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cultura
Jorge Ilegal: “La música de hoy es blanda, porque quienes la tocan hacen caso a su papá y a su mamá”
El grupo publica “Joven y arrogante”, un nuevo disco de estudio que bebe de las experiencias de su cantante, que abarcan de Mozart al lumpen

Con voz de estibador y dos metros de porte, Jorge Martínez (Avilés, 1955) inunda el espacio que ocupa, pero, aún más, su presencia se anticipa, pues de sobra es conocido su temperamento y su historial. Hablamos de una de la personalidades más arrolladoras del rock español, de esas tan indiscutibles que han merecido un documental mucho antes pasar al otro barrio («Mi vida entre las hormigas», pocos títulos mejores se le pueden aplicar) y sin que su carrera sea un gran reclamo comercial que justifique una pieza audiovisual. Mañana publica «Joven y arrogante», el decimotercer disco de estudio de su banda, Ilegales, un capítulo más de su forma de entender el el rock & roll, en el que caben medios tiempos y sonidos metaleros, pero todos atravesados por el sello de la amenaza y el peligro de su idiosincrasia. Algo raro en estos tiempos blandos. «Es muy blanda la música de hoy porque los tipos que la hacen son unos blandos. Hacen caso primero a su papá y a su mamá y luego no beben ni se drogan. Visten como monjas aseadas y nunca llevan la contraria a su manager o a su discográfica. No se puede vivir sin meterse en un charco, joder. Hay que provocar líos y de vez en cuando enredarse en un combate nocturno». Dispara Jorge Ilegal.
De esos líos habla precisamente en la canción que cierra y que da título al disco, «Joven y arrogante». ¿En cuántos fregados se ha metido Jorge Ilegal? «Pues incontables –dice mirando a los ojos–. A razón de dos o tres por noche durante una época», calcula a vuelapluma de una costumbre que frecuentemente terminaba en el juzgado. «Claro, unas cuantas veces, sí. En la Guardia Civil alguna vez se descojonaban de risa. Me acuerdo que en Villamartín, en Cádiz, me preguntaban: ‘‘Pero, ¿qué les has hecho a estos tíos que no se atreven a salir del cuartelillo?’’», ríe escandalosamente. Eran tiempos en los que el mercurial temperamento del músico podía erupcionar por un mal comentario. Canta en esa canción que «tiempo y experiencia de poco le han servido» para corregirse. «No consigo nada –mira con malicia–. He intentado mejorar y alguna habilidad he adquirido para evitar problemas, como irme a tiempo de los sitios, pero que no me cabreen...», advierte. Para Jorge Ilegal, la arrogancia «es imprescindible para hacer rock & roll. Si no ofreces algo que te permita ser arrogante, es que eres un traidor. Yo ahora cuando voy a los conciertos y me lo estoy pasando bien, cierro los ojos para quedarme con lo esencial, que es la música, y muchas veces me digo: ‘‘le voy a degollar. ¿Qué haces oyendo esta basura, Jorge? A tomar copas inmediatamente’’».
Catalina la Grande y Calígula
«Creo que musicalmente no ha habido grandes avances desde Mozart o Bach. En los textos, sí, gracias al surrealismo, pero en lo demás...», apunta el músico, que se autoimpone el consumo de música clásica («aunque hay algunos que no me resultan nada simpáticos») y que compagina con una voraz dieta lectora. «Mi pasatiempo favorito es la ‘‘Revista de Occidente’’, que se sigue publicando desde 1924 y que me hace darme cuenta de lo poco que han cambiado las cosas. La especie es la misma y Trump no es tan diferente de Calígula». Una de sus canciones, «El mundo contra ti», habla de los iluminados que piensan que la historia no existe, que empieza con ellos. «Hay muchos así en posiciones de poder en el mundo. Pero Putin, no. Yo creo que Putin se pone los vestidos de Catalina la Grande en el Kremlin durante las noches cuando nadie le ve y se mira en los grandes espejos cargado de pedrería. También creo que Trump caerá desde dentro», vaticina. Pero Jorge Ilegal alterna a Mozart y a la revista que fundó Ortega y Gasset con las visitas al inframundo, como cuenta en la canción «Orfanato minero». «Tengo muchos amigos que estuvieron allí, como huérfanos de la minería, pero esa canción la escribí después de escuchar una historia en un bar al que voy, bajando unas escaleras, que en realidad no es ni un bar ni tiene licencia, pero que es donde nos reunimos la gente un poco del lumpen. Porque yo tengo relaciones con todo tipo de personas y en ese estrato social se consigue una gran variedad de informaciones valiosas. Tengo grandes amigos a los que aprecio en ese ambiente donde la gente bebe, se droga y conversa con total naturalidad. Alguna vez hay alguna trifulca, pero muy pocas. Allí es donde escuché de primera mano la historia que cuento en la canción, una un poco triste, la de una persona de esas que son apenas animales o vegetales: nacen, se reproducen y mueren sin mayor destino», explica. «Yo les he visto crecer y morir a muchos de ellos. Pero es así: la muerte te alcanza. Pero una vez ya dije: ‘‘Cuando vengas a buscarme con la guadaña quedará muy poco que puedas llevarte’’. Irse pronto y dejar un bonito cadáver me parece un desperdicio estúpido de la vida. Eso nunca». Están avisados.
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