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Mujeres desconocidas

Juana de Austria: infanta, regente, jesuita y exponente de la diplomacia

Educada en un entorno marcadamente portugués, hija de Carlos I de España e Isabel de Portugal, fue una de las regentes más importantes de España

A los ocho años, Juana de Austria ya entendía el latín y sabía tocar instrumentos
A los ocho años, Juana de Austria ya entendía el latín y sabía tocar instrumentos Archivo

Ciertas figuras se convierten en mitos debido a una serie de circunstancias y eventos que contribuyen a forjar su identidad. Por lo general, estos mitos emergen en medio de dificultades económicas, inestabilidad religiosa o adversidades, como en el caso de Juana de Austria, una de las regentes más importantes de España. Nacida en 1535, Juana fue hija del matrimonio entre Carlos I de España e Isabel de Portugal. Fue preparada para gobernar con sabiduría, tomar decisiones estratégicas, cultivar alianzas y garantizar la estabilidad en la corte española. Su inteligencia y habilidades diplomáticas, que se manifestaron desde temprana edad, reflejan la importancia de la educación en la formación de líderes, independientemente de la época histórica.

Nunca se debe subestimar recibir una buena educación, ya que beneficia a quienes la obtienen, ayuda a superar situaciones difíciles, moldea ideales y transforma la mentalidad de una era. Por ello, en un ambiente donde las mujeres de la élite se educaban entre ellas, Juana de Austria fue instruida por un entorno marcadamente portugués, donde adquirió conocimientos en diversas disciplinas como la música y las letras. Se mostró también como una lectora ávida y una fuerte devota, en consonancia con el ambiente que le rodeaba. Algunas de sus lecturas espirituales incluso fueron incluidas en el Catálogo de Libros Prohibidos de 1559.

A los 16 años, Juana contrajo matrimonio con su primo hermano Juan, quien tenía 14 años. El príncipe portugués no asistió a la boda, siendo representado por su embajador en Castilla, ni fue a recibirla cuando llegó a Portugal diez meses después. Aunque fue aceptada positivamente en la corte portuguesa, acabó siendo aislada porque se criticaba su astucia y su actitud distante con los cortesanos. Tras solo dos años de matrimonio, en el mismo mes quedó viuda y dio a luz a su único hijo, quien sería la esperanza de los portugueses para una posible sucesión castellana al trono. Tuvo que ser diestra en la corte debido a las dificultades causadas por su hermano Felipe, quien después del fallecimiento de María de Portugal al dar a luz, partió hacia Inglaterra para casarse con María I Tudor. Por ese motivo, Juana regresó a España para gobernar como regente en la ausencia de Felipe II, dejando a su hijo al cuidado de su suegra, quien también era su tía. A pesar de no volver a ver a su hijo, mantuvo correspondencia con él y envió retratos.

Fue a partir de ese momento cuando Juana demostró ser una hábil diplomática, extendiendo su red de apoyo, llamada “partido ebolista”, para beneficiar a quienes la habían ayudado y educado. Estaba formada en su mayoría por personajes portugueses que habían ganado influencia en la corte castellana al servir a las infantas portuguesas casadas con príncipes de Castilla. La proyección de este grupo creció aún más cuando su hijo Sebastián se convirtió en heredero de Portugal, pudiendo Juana proclamarse regente del reino vecino hasta que su retoño alcanzara la mayoría de edad. En el ámbito político, Juana fue considerada una influencia internacional importante, manteniendo vínculos activos con las cortes de Portugal, Francia y España.

Ferviente devota, practicaba la vía espiritual del “recogimiento”, caracterizada por la oración metódica, contemplación y la renuncia en busca de la unión con Dios. Esta tradición espiritual se había arraigado en las casas de las reinas castellanas desde la época de Isabel la Católica e influyó en los orígenes de la Compañía de Jesús, creada por Ignacio de Loyola. Con este ideal, Juana fundó el convento de las Descalzas Reales. Sin embargo, las sospechas de la Inquisición sobre las creencias espirituales de Juana y su grupo llevaron a la imposición de la ortodoxia religiosa. Juana tuvo que adaptarse a este nuevo formalismo religioso que se aplicó en la sociedad hispana.

Asimismo, se enfrentó al desgaste económico de las costosas guerras emprendidas por su padre Carlos V, su hermano Felipe II y su hijo. Esto agotó las arcas reales, llevándolas a la bancarrota. Juana implementó medidas como la incorporación de minas, la creación de nuevos tributos y otros arbitrios para superar estas dificultades. Aunque intentaron casarla varias veces, ella permaneció viuda. A partir de 1568, se retiró a las Descalzas Reales, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1573. Más allá de su religiosidad o su linaje como nieta, hija, madre y hermana de reyes, Juana de Austria se distinguió por ser una figura de gran inteligencia y perspicacia, aspectos que merecen un reconocimiento especial.