Música

Billie Holiday, la diva del jazz que creó la primera canción protesta

Un día como hoy nacía la apodada por Lester Young como Lady Day, una mujer prodigio del jazz y que con su talento luchó contra el racismo

Billie Holiday por aquellos que la conocieron
La cantante de Pensilvania, Billie Holidaylarazon

Se trata de música que, más que trasladarnos a las escenas lluviosas de Woody Allen, retrata el humo de los cigarros en los teatros y escenarios estadounidenses del siglo XX. En aquellos espacios, imaginamos, de tapiz rojo aterciopelado y luces tenues, se cultivaba un jazz seductor, vocal, áspero. Y eran mujeres quienes elevaban este arte a niveles magistrales: Bessie Smith, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan... Sus voces se entremezclaban con los instrumentos en directo, emociones que casaban a la perfección con unas canciones a veces celebrativas, otras más ásperas. En este contexto nació una de las primeras canciones protesta de la historia, y que creó e interpretó la prodigiosa y pionera voz de Billie Holiday (1915-1959). Fue Lester Young quien la apodó como Lady Day, y ambos, cada uno a su manera, batallaron contra el duro racismo que existía en la época. Él, más que enfrentarlo, lo sufrió: tuvo que ir al ejército y en la base militar vivió el racismo más exacerbado, sufriendo palizas y maltratos. Holiday, que además de compañera de arte era su gran amiga y confidente, no pudo quedarse de brazos cruzados. Y de tal rabia, impotencia, sed de justicia, nació "Strange fruit".

Con tan 10 años de edad, Billie Holiday fue violada, pero los tribunales la consideraron prostituta y desestimaron el caso.
Con tan 10 años de edad, Billie Holiday fue violada, pero los tribunales la consideraron prostituta y desestimaron el caso.ArchivoArchivo

"Árboles sureños cargan extraños frutos, / sangre en las hojas y sangre en la raíz, / cuerpos negros se balancean a la brisa sureña", arranca la letra de la canción. La letra pertenece a un poema de un autor judío y blanco, Abel Meeropol, quien militaba en el Partido Comunista y trabajaba de profesor: se inspiró para esos versos en una fotografía de los cuerpos de Thomas Shipp y Abram Smith, ambos negros, colgados de un árbol tras un linchamiento que se produjo en Indiana en 1930. En cuanto a la melodía de la canción, atraviesa como puñales en la piel. Es lúgubre, triste, enseguida lleva al oyente a la más absoluta oscuridad. No es para menos teniendo en cuenta que con esos "extraños frutos" Holiday se refería a los negros que el Ku Kux Klan mataba y colgaba de los árboles. En aquella época, el racismo en los Estados Unidos estaba a la orden del día. La Corte Suprema aprobó la separación racial bajo la máxima de "Separados, pero iguales", aunque en la práctica hubiese de todo menos igualdad. Así lo sufrió, por ejemplo, el propio padre de Lady Day, quien murió en 1937 porque los hospitales se negaron a tratar a un afroamericano: "No le mató la neumonía, le mató Dallas", rechazó Holiday.

 

Interpretación visceral

Así, la defensa de los derechos civiles y la lucha por la igualdad dio la vuelta al mundo con "Strange fruit", convirtiéndose Holliday en el rostro de dicha reivindicación. Ya no solo atraía al público por su magistral seducción, por su hipnotizante interpretación, por su inigualable voz, sino porque era la mujer negra que supo poner el foco en los sufrimientos que vivían miles de personas por el racismo. No fue quizá la primera canción protesta de toda la historia, pero sí la que mayor huella dejó en el mundo del espectáculo. Su crudeza hacía que fuese incómodo incluso su mera interpretación: "Cantarla me afecta tanto que me pone mala. Me deja sin fuerzas", confesó la artista. De hecho, la primera vez que la cantó fue en el Café Society neoyorquino, ella tan solo tenía 23 años, y nada más terminó de actuar tuvo que ir al aseo a vomitar, sobrecogida ante lo visceral de la interpretación.

Holiday, que nació un día como hoy de 1915, no tuvo una vida fácil. Nació en pobreza, creció entre el maltrato, vivió entre discriminaciones, y cayó en adicciones. Nada que aminore su condición de una de las voces más bellas y completas de la historia del jazz, así como una de las mujeres cantantes más adelantadas de su época. La música le evadía, le salvaba, sanaba su alma, y la de todos aquellos que la escuchaban.