita. Su clase en el instituto la formaban cuarenta y dos alumnos en total, de los que alrededor del veinte por ciento eran judíos, como Jerzy Kluger, Leopold Sweig, gran jugador de fútbol, o el forzudo Zygmunt Selinger, acostumbrado a cargar sacos de harina en el almacén de su padre. Pero había más miembros de la comunidad judía, como Tadeusz Czuprynski, Jan Kus o Tomasz Romanski.
Grandes bandos
El primero de la lista era, para más datos, Wladyslaw Balon, y el último, Stanislaw Zmuda. Dieciocho de ellos fallecieron en combate durante la Segunda Guerra Mundial y otros ocho lo hicieron en campos de concentración y exterminio. Más de la mitad de la clase. Era el caso de Wiktor Kesek y sus dos hermanos, fusilados frente al pelotón de ejecución, y de su inseparable Zbigniev Silkowski, deportado en el campo de prisioneros de Magdeburgo. Con toda seguridad, Lolek no debió olvidar jamás sus nombres a la hora de encomendarlos.
Entre tanto, se formaron dos grandes bandos en la clase: «El círculo de abstinentes», que no fumaba ni bebía alcohol, entre los que se encontraba naturalmente Lolek; y el «Club de los vividores», de costumbres más licenciosas y fundado por los gemelos Piotrowski.
Lolek fue un estudiante excelente, a juzgar por sus boletines de calificaciones y los testimonios de sus antiguos profesores. Su paso por la escuela secundaria y por el Taller Escolar de Arte Dramático le ayudó a cultivar su innato talento literario y teatral. En 1933 intervino por primera vez en una obra de teatro, «La noche de San Juan», de Jan Kochanoeski, representada en la casa del gran poeta polaco Emil Zegadlowicz, cofundador del expresionismo en su país y miembro del grupo Czartak, además de novelista, ensayista y experto en arte.
Dos años después participó en la obra «Los ulanos del duque José», de Leon Mazur, y luego, con gran éxito, en la «Antígona de Sófocles». Su repertorio teatral incluía otras representaciones tan diversas como «Sluby panienskie», de Aleksander Fredro; Sulkowski, de Stefan Zeromski; «Balladyna y Kordian», de Juliusz Slowacki; y «Zygmunt August», de Stanislaw Wysplanski. Su actividad teatral y literaria llegó a ser tan frenética que ayudaba a dirigir espectáculos en la escuela secundaria y participaba en concursos de recitación.
DEL TEATRO A LA MONTAÑA
Karol Wojtyla escribía multitud de poemas y en el escenario teatral solía estar acompañado por Halina Krolikiewiczówna, hija del director del instituto donde estudiaba, y más tarde actriz consagrada en los escenarios de Cracovia. El futuro Juan Pablo II participaba en el ambiente bohemio, intelectual y artístico de la ciudad influenciado por Emil Zegadlowicz, que residía cerca de Wadowice, y del grupo Czartak II. Y con apenas once años, Lolek había descubierto con su hermano Edmund la pasión por escalar o esquiar en los montes Tatra. La montaña siempre le fascinó.
La fecha: 1756
El árbol genealógico de los Wojtyla-Kaczorowska era bien frondoso. La familia provenía de Czaniec, una aldea al sur de Polonia.
Lugar: Wadowice
La hermana Filotea vio a Karol de niño subido a un árbol mientras un perro le ladraba con gran rabia desde abajo, pero Lolek ni se inmutó.
La anécdota
Dieciocho de sus antiguos compañeros en la escuela fallecieron en combate durante la Segunda Guerra Mundial y otros ocho en campos de concentración.