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Literatura
La matrioska narrativa de Alaitz Leceaga
La autora bilbaína ofrece en su quinto thriller variados contrastes y secretos, con Nora Cortázar como su nueva y compleja protagonista

Leer un libro es parecido a manipular una matrioska. Un volumen está formado por partes diversas y variadas, pero que de no percibirse como parte de un conjunto carecerían de sentido. Cada muñeca de una matrioska también forma parte de un todo indivisible, un símbolo ruso que apela a la unidad, a la complejidad del ser humano o incluso del propio universo. Y lo mismo ocurre con los thriller. ¿No son esenciales en estas novelas personajes enrevesados y temáticas curiosas, que al juntarse no chirríen, sino que cobren aún más sentido? Para la escritora bilbaína Alaitz Leceaga, “las matrioskas son la representación casi perfecta de un thriller, porque a medida que vas sacando muñecas vas descubriendo cosas. Es decir, también tiene secretos, misterio”. La autora ha abrazado ese sentido enigmático del símbolo ruso y lo ha introducido como parte fundamental de la trama de su nueva y quinta novela, que aspira a ser, al igual que las anteriores, un nuevo fenómeno literario: “La última princesa” (Planeta). En ella, “la matrioska tiene un peso fundamental en la trama y la resolución del crimen, porque no dejan de aparecer de forma misteriosa a lo largo de la historia”.
Todo comienza en Lyon, en 1992. Nora Cortázar es la jefa del departamento de Ciencias del Comportamiento de la Interpol, además de una mujer intrigante, profesional y repleta de matices. En dicho órgano imparte clases sobre psicología criminal, pero ante todo es conocida por ser la hija del famoso asesino Balbea. Un día debe regresar a su pueblo natal, Lemóniz (Vizcaya), para asistir al funeral de su madre, y una vez allí se topa con el hallazgo de un cadáver en la central nuclear. Un asesinato detrás del que, según sospecha la protagonista, hay mucho más de lo que parece. Define Leceaga a su personaje como uno “marcado por el mal, pues ha crecido junto a él, y eso le ha ayudado a comprenderlo. Pero a pesar de tener una infancia marcada por los secretos y la violencia, eso a ella lo que le provoca es que le hace más fuerte, y se dedica a perseguir la verdad”.
Leceaga es una autora detallista, y por tanto de escritura repleta de matices y contrastes. Para su primera novela, “El bosque sabe tu nombre” (2018), fue un zapato que se encontró en un acantilado el que le sirvió como germen, mientras que para escribir “Hasta donde termina el mar” (2021) fue un artículo sobre galernas lo que le sirvió de inspiración. Es una escritora que observa, reflexiona, y por tanto crea historias. ¿Cómo nació la idea de “La última princesa”? “Gracias a ese choque absoluto entre elementos del paisaje y la naturaleza, que está también presente en otras de mis novelas y forman parte de mi identidad como escritora”, explica. Se refiere a esa contraposición entre una gigantesca y descomunal central nuclear en Lemóniz, que se alza en un mismo terreno plagado de bosques o de plataformas petrolíferas. “Cuando conoces la zona y ves cómo todo eso convive, te das cuenta de que hace falta añadirles una historia”, plantea Leceaga.

Si bien la mayor y más reconocida producción de novela negra y thriller a nivel mundial viene de la zona escandinava, no hace falta irse tan lejos para crear narraciones tensas y adictivas. Escritoras como Leceaga así lo trabajan y defienden. En nuestro país, explica, “vivimos rodeados de misterios, y de vez en cuando a los lectores también nos gusta vernos representados, leyendo sobre lugares que nos son más familiares. Además, nace así el toque turístico, porque en mi caso muchos me escriben por redes sociales contándome que han pasado por alguno de los escenarios de mis novelas. Como autora, para mí eso es lo máximo”, celebra.
Las reflexiones que Leceaga transmite con esta lectura se podrían resumir en una idea: una mirada desde el respeto y hacia el pasado. La protagonista es profesora de psicología criminal, una ciencia del comportamiento que si bien hoy está plenamente instaurada en la sociedad, en la época en que se ubica la trama no estaba tan asentada. “La criminología no estaba tan bien vista en 1992. Entonces era un reto escribir desde ese punto de vista. Desde la Interpol me ayudaron, fueron muy amables al responder algunas preguntas, y así pude contgar una historia que pienso que es original y diferente, para que de alguna manera el lector no sienta que está ante otro thriller habitual”, propone la autora.
Asimismo, la novela alude a ETA, pues “al transcurrir en esa época en Euskadi, es un contexto que no puedes obviar, como también ocurre con las Olimpiadas del 92 o la Expo universal”, apunta. Una conexión directa con el pasado que, define Leceaga, “es algo que nos obsesiona a un nivel primario, el saber de dónde venimos”. Y por ello también nos interesan el folclore, los rituales. Todo, al fin y al cabo, forma parte de un conjunto, ofreciéndonos Leceaga una interesante y laboriosa matrioska narrativa.
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