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Pedro Narváez

La mala sombra de Grey: sí hay sexo malo

Llama la atención la expectación por el nuevo libro de El James, la autora de «Cincuenta sombras de Grey». Se titula «The Mister» y los críticos literarios anglosajones ya han degustado los sorbos calentones sin soplar la cucharilla.

Forograma de la película «Cincuenta sombras de Grey», estrenada en 2015 e inicio de la saga
Forograma de la película «Cincuenta sombras de Grey», estrenada en 2015 e inicio de la sagalarazon

Llama la atención la expectación por el nuevo libro de El James, la autora de «Cincuenta sombras de Grey». Se titula «The Mister» y los críticos literarios anglosajones ya han degustado los sorbos calentones sin soplar la cucharilla.

Si Luis Berlanga aún viviera, que me da que sí, los nuevos movimientos de lo políticamente correcto lo zarandearían como al muñeco de Puigdemont. Tanto argumentar que el nuevo feminismo nos hará libres y se olvidan a los maestros de las ingles centelleantes porque hoy estarían prohibidos. Berlanga, erotómano empedernido, sentía pasión por los tacones de aguja y atesoraba una biblioteca «guarra» que hace un año no encontró comprador cuando salió a subasta. Los censores apuntan también a las adolescentes de Balthus, aquellas inocentes faldas ensuciadas por los ojos de estiércol de la beatífica posmodernidad que nos adorna.

Cuando al David de Miguel Ángel le pongan calzoncillos de Armani la civilización habrá expirado. En ello estamos. Mientras tanto, en el universo «mainstream», algunas series y no pocos libros con fusta pero sin fuste hacen caja para gozo del onanismo contemporáneo. En el carrusel de la subcultura llama la atención la expectación por el nuevo libro de El James, la autora de «Cincuenta sombras de Grey». Se titula «The Mister» y los críticos literarios anglosajones ya han degustado los sorbos calentones sin soplar la cucharilla. El veredicto es unánime: en lenguaje llano, se trata de una fantasía escrita con los bajos en el peor sentido del término, no como aquel que daban a María Jiménez cuando sus admiradores no dudaban en convencernos de que cantaba con salva sea la parte de su anatomía.

Lo malo no es que «The Mister» sea mala, con lo que comparte honores con su antecesora, sino que, también como aquella, llenará los mostradores de las librerías y, llegado el momento, las salas de cine, sin que este ajo picante suscite las suspicacias que sí martitizan a las obras maestras. Habría que concluir que este timorato tiempo admite tocarse un poquito pero no entrar a fondo en el asunto por muy bien que se exponga como haría un «Decameron» o «El amante» de Marguerite Duras. En «The Mister», la señora James retrata a un aristócrata al que pesa el sentido de la responsabilidad de su fortuna (ejem), tanto que se excita con la limpiadora, una albanesa de oscuro pasado que esconde una trama de esclavas sexuales de su país.

En esta ocasión el escandalizado es el embajador de Armenia en el Reino Unido por la imagen negativa y «falsa» que proyecta de su tierra. He ahí un fragmento: «Profundamente dormido boca abajo y tendido desnudo sobre la gran cama. Se pone de pie, sorprendida y fascinada a la vez, con los pies clavados en el suelo de madera mientras mira. Se ha estirado a lo largo de la cama, enredado en su edredón pero desnudo... muy desnudo». En pocas líneas la palabra desnudo se repite tres veces para el que no se haya dado cuenta de lo que la aristocracia esconde. Lo venden como una nueva «Cenicienta». Ya no hay pudor ni para una comparación decente.