Crítica de libros

No me hagas luz de gas

No me hagas luz de gas
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Es uno de los tres o cuatro autores de intriga psicológica que triunfan actualmente en Francia. Michel Bussi lleva una racha ascendente con un espectacular éxito de ventas. Triunfó con «Un avión sin ella» en 2012, pero ha sido con «No lo olvides jamás» cuando los premios y las traducciones lo han catapultado al primer puesto de los superventas internacionales.

En sus novelas puede apreciarse la influencia de los clásicos de la intriga de misterio franceses, en especial Boileau-Narcejac. Un tándem especializado en novelas criminales llevadas al cine por Henri-Georges Clouzot, «Las diabólicas»(1955); Alfred Hitchcock, «Vértigo» (1958), y George Franju, «Ojos sin rostro»(1960), evidente en la pretenciosa «La piel que habito» (2011) de Pedro Almodóvar.

Argumentalmente, además de remitir a estas novelas, algunas citadas en el texto, el motivo central de «No lo olvides jamás» es el del «falso culpable» en su revisión posmoderna: estilos y géneros confundidos. Alguien es acusado de un crimen que a ojos vista no cometió pero todo lo incrimina. La historia que se teje alrededor del protagonista, el árabe discapacitado Jamal Salaoui, lo va empujando a una situación de delirio paranoico, en la que comienza a confundir la realidad con los abismos de la locura en un vívido trampantojo muy bien urdido.

Ceremonia «en abismo»

Estamos ante la típica confusión de los sentidos de la novela de misterio y suspense, en la que la atmósfera, la presión de los acontecimientos y el ritmo desbocado de la acción impiden al protagonista y al lector, atrapado en esta ceremonia «en abismo», distinguir con nitidez la realidad, hasta dónde pretende llegar el autor y cómo explicará el monumental enredo. Podría pensarse, y el relato de Michel Bussi no lo desdeña, en un acoso moral como el de «Atormentada» (1949), de Hitchcock, cuyo mejor exponente sería «Luz de gas» (1944), que ha pasado al acerbo popular como una forma de acoso psicológico para desequilibrar a alguien.

Mientras se va trabando el argumento y son mayores las dudas que las certezas, Michel Bussi consigue una novela desconcertante basada en la popular narración encadenada de la «caja china» o «recit à tiroirs», cuya acción principal se va dilatando con narraciones paralelas que ponen en escena protagonistas secundarios hasta configurar una galaxia circular de misterio que se adelanta, se ralentiza o retrocede entre prolepsis y analepsis, según convenga a la diégesis para mantener la tensión y aumentar el suspense.

En este sentido, Michel Bussi es un excelente escritor del género popular, con transgresiones narrativas clásicas como la metalepsis. El protagonista-narrador, en medio del deliro paranoico, se dirige al lector y le propone que confíe en su palabra: «No me invento anda. Todo acabará bien. ¿Todavía estás dispuesto a apostar por mí?». Un contrato tan poco fiable como esperanzador. Motivo por el cual consigue suspender, de momento, el juicio crítico del lector y abandonarse complacido a una deslumbrante carrera hacia el abismo con más giros y revueltas que una montaña rusa destartalada.

Al final, lo mejor de este tipo de novelas trepidantes de misterio es el deseo de ser embaucado brillantemente, a sabiendas de que el desenlace inesperado, por ingenioso que sea, será más rocambolesco que creíble.