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Papel

Kureishi: «Al escribir hay que ser salvaje, un transgresor»

El escritor y director, que presenta nueva novela, «Nada de nada», recuerda en el Hay Festival sus comienzos y su relación laboral, entre otros, con Harvey Weinstein

Hanif Kureishi hizo memoria en el Hay Festival sobre su oficio y la maldad en la ficción versus la maldad real / Efe
Hanif Kureishi hizo memoria en el Hay Festival sobre su oficio y la maldad en la ficción versus la maldad real / Efelarazon

El escritor y director, que presenta nueva novela, «Nada de nada», recuerda en el Hay Festival sus comienzos y su relación laboral, entre otros, con Harvey Weinstein.

Hanif Kureishi ha enhebrado una literatura inconformista, teñida con los colores menos cómodos de la sociedad, quizá consciente de que cada línea debe ser una provocación, una forma de sobrecoger al lector, sacarlo de la butaca de las comodidades. El escritor presentó ayer su nueva novela, «Nada de nada» (Anagrama), en el Hay Festival de Segovia «y en uno de los pocos países europeos que no es claramente fascista». Una obra que profundiza en unos temas generalmente obviados, como es la decadencia física, la muerte y el envejecimiento, asuntos que, curiosamente, le han abierto una «edad de oro tardía», como se reconoció durante el acto. «Esta obra trata de un viejo desagradable. Una persona bastante salvaje que está enamorado de su mujer, quien le está engañando. Él la está perdiendo, porque esto es lo que sucede en la vida: es un proceso de desmembramiento. En un momento comenzamos a perder todo, el talento, la juventud... y eso le convierte en una persona enfadada, furiosa».

La de Kureishi es una novelística empañada por la mirada, por lo que siempre encontró a su alrededor, como el barrio, y las experiencias que han determinado su trayectoria. Cuando era pequeño, soñaba con convertirse en un artista, y, al final, ha terminado convirtiéndose en escritor y rodeado de directores y actores. El protagonista de su nuevo trabajo es un realizador: «siempre me han interesado las personas creativas y en este libro he podido volver a preguntarme qué significaba para mí que ser escritor, que es lo que hacía cuando vivía un suburbio: ¿Cómo podía ser artista? Y me repetía esa cuestión con aquel aspecto un poco de delincuente, pero entonces tenía 15 años y era ingenuo. Me he pasado la vida entre intérpretes y realizadores de la industria cinematográfica, y quería volver pensar qué era para mí la figura del creador». Kureishi, que no regateó una anécdota, recordó su contacto con el productor Harvey Weinstein, con el que tuvo sus más y sus menos: «A mí también me insultó él. Compró una película que era mía y quiso cambiar el final, el principio, el título y todo lo demás. Yo le comenté que estaba bien como estaba y él me dijo que era un gilipollas. Recuerdo que estaba saliendo del hotel cuando yo llegaba y me tuve que ir con él en coche hasta uno aeropuerto de Londres y, por supuesto, encontrar luego la manera de volver por mi propia cuenta». Después de una pausa para reflexionar, el escritor recordó una idea de Alfred Hitchcock: «Él solía comentar que si el villano era un malo de verdad, el filme era mucho mejor. Me han atraído generalmente personajes entre desagradables y atractivos. Pero en el caso de Weisntein es que le gusta ser violento y agresivo con otras personas. Mi personaje, reconozco, es más cariñoso».

Historias lejanas

Evocó también su infancia y juventud en un suburbio del sur de Londres, sus amigos skindhead, que pegaban a la población pakistaní en las calles, pero que a su padre, que lo era, le saludaban con un bueno días cuando les abría la puerta de su casa y pasaban al salón para reunirse con su hijo. «Los conocía desde el parvulario y se sentaban en el sofá con nosotros». A partir de esta anécdota hizo una reflexión sobre la importancia de la observación y su relación con la escritura: «Si eres un autor, siempre estás buscando cosas que puedas emplear en tus libros y que sean claramente indicativas de la vida de alguien, que te explica la forma de ser de las personas. Hay que aprender a mirar, porque lo que haces es entender las cosas de la vida, ya que como mirón estás al margen». El autor de «El buda de los suburbios» «Intimidad» y «algo que contarte», reconoció que «me resulta entretenido el misterio de los demás, el placer de las otras personas y lo mucho que te pueden cabrear, también». Y defendió, acto seguido, una literatura que no se quede en el adorno, que vaya más allá: «Cuando ves los cuadros de Francis Bacon o lees a Philip Roth sientes que sus trabajos te desgarran. Hay que escribir contra los criterios de uno, contra tu descendencia, de la propia manera de contemplar la existencia. Hay que ser salvaje, olvidarse de lo agradable. Hay que ser un transgresor». Kuresishi, al que también se debe el guión de «Mi hermosa lavandería», que se ha exhibido en el Hay Festival y ha contado con el apoyo del director, Stephen Frears, añadió una reflexión: «Me gusta escribir de temas cuando no se está hablando de ellos. Siempre puedes, como escritor, abordar temas que nadie ha tocado. Los escritores, en mis inicios, escribían sobre el imperio y sobre el postimperio. Mi padre creció en las calles de Bombay rodeado del ejército británico, y, entonces, es cuando hablé del fundamentalismo musulmán, sobre todo desde la fatwa que arrojaron sobre Salman Rushdie». Sobre este autor, apuntó que «era un revolucionario. Hay mucho de García Márquez y Günter Grass en él, mucho de la India y de Paquistán. Él abrió la literatura británica y la hizo más internacional. resultó inspirador y su inspiración y entusiasmo se contagió. Zadie Smith, con la calidad de su intelecto, volvió a abrir la novelística, pero a mujeres de color, y le dio nueva vida. La cultura solo crece porque viene gente de fuera y te inspira. Lo mismo pasa con la literatura: se necesita gente que venga de lejos y que te cuente sus historias».