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historia
Los cuentos del Camino de Santiago
La ruta hacia Santiago de Compostela está repleta de historias fascinantes que ha perpetuado la tradición y que hoy en día forman parte del patrimonio oral que se conserva en España

Hay muchos cuentos que han surgido al amparo del Camino de Santiago para explicar fundaciones de ermitas o iglesias, lugares de la geografía mítica o para fundar tradiciones que tienen que ver con la peregrinación y que son muchas veces enredos de posadas y venganzas o apariciones milagrosas. Si en la pasada contribución a esta serie de columnas sobre la España mítica revisamos algunos relatos y leyendas del camino relacionados con apariciones diabólicas o divinas, esta vez me gustaría pasar revista a algunas otras anécdotas curiosas. Empezaré por una leyenda que da carta de naturaleza a algunas fundaciones de ermitas en Foncebadón, en el Bierzo. Hay una leyenda de siete hermanas que marchaban juntas a hacer el camino De Santiago (ya sabemos que el número siete es mágico). En este caso, las siete hermanas peregrinas se vieron retrasadas en su camino, en Foncebadón, porque la más pequeña venía con llagas y heridas en los pies. La mayor las hizo parar para curar a la pequeña, que se entristecía por retrasar el camino de las demás. Les dijo, pues que prosiguieran avanzando, pero la mayor va en su busca y acaba perdiendo a todas. La pequeña se internó en los bosques del valle y acabó en Valdescayos, donde habría dado origen a la ermita dedicada a la Virgen de Escayos. Las otras hermanas se dispersaron por El Bierzo y sus pasos perdidos dieron lugar a otras ermitas; la de la Virgen de la Peña, en Congosto, la de las Nieves, en Valdeprados, la de Fombasallá, la de las Angustias en Paradaseca, la de las Angustias en Cacabelos y la de la Encina en Ponferrada. Finalmente la hermana mayor logró avistar todas las luces de las ermitas, es decir, a sus hermanas perdidas, gracias a un pastor que le aconsejó buscar la más alta cumbre para encontrarlas. Conque la hermana mayor pudo descansar y se quedó, a su vez, como origen de otra ermita, la de la Guiana. Una segunda leyenda del Camino, puede que una de las más famosas que se cuentan, sea la del gallo y la gallina de Santo Domingo de la Calzada. Es muy popular como patrimonio oral de La Rioja. Allí parece que fue a parar una familia alemana –padre, madre e hijo– que se hospedaron en un mesón donde la camarera se enamoró del joven, llamado Hugonell. Al no ser correspondida la posadera y rechazar el joven sus amores, se quiso vengar y metió una copa de plata en el zurrón del muchacho, acusándolo luego del robo. Esto se castigaba con la horca y la ejecución fue sumaría, para horror de los padres. Pero el joven se había encomendado a Santiago antes de su muerte, por lo que los entristecidos padres, al ir a amortajar el cadáver, se encontraron que el hijo estaba vivo por intercesión del santo. Cuando los padres fueron a contar la noticia al corregidor de la villa, que estaba cenando unas aves, se mostró incrédulo y les dijo que su hijo estaría tan vivo como el gallo y la gallina que estaban en su plato. En ese momento las aves saltaron del plato y se pusieron a cantar, resucitadas por el santo.
Una tercera leyenda es la de El Burgo Ranero, también en El Bierzo, que se centra en la laguna del lugar, que era un lugar insalubre hasta que fue purificado por el santo. Hasta allí había llegado un peregrino que se tuvo que alojar junto a la laguna de mala fama, a la que tenían miedo los lugareños por los malos olores, las apariciones y las tenebrosas ranas, salamandras y sapos. El peregrino llegó al pueblo y sólo encontró refugio en una humilde casa al lado de la laguna, con un joven anfitrión paupérrimo. A la mañana siguiente el joven halló, entristecido, que no tenía nada con lo que dar de desayunar a su huésped. Sin embargo, el peregrino sacó de su zurrón una manzana y se la dio al joven, diciéndole que, cuando terminara de comerla, arrojara el corazón al centro del lago para que absorbiera toda su maldad y ponzoña. El chico hizo así y el lago quedó purificado en lo sucesivo. Una cuarta leyenda es la del asno del Apóstol, que se sitúa en las inmediaciones de Pamplona. Una familia peregrina iba a pasar una noche en su camino en una posada, pero la esposa cayó enferma y acabó muriendo. El esposo y sus hijas decidieron seguir su camino después de enterrar a la mujer, pero el dueño de la fonda, de duro corazón, les reclamó una cantidad exorbitante de dinero por la larga estancia de la fallecida y de la familia que la cuidaba. No le quedó otra opción al hombre que pagar con su único bien, un asno, que llevaba sus equipajes, con lo que el camino les sería muy duro a él y a sus muchachas. Pero al salir de la ciudad se encontraron con un anciano que les regaló otro pollino: llegados a Santiago, una visión les reveló que era el Apóstol y en su camino regreso supieron al pasar por Pamplona que el inmisericorde había muerto como castigo por su dureza de corazón. Solo son cuentos, pero qué bien sienta oírlos contar mientras andamos, lo aligeran y entretienen al peregrino. No dejemos de contarlos en el camino de la vida.
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