¿Tienes fuego?
José Mota: «Estoy totalmente en contra de poner prohibidos en la comedia»
«Percibo mucha crispación y odio, y en ese caldo de cultivo no me siento a gusto», asegura el humorista manchego
En el tráfago de la vida moderna, donde la ansiedad nos acompaña sin apenas pausas, a quienes nos hacen reír deberíamos erigirles monumentos bien tochos. Este señor sabe toneladas de eso, de activar sonrisas y arrancar carcajadas, y son su inteligencia y su talento las armas de las que se sirve para fabricar un tipo de felicidad que no se compra con parné y que entra en los otros –usted, yo– como una flecha. Mota nos mata, en fin, a golpe de cosquillas sonoras y visuales, nos curva los labios bien hacia arriba, nos aparta por un rato de las nubes negras. Benditos sean los cómicos, esa raza aparte.
Todo humorista de fuste aloja a un velocista y a un corredor de fondo. El primero debe enganchar enseguida al espectador para que no cambie de canal o bostece en su sofá o butaca.
Sí, y ahora más que nunca porque la televisión generalista necesita ser una televisión viva. Los humoristas tenemos que estar sí o sí al día, al quite, y te nutres especialmente de la actualidad, que es la vitamina que te permite estar vivo. Sin duda ninguna necesitas ese sprint de qué ha ocurrido la última semana y que lo que cuentes sea lo más inmediato y fresco posible. Ese brío.
El fondista. Pienso en Lenny Bruce, Gila, Eugenio, Chiquito, Martes y Trece… No todos han envejecido igual. ¿El buen humorista debería aspirar a un humor perenne?
Sigo viendo a Gila y me desternillo porque tiene eso que tú estás diciendo, humor imperecedero, con mayúsculas. Fue un poeta del humor: «¿Es el enemigo? Que se ponga». Forma parte de esa «otra generación del 27», los Tono, los Mihura, los Edgar Neville. Los que hicieron «La Codorniz», que es el gran hecho humorístico de este país. Hasta entonces la comedia española, maravillosa, estaba descolocada, desordenada, y llegó esta generación y puso el humor y la comedia en la marquesina de lo importante. Era gente que abrazaba la literatura de una manera muy estrecha. Tip y Coll son hijos de eso, y luego vinieron unos Martes y Trece maravillosos.
¿Hay un humor bueno y un humor malo? ¿La raza, la patria, la orientación sexual, las minusvalías físicas y psicológicas deben quedar fuera?
No se le pueden poner puertas al campo, y poner prohibidos en el humor es algo de lo que no soy partidario.
¿Y dónde está su límite?
No me hace sentir cómodo gastar una broma donde creo que puedo hacer sufrir a alguien. Creo que hay que ser honesto con lo que uno siente, con sus emociones, nada más. Pero estoy totalmente en contra de poner prohibidos en la comedia porque creo en la libertad del humor. Detrás de los prejuicios está el miedo, y el miedo esclaviza a la persona. La comedia nos salva del suicidio, le saca la lengua a la muerte.
El español es muy dado al drama pero también a la carcajada. ¿Qué abunda más en él?
Ambas cosas. ¿Lloramos y reímos como nadie? Sí. Porque somos un pueblo muy vivo y tenemos los poros muy abiertos. Esa es una de las cosas que más me gustan de este país, sus sombras y sus luces. Lorca y Cervantes lo entendieron muy bien. Sancho y Quijote son la misma persona, las dos caras que toda persona tiene. Eso que me dices me gusta, porque me hace sentir que estamos vivos.
La actualidad, en la que se baña, es un animal difícil de domeñar. Usted debe permanecer neutral, sacar los fallos de ambos lados.
Llámame iluso, pero pienso que la gente quiere quererse y darse un abrazo. A lo mejor los mecanismos del mundo, cómo hemos montado esta historia, son los que fallan a la hora de que ese abrazo se produzca. Si algo de un gestor político me parece mal, lo cuento. Y si me parece mal de otro, también. No tengo ningún problema. Dicho esto, percibo muchísima crispación y odio, y en ese caldo de cultivo no me siento a gusto. El odio conduce al odio, y eso no me interesa nada. Hemos ido para atrás. Hay mucha más polarización ahora, pero en el mundo entero. Estamos muy desnortados. Y quizá tenga que ver con que hemos dado la espalda a un legado maravilloso que nos dejaron nuestros padres y abuelos. Nunca una generación ha dado tanto habiendo recibido tan poco. Por donde han pisado mis abuelos y mis padres, beso.
Por la calle se lo comen a besos, pero algún enemigo le habrá nacido al calor del éxito.
No puedes pretender agradar a todo el mundo, es enfermizo. Quiero que el mundo sea libre y que la gente decida qué quiere y qué no. Está bien así.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Señor Mota, ¿tiene fuego?
Sí, afortunadamente. Sigo notando que algo arde ahí dentro.
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