
Crítica de libros
La libreta de teléfonos de Modiano

Esto no es una novela sobre la vida, sino acerca de la supervivencia. Adentrarse en un libro de Modiano es retomar la historia donde la dejamos en el volumen anterior. Memoria, olvido, identidad, culpa, autoficción... Una y otra, y otra vez. Cuando penetras en el primer párrafo es como pasar de una habitación con luz a un espacio lleno de sombras. Un apartheid poético, un ecosistema en el que siempre se siente la orfandad de secarse con toallas mojadas. «Para que no te pierdas en el barrio» fue publicada en Francia, pocos días antes del anuncio de su Nobel. Y se agotó en una semana. Se trata de un Modiano que vuelve a respirar por la misma herida: conflicto, dolor y una amenaza que no siempre se concreta.
Todo arranca con una cadena de eventos modianescos. A las cuatro de la tarde de un día cualquiera suena el teléfono en casa de Jean Daragane, quien duda en atender la llamada. Finalmente responde y escucha la voz de un misterioso interlocutor que le dice que se ha encontrado su libreta de teléfonos y que desea entregársela personalmente. Acepta. El desconocido, que se presenta como Gilles Ottolini, se hace acompañar de una joven, Chantal Grippay, cuya presencia inquieta a Daragane. El desconocido le dice que está buscando a Guy Torstel, sospechoso de estar implicado en un sórdido asunto en la postguerra. Su nombre aparece en la libreta, pero... nuestro protagonista no lo recuerda. Pocos días después, Ottolini vuelve a llamarle y le refresca la memoria: el hombre que busca aparece en la primera novela que Daragane escribió. Se establece así un juego metaliterario en el que lo real y lo ficticio, el pasado y el presente, se imbrican. Arranca, entonces, una investigación casi detectivesca con una inmersión en el pasado, como es habitual en sus novelas. Un pasado que, como no podía ser de otro modo, resulta profundamente doloroso y, pese a no querer ser recordado, el hecho de hacerlo tiene efectos catárticos. Vuelve al oscuro periodo de la Francia ocupada por los nazis y el vergonzoso fenómeno del colaboracionismo, en el que participó el propio padre del escritor, y que Modiano recrea obsesivamente en toda su obra, especialmente en su llamada «Trilogía de la ocupación».
Redibujar el pasado
Conflicto y dolor en un París espectral por el que, al igual que en las novelas de Balzac, se puede caminar siguiendo la ruta de la narración. Curioso el anclaje emocional que tiene Modiano con las direcciones, como si intentara redibujar su pasado. El Nobel nunca decepciona: inquietante, conmovedor, hipnótico. Sobrio como pocos, y en formato de corto aliento, utiliza los mínimos recursos para trasladarnos, con su intensa brevedad, a un territorio plagado de abandono que atrapa irremediablemente. Sin duda, porque escribe para no olvidar... e impedirnos que olvidemos.
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