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Literatura

Libros de la semana: desde la distopía de Marta Sanz hasta el espectacular regreso de Ian Rankin

También se publica el nuevo libro de la Premio Nobel de Literatura Annie Ernaux y el reciente ensayo de Slavoj Žižek, «Incontinencia del vacío»

La escritora Marta Sanz
La escritora Marta SanzAnuska SandroniLa Razón

La realidad nunca debería ser un videojuego

Desde un futuro quizá cercano, Marta Sanz nos presenta una fábula apocalíptica sobre la actual dictadura de los objetos digitales

«Persianas metálicas bajan de golpe», de Marta Sanz

★★★★

Por Jesús FERRER

Marta Sanz ha aportado a la narrativa española actual una buena dosis de originalidad desde variados registros temáticos: la novela autorreferencial en «La lección de anatomía», el relato policíaco en «Black, black, black» o el imaginario de la cultura popular en «Daniela Astor y la caja negra». Su escritura huye del convencionalismo realista para adentrarse en una postmodernidad de atrabiliarios personajes, sorprendentes argumentos e insólitos ambientes.

Con estos referentes ha conformado una innovadora narrativa, atractiva y transgresora. En este libro lleva ahora al límite expresivo esos formantes con una historia distópica y alucinada donde acaso nada es lo que parece y todo cobra un tono de fascinante delirio literario. La acción, de corte futurista, transcurre en Land in Blue, una ciudad-Estado que tiene mucho de conglomerado industrial regido por una creciente deshumanización. La protagonista es una solitaria y desengañada mujer; vive con un dron que le transmite la voz de una amiga suya con la que conversa animadamente. Aislada en su reducido espacio, vive en un mundo de algoritmos y multiversos.

Con referentes como Kurt Vonnegut, J.G. Ballard o Thomas Pynchon, esta historia es una fábula vagamente apocalíptica y visionaria sobre la presente incomunicación tecnológica, la dictadura de los artefactos digitales y el sinsentido de la postverdad. Megas, gigas y terabytes constituyen aquí la cuantificación de los nuevos valores humanos, que ya no son tal. En ese opresivo ambiente, las persianas metálicas del título producen, al bajarse contundentemente, un estrépito símbolo del ruido aniquilador de los sentimientos. Todo ello sin excluir un hilarante humor crítico que se integra en una asfixiante atmósfera donde la realidad es un videojuego. Sanz ha conseguido una inteligente reflexión sobre los desequilibrios sociales del presente abordando otros mundos que, como dijo Paul Éluard, están en este.

Lo mejor: El retrato de la protagonista, con una fuerte vinculación entre vida y literatura

Lo peor: Nada que señalar acerca de una novela de inmejorable configuración narrativa

El antipático detective escocés que leía a Unamuno

Ian Rankin termina la novela inconclusa que dejó William McIlvanney de una manera realmente magistral, un ejemplo de suma de talentos

«Solo en la oscuridad», de William McIlvanney e Ian Rankin

★★★★

Por Lluís FERNÁNDEZ

El inspector Laidlaw forma parte de los detectives romantizados: antipático, individualista y con un sentido del humor sardónico: «Laidlaw observó la cara de Manson como si fuera un cirujano plástico a punto de operar». Viaja en bus por Glasgow–«que no es una ciudad, sino una resaca permanente»– y se la tiene jurada a su jefe, un inútil «que no pillaría ni ladillas en un burdel». Comparte sus reflexiones filosóficas con el detective Lilley. «Solo la oscuridad» es una presecuela de la trilogía que hizo famoso al padrino del «tartan noir» de Glasgow, William McIlvanney, que murió en 2015 dejando el manuscrito esbozado.

Según Rankin, encargado por su viuda de acabarlo, tenía el principio y el final escritos y Rankin tuvo que rellenar la parte central según el estilo de su maestro. El resultado es espectacular. La obra transcurre en 1972, cuando inicia su carrera Laidlaw. El parecido con el policía Rebus se debe a la admiración de Rankin por este autor, que le animó a escribir su primera novela negra. Como el inspector Morse, de Colin Dexter, es un detective intelectual que lee a Unamuno. Se diferencian en la asexualidad de Laidlaw y el contexto histórico de Dexter, que escribió «El último autobús a Woodstock» en 1971, mientras la recreación del Glasgow de McIlvanney/Rankin les permite criticar la violencia machista y la misoginia de los gánsteres que tratan de imitar la épica de «El Padrino» a la escocesa.

Lo mejor: La excelente literatura de estos dos escritores escoceses, reyes del «tartan noir»

Lo peor: Un abuso del trajín de las bandas de gánsteres en detrimento de las pesquisas policiales

Retrato de la masculinidad y el deseo femenino

La autora brinda un espléndido libro sobre la vida en una plataforma petrolífera

El estado del mar», de Tabitha Lasley

★★★★

Por Toni MONTESINOS

Con este libro debutó Tabitha Lasley, producto de su trabajo periodístico y biográfico, pues «El estado del mar» obedece a una experiencia bien singular. La autora se instaló en Escocia para conocer lo que sucede en una plataforma petrolífera: un mundo masculino y peligroso en el que se debe gozar de un gran equilibrio mental para no salir malparado. La Lasley se introduce en los avatares de los obreros y logra un texto sintético y con garra.

Así, a raíz de varias entrevistas que se prolongaron medio año, comparte historias que hablan de la dureza de ese oficio tanto como de la atracción sexual. Ocurre nada más empezar, cuando oímos la voz de un individuo que evoca cómo una chica muy joven acudió a la plataforma y el subsiguiente revuelo. Todo con un afán de escritura punzante, diríamos que narrativa, que nos abre a un ambiente tan desconocido como atrayente.

Lo mejor: La forma en la que combina vivencia personal y análisis de un entorno tremendo

Lo peor: Se necesita a alguien deseoso de conocer un ambiente casi inédito en los medios

Annie Ernaux: más allá del morbo, apenas nada

La flamante Premio Nobel de Literatura no alcanza con este texto la altura que se esperaba de ella y que era habitual en otros textos suyos

«El hombre joven», de Annie Ernaux

★★

Por Toni MONTESINOS

Si algo tenemos que destacar en la trayectoria de Annie Ernaux es que ha usado sus experiencias como base para su narrativa, incluido lo sexual y asuntos como el Alzheimer de su madre o el cáncer que ella misma padeció. En mayo del año pasado publicó «El hombre joven», es decir, cinco meses antes de serle concedido el Nobel, y aquí tenemos la versión en español, a cargo de Lydia Vázquez Jiménez. Esta se ha encargado de traducir los once libros que Cabaret Voltaire ha dedicado a la escritora.

En esta ocasión, Ernaux cuenta un amorío con un hombre (quien vivía con su novia) casi treinta años más joven que ella, justificando así el lema que siempre la ha acompañado y que actúa en estas páginas de epígrafe: «Si no las escribo, las cosas no han llegado a su término, solo se han vivido». A lo que se añade algo particular: el hecho de que a menudo se obligó a tener sexo con hombres «para obligarme a escribir», con la búsqueda de sentir que el orgasmo es inferior al goce de la literatura. Todo sucedió hace algo más de veinte años, y literariamente no tiene el texto más valor que el de una confesión, de un recuerdo lejano y acaso nostálgico, pero sin que el pequeño libro, que no podríamos llamar tampoco cuento, dé más de sí.

Solamente morbo

Los detalles de su vida pretérita, su aborto clandestino o su tiempo como estudiante, se asoman en un texto autobiográfico que tendrá visibilidad dada la celebridad de la autora pero en el que es difícil hallar algún aliciente, salvo el morbo que pueda despertar una situación erótica entre una mujer ávida de vivencias y un hombre fervoroso y celoso que vemos los domingos debajo del edredón, o poniendo música antes de ir a la cama; al final, él acabará por tener una imagen de alguien un poco paleto que despierta curiosidad a su amante escritora y que lleva a esta a recorrer «todas las edades» de su vida.

Lo mejor: Sin duda, el texto no merece un gran interés literario, salvo por la curiosidad biográfica

Lo peor: La autora aparece como alguien dominante, consciente de su poder frente al hombre

El sexo, la economía y el cine según un provocador

Slavoj Žižek aborda en su nuevo libro cuestiones relacionadas con diversas disciplinas, incidiendo en los vacíos que hay entre unas y otras

«El hombre joven», de Annie Ernaux

★★★★

Por Diego GÁNDARA

El escritor Slavoj Žižek es inteligente, un pensador bastante original pero, también, un pensador algo torrencial y desordenado, que va de aquí para allá, que pasa de la filosofía al psicoanálisis, del cine a la ontología, de Hegel a Lacan y de ahí a la economía, a la política, pero sin elaborar, la mayoría de las veces, una idea propia, más allá de la originalidad en su manera de abordar el mun- do, lo real de este planeta, y de su inagotable cultura erudita.

En su nuevo libro, «Incontinencia del vacío», un título cogido prestado de una frase perteneciente a una obra de Samuel Beckett, el intelectual esloveno aborda cuestiones relacionadas con diversas disciplinas, como las mencionadas anteriormente, aunque, lejos de establecer puntos de contacto entre ellas, lo que hace es zambullirse en los espacios vacíos que existen entre unas y otras con la pretensión de otorgar, a la experiencia particular, singular, de cada sujeto, una dimensión que no deja de ser, por ello, universal, especialmente cuando lo singular que se anuda en lo universal no es otra cosa que la sexualidad.

Žižek no deja de ser un pensador absolutamente libre y profundamente sagaz para, en lugar de mostrar soluciones en el planteamiento de un problema, trazar conexiones entre numerosos campos para llegar a la conclusión, tan lacaniana, de que lo real, al fin y al cabo, es lo imposible. Un vacío esencial, incontinente, que nada tiene que ver con el mundo real sino con lo real del mundo, eso real que cada sujeto, a su manera, debe soportar.

Lo mejor: La habilidad de enlazar autores con conceptos y establecer relaciones entre las disciplinas

Lo peor: Se trata de un pensador desorbitado, con tantas ideas que entorpecen la claridad