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La última locura: feministas radicales contra gays y trans «por ser hombres»

En el feminismo se ha desatado una guerra entre las «queer» y las llamadas Terfas, que están en contra de los trans porque destruyen la identidad de la mujer

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El feminismo radical es, sin lugar a duda, uno de los fenómenos políticos más polémicos de los últimos años, que ha logrado acumular decenas de escándalos a sus espaldas y la oposición de buena parte de la sociedad. Una de las últimas polémicas ha surgido desde un lugar que, para muchos, puede resultar contradictorio. Esto ha sido la eliminación de las siglas Q+ del Partido Socialista en su pasado congreso federal del 1 de diciembre de 2024.

Las respuestas no se hicieron esperar y las redes sociales, principalmente entre aquellas personas que forman parte de la comunidad transexual, estallaron contra el PSOE acusándolo de «tránsfobo» o «excluyente» por la decisión tomada. Si bien es cierto que el Partido Socialista ha tratado de capear las críticas alegando que no representa un cambio en sus intenciones, lo cierto es que simplemente la expresión definitiva de la victoria del feminismo radical dentro del partido. Y es que dicha medida proviene de las corrientes más «duras» del feminismo que, durante años, llevan protestando por el enfoque pro-trans del partido, en especial, desde la aprobación de la polémica Ley Trans del pasado 2023.

Es importante saber que esto no ha sucedido de la nada, ni el PSOE, de repente, se ha vuelto más conservador, si cabe, todo lo contrario. El partido simplemente ha cedido a las presiones de un grupo particularmente radical que, durante años, ha ido acumulando fuerza y, finalmente, ha logrado una victoria.

¿Qué es el feminismo radical?

El feminismo radical es algo más complejo de lo que la mayoría de la gente piensa y el término, radical, si bien resulta particularmente descriptivo, tiene una serie de matices no muy conocidos por la mayoría de la gente.

El fenómeno surge en los años sesenta en los Estados Unidos como parte de la llamada «segunda ola» del feminismo que, frente a la primera, que buscaba conseguir derechos políticos, se focalizó en analizar las estructuras sociales. Lo curioso, en este caso, es que el movimiento se basó principalmente en tesis marxistas, que le llevaron a considerar a la sociedad como una serie de cadenas de opresión y dominación que, en este caso, remataban con la sumisión de la mujer al hombre. Como remarcan las profesoras Goodman, Protano y Lipman en su artículo «Radical Feminism», las tesis del marxismo empujaron a estos grupos a considerar que toda la sociedad, especialmente la capitalista, se había sustentado sobre el llamado patriarcado que se continuaba gracias a oprimir a la mujer.

De tal manera, las tesis de este movimiento consistían en supuestamente intentar liberar a la mujer cosa que no se podía lograr simplemente consiguiendo derechos, sino que había que destruir las «estructuras» que sustentaban esta opresión. Así, el feminismo radical siempre ha cargado contra la institución de la familia, el matrimonio o, incluso, las relaciones heterosexuales, por considerarlas opresivas por naturaleza. Y es que no es raro escuchar a ciertos representantes de esta corriente ideológica, como Catherine MacKinnon, afirmar que, si una mujer comparte intimidad con un hombre, se estaría dejando «violar», sobre todo si esta situación se produce en el contexto de una relación o matrimonio.

Igualmente, esta corriente del feminismo buscaría ir a la raíz –de ahí el nombre, radical– de la supuesta opresión de los hombres a las mujeres, por lo que se ha generado todo un discurso de confrontación con el hombre. Y es que, según su forma de verlo, este, por su naturaleza o educación, estaría casi obligado a ser cruel con las mujeres, lo que les lleva a considerar a los varones como enemigos «en principio» de todas las mujeres.

De tal manera, se ha defendido la necesidad de que los hombres y las mujeres interactúen lo menos posible o que, al menos, tengan espacios claramente separados para evitar esas supuestas opresiones. Esto se ha conocido, como afirma el profesor Pérez Navarro en su artículo «Feminismo radical y culturas butch/femme: límites de la diferencia sexual», como separatismo feminista, y es la base del desprecio de este grupo contra los trans.

Terf contra Trans

A las feministas radicales que se han manifestado contra los trans se les conoce como Terf –trans-exclusionary radical feminist– o, en España y con más cariz despectivo, Terfas. Este grupo básicamente afirma, bajo lo dicho del separatismo, que una mujer nace y se cría en unas estructuras que la oprimen por lo que un hombre, aunque se cambie de género, no es una mujer puesto que no ha vivido las experiencias y realidades que te hacen una y sigue siendo un opresor. Tanto es así que algunas autoras como Janice Raymond han llegado a afirmar que la transexualidad es una forma de «violar» el cuerpo de la mujer, destruyendo su identidad para simplemente imitarlas a un nivel estético.

Y es que esta idea del género como algo «fluido», viene de un lugar muy distinto, de la llamada teoría queer y el mundo homosexual. Bajo esta idea, y como es por muchos conocido, el género es algo «fluido», que puede variar en función de cómo se sienta una persona, a veces, sin necesidad de cambiar de género biológico. Y es este elemento en especial, el poder afirmar que se es una mujer sin siquiera tener los rasgos biológicos, lo que más enfurece a las feministas radicales que consideran a la teoría queer como una burla de su opresión en la que los hombres, por que les apetece, pueden cambiarse de género, al menos legalmente.

Muchas han sido las feministas radicales que han criticado la presencia de hombres que se consideran mujeres, o trans, en estos espacios «separatistas» afirmando que buscan continuar la supuesta opresión masculina.

Guerra civil en la izquierda

Tradicionalmente ambas posturas habían vivido en una paz tensa dentro de la izquierda «progre», no obstante, esto ha llegado a su punto de quiebre. Las teorías queer buscan eliminar el género mientras que las feministas radicales conciben el mundo como uno de blancos y negros, donde o eres el opresor o el oprimido; hombre o mujer.

Este ataque se ha ido extendiendo, por el hecho de ser hombres, también a los gays, afirmando que su actitud es la más pura expresión de masculinidad, lo que los vuelve incluso más peligrosos. Andrea Dworkin, famosa autora feminista, considera que el Drag, así como la tendencia de ciertos grupos de hombres homosexuales a referirse a si mismos en femenino, es «una parodia de los roles de género que las mujeres no eligieron». Incluso hay autoras como Marilyn Frye que consideran que la sexualidad gay, por el hecho de sentir atracción por otros hombres, es negativa, pues supuestamente «las prácticas sexuales de los hombres gays a menudo reflejan un desprecio por los cuerpos femeninos».

En el mundo anglosajón académicas radicales como Sheila Jeffreys o Germaine Greer llevan 10 años cargando de forma directa contra los trans y personas homosexuales, considerándolos invasores o no dignos de atención, y en el caso americano, el Partido Demócrata ha ido variando su postura hasta acercarse cada vez más a los postulados Terf, causando polémica entre sus bases.

En el caso español, aún no se ha llegado a tanto, pero esta división se ha focalizado sobre todo dentro del PSOE, el partido que más feministas radicales tiene en su haber. Podemos o Sumar, que abrazan la teoría queer, desplazaron a las feministas radicales encabezadas por Lidia Falcón, que fue expulsada de Izquierda Unida en el 2020.

El caso del PSOE es particularmente llamativo, pues las feministas radicales se han arremolinado alrededor de Carmen Calvo y sus tesis, que repiten al dedillo las grandes afirmaciones de este movimiento. La propia Calvo ha cargado desde el día uno contra la famosa Ley Trans, afirmando que podía «destrozar la potente legislación de igualdad de nuestro país», en referencia a la inclusión de hombres o mujeres trans dentro de espacios femeninos.

Nadie sabe muy bien qué futuro le espera a la izquierda a la hora de enfrentarse a esta división interna, y que teoría ganará al final, lo que si parece innegable es que la suma de minorías que había tratado de construir la izquierda para ganar elecciones no está funcionando y las luchas internas comienzan a desestabilizar la frágil unión que habían mantenido.

El separatismo feminista

La teoría del separatismo feminista radical tiene su origen principalmente dentro de las universidades y los ámbitos académicos.

Pese al éxito que tuvo entre las feministas radicales, es un concepto que ha generado numerosas críticas. Las principales se han centrado en que esta idea no es ya sólo excluyente con los hombres, sino que también pretende unificar a las mujeres como único colectivo sin tener en cuenta sus voluntades individuales y aislarlas del mundo real. Este separatismo ha generado también críticas desde el propio movimiento, en especial desde las perspectivas feministas decoloniales u homosexuales, que acusan de querer obviar aspectos como la raza o la orientación para crear un único grupo y lobby.