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"El caso Rosy", la masacre que atormenta a Italia 18 años después

Se trata de uno de los casos que conmocionaron Italia en el que resultaron muertas cuatro personas

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El 11 de diciembre de 2006, un crimen brutal conmocionó a Italia. En un humilde edificio en la localidad de Erba, a unos 15 kilómetros del Lago de Como, cuatro personas fueron asesinadas. Los cuerpos fueron encontrados por los bomberos, que acudieron al lugar para sofocar un incendio provocado probablemente para ocultar los cadáveres. Las víctimas eran una mujer de 30 años, su hijo de dos años y su madre, además de la vecina del piso de arriba. Sólo el marido de ésta última consiguió sobrevivir a la matanza.

Un mes más tarde, Rosa Bazzi y Olindo Romano, un matrimonio sin hijos con una existencia anodina, sin contacto con familiares ni amigos, casi invisibles para la sociedad, abandonan su apartamento escoltados por la policía, mientras una marea de curiosos y periodistas esperaban a las puertas del edificio con el dedo acusador apuntado hacia ellos. La pareja, ingenuamente, está convencida en ese momento de que los agentes están allí para protegerlos del acoso mediático. Una hora después los dos entrarán por primera vez en la cárcel y un año más tarde serán condenados a cadena perpetua por el asesinato de sus vecinos. Llevan 18 años entre rejas.

En 2019 la escritora Alessandra Carati, finalista del Premio Strega, el mayor reconocimiento literario en Italia, tuvo la oportunidad de encontrar en prisión a Rosa. La mujer había decidido conceder una entrevista a un medio de comunicación y la escritora acudió como oyente. Al acabar, Rosa se le acercó y le propuso escribir un libro sobre ella. Tras pensárselo mucho, Carati aceptó. “Pero antes le pedí tiempo y le dije que ambas teníamos que reflexionar. Ella fue muy directa. Me estrechó la mano y me dijo: 'Yo estoy en la cárcel, tengo todo el tiempo del mundo. No sé leer ni escribir, así que para mi esto es un acuerdo'”.

Durante ocho meses, la escritora se reunió con ella una vez a la semana. Y después de que el confinamiento obligara a interrumpir sus encuentros, comenzó a empaparse del caso. Estudió el sumario, las actas del proceso, leyó todo lo que se había publicado en prensa... y habló con su entorno, quienes mejor la conocen –abogados, psicólogos, el capellán de la cárcel-, los únicos capaces de descifrar el enigma Rosy Bazzi.

El resultado de ese trabajo de casi cinco años es 'El caso Rosy' (Lumen), un retrato minucioso y valiente de la protagonista de uno de los crímenes más terribles de las últimas décadas en Italia, que aún sigue ocupando espacio en las tertulias televisivas, y que la crítica especializada ha comparado con Truman Capote o Emmanuel Carrère.

La confesión de la pareja, a quienes la policía prometió una celda matrimonial si se declaraban culpables, está repleta de lagunas e incoherencias, como revela el libro. No tardarán en retractarse, pero su filtración a los medios marca el destino de los “monstruos de Erba”, como fueron bautizados por la prensa sensacionalista. La extraña relación entre el matrimonio no ayuda tampoco a su imagen pública. Rosa y Olindo actúan como una pareja de enamorados delante del tribunal, como si no fueran conscientes de lo que ocurre, lo que consolida su imagen de despiadados asesinos.

La primera pericia psiquiátrica a la que fue sometida en 2019 reveló un déficit cognitivo severo y dio las claves a la autora para terminar de comprender a Rosa, a quien describe como una niña de 55 años con una necesidad patológica de ser vista y reconocida. “Rosy sabe que le faltan instrumentos para enfrentarse al mundo y cuando encuentra a alguien que puede ayudarla, se pone a su disposición, lo que la convierte en una persona extremadamente manipulable. Esa disponibilidad me provocó una crisis porque buscaba complacerme para que volviese a visitarla”, cuenta Alessandra Carati a La Razón. “Afortunadamente, tuve tiempo para tomar distancia, física y sobre todo psíquicamente, porque el trabajo de escritura comenzó tres años después de nuestro último encuentro. El objetivo del libro nunca fue protegerla”.

En contra de lo que pueda parecer, el libro no es una novela sobre la matanza. Tampoco aspira a establecer la culpabilidad o inocencia de Rosy, explica la autora, que, sin embargo, no puede evitar evidenciar las incógnitas que todavía rodean este caso. Como la declaración del único superviviente, quien tras despertar del coma describió al asesino como un hombre físicamente distinto de Olindo. “La verdad procesal y la verdad de los hechos no siempre coinciden”, apunta Carati. “Esa verdad procesal basa su fuerza cuando forma parte de un juicio justo en el que vienes condenado más allá de cualquier duda razonable. Yo no sé si lo hicieron, pero después de leer las actas del proceso no estoy segura que se haya ido más allá de cualquier duda razonable”.

A través de sus páginas, Carati reabre algunos interrogantes y pone en cuestión verdades judiciales que durante casi 20 años y de forma absolutamente gratuita los abogados de la defensa han tratado sin éxito de desmontar en los tribunales. Por ejemplo, la prensa publicó que en la casa de las víctimas se habían encontrado las huellas de Olindo, “pero este detalle no aparece en ninguno de los documentos oficiales del proceso, que son públicos y verificables”, apunta la escritora. Tampoco que en la ropa de la pareja se encontraran restos biológicos de los vecinos, como escribió recientemente un diario de tirada nacional. “Se generó un relato paralelo completamente separado de los hechos comprobados. Fue un engaño colectivo. Faltaba el juicio, pero ellos ya habían sido condenados”.

En 2024 la Corte de Apelaciones de Brescia rechazó reabrir el proceso, pero la defensa recurrió y en los próximos meses se conocerá si finalmente se podrá repetir el juicio contra Rosa y Olindo. Los abogados están convencidos de que el matrimonio no tuvo un juicio justo y están dispuestos a llegar hasta Estrasburgo para demostrarlo. “No me planteo si son inocentes o no”, insiste Carati, “pero es necesario que alguien dé respuestas a cuestiones que quedaron sin aclarar. Aunque eso signifique otra condena”.