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Pink Floyd muestra su parte oscura

La mítica banda publica por sorpresa 11 conciertos previos a su explosión con «The dark side of the moon» para recordar su cara más underground y experimental
Los cuatro miembros de Pink Floyd: Nick Mason, David Gilmour, Roger Waters y Richard Wright
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La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

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Ha sido el gran acontecimiento musical de las navidades. Lejos del autobombo tradicional de las grandes publicaciones, Pink Floyd decidió publicar casi en silencio y por sorpresa once grabaciones en directo comprendidas entre los años 1970 y 1972. Es decir, los previos a su gran explosión artística y comercial con «The dark side of the moon». Se trata de documentos únicos que se pueden escuchar en las plataformas streaming y que ayudan a explicar el camino seguido por cuatro músicos excepcionales hasta forjar uno de los sonidos más distintivos de nuestra era. Son los años experimentales de Pink Floyd antes de vender millones de discos y convertirse en leyenda.
Naturalmente, que nadie se espere muros de sonido y delicadezas. Todo lo que aquí se ofrece es prácticamente crudo y con un sonido muchas veces poco matizado y nada tratado. Hasta el punto de parecer bootlegs primitivos en muchas ocasiones. Es parte del encanto que tiene el viaje. Son esos años de formación y búsqueda por parte de una banda que por entonces estaba rebosante de ideas y carente de técnica y concreción. Eran tiempos en los que ellos eran el auténtico underground londinense.

Un genio sepultado

Sus discos nunca se habían vendido bien. Ni bajo el mando de Syd Barrett, con esa alucinante suerte de pop psicodélico, ni bajo el mando posterior de Roger Waters una vez el antiguo genio creador quedó sepultado entre pastillas y esquizofrenia. Sin embargo, Pink Floyd era ya una institución en Inglaterra para comienzos de los años 70. Sus conciertos eran toda una experiencia, un espectáculo absolutamente sensorial en el que el espectador vivía un complejo viaje. Eran canciones, pero también sonidos, luces, proyecciones… Algo realmente tremendo que nadie olvidaba.
Para frustración de la banda, sus discos no plasmaban fielmente la idea que tenían de cómo el oyente debía percibir su música. Muchas veces eran piezas más ambiciosas de lo que sugería la interpretación final y carentes de la fuerza imprimida en directo. La entrada de David Gilmour en lugar de Barrett supuso un nuevo impulso, pero el carácter tímido del guitarrista impediría notar rápidamente sus aportes. Por ejemplo, su técnica con la guitarra era deficiente en aquellos primeros tiempos. Casi amateur. Lo increíble fue comprobar cómo fue evolucionando hasta convertirse en muy poco tiempo en uno de los mejores guitarristas del firmamento.
En aquel tiempo, Roger Waters era el gran motor compositivo del grupo. Aunque todavía no daba grandes muestras de esa extravagante megalomanía que acabaría con la supervivencia de la banda, sí llegaba a lastrar lo suficiente sus composiciones, muchas veces excesivas e inconexas para lo que exigía un disco. Sin embargo, el talento era desbordante y poco a poco la colección de canciones aumentaba hasta conformar un trabajo muy serio que presentar en directo.
«Atom Heart Mother», la canción que daba título al conocido disco de la vaca de 1970, era una muestra de lo mejor y lo peor de aquel Waters. En la cara B del álbum estaba ya «Fat old sun», la primera prueba de todo lo bueno que podía aportar Gilmour a la banda. Después llegaría una canción como la delicada «Green is the colour», un tema con el que Waters confirmaba su gran capacidad para hacer crecer al grupo en varias direcciones. Y en estas llegó «Echoes».

La primera referencia

Era una canción de 23 minutos que acabó por definir todo lo bueno que tenía, y que posteriormente desarrollaría con tanta elegancia, una banda como Pink Floyd. Ahí estaba ya su mítico sonido. Una pieza larguísima en la que sin embargo nada sobraba. Y cómo tocaban. Muchos ven en «Meedle», el álbum en el que aquel opus ocupaba toda una cara, su primer gran disco de referencia.
Los directos que ahora ofrece la banda en streaming son una muestra de la evolución del grupo con notables puntos de interés. Por ejemplo, el show de Montreux, de septiembre de 1971, se abre precisamente con «Echoes» dentro de un recital sin concesión alguna. Seis canciones y un poderoso final con «Atom Heart Mother» y «A Saucerful of Secrets».
Para muchos, lo más notable está en el concierto de Tokio del 16 de marzo de 1972. Aquí aparecen hasta ocho canciones que un año después integrarían «The dark side of the moon». Es la constatación de que los milagros musicales no ocurren por casualidad: aquel álbum llegaría tras un increíble trabajo. En este concierto en concreto, el público asiste hechizado a la interpretación de canciones que no conocía. En muchos casos, hasta bocetos de la grabación posterior, como el caso de «Time» o «The great gig in the sky». Para entonces, tantos años de conciertos e ideas habían terminado por alumbrar a una banda que ya había adquirido un nivel impresionante. Nadie se podía creer que aquellos sonidos de los discos se pudieran reproducir en directo con apenas cuatro músicos.
Los progresos eran particularmente notables en el caso de Gilmour, cuya guitarra estaba ya llena de ideas, técnica y, lo más importante, de personalidad. Escucharle tocar la guitarra en «Money» o «Time» era una experiencia sobrecogedora. Se puede decir sin temor a equivocarse que para cuando la banda entró en a grabar «The dark side of the moon», tenían una obra maestra en la cabeza a falta de ejecutarla. Y lo harían sin miedos. Lo que no sabían es que aquel sonido se colaría en los hogares de millones de personas de todo el mundo. Incluso de quienes aborrecían la psicodelia. Pero es que aquel sonido era otra cosa distinta. Era el legendario «sonido Pink Floyd» completamente moldeado y estaba desprovisto de estorbos para quedarse en la esencia, en lo que de verdad importaba, que era el excepcional brillo que desprendían las canciones.
La publicación de estos shows en todas las plataformas de streaming coge por sorpresa a toda la comunidad de fans de una banda que en estos años no ha sido especialmente generosa con las demandas de material retrospectivo en directo. En tiempos en los que se vende cualquier archivo sonoro pretérito, sorprendía que la banda no liberara viejos conciertos, y más trataándose de una faceta tan importante de su obra. Liberados estos directos previos a su época dorada, la cuestión es saber si también difundirán conciertos pertenecientes a esa trilogía esencial formada por «The dark side of the moon», «Wish you were here» y «Animals».
Más allá de añadidos en reediciones posteriores, el único directo oficial que en realidad existe de toda esa época dorada es el perteneciente a «The Wall», que tantas ampollas levantó entre el grupo. Cualquier paso es imprevisible, conocidas las pésimas relaciones entre Waters y Gilmour.
Los secretos de Nick Mason
Nick Mason siempre fue la parte más amable de Pink Floyd, un hombre capaz de mantenerse amigo tanto de Gilmour como de Waters. A la espera de conocer la biografía de éste último, las memorias del batería, plasmadas en el libro «Inside out», permanecen como el único testimonio en primera persona de la evolución de la banda.
Además, el batería mantiene viva la música del grupo con su banda «Saucerful of secrets», en homenaje a su disco favorito de Pink Floyd, con la que publicó el tremendo disco en directo «Live at the Roundhouse», compuesto únicamente por material de la primera época de la banda. Eso sí, con nuevos y afortunadísimos arreglos. Un álbum maravilloso que debe estar en la discoteca de todo aquel que se precie de amar el sonido de Pink Floyd.
Precisamente, se anuncia su visita a España en julio del próximo año con conciertos en Madrid y Barcelona. Es lo más cerca que se puede estar de ver a Pink Floyd en estos momentos, sabido es que nunca más volverán a hacer nada juntos por la enemistad irreconciliable que existe entre Waters y Gilmour.

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