Crítica

El móvil que interrumpió a «El Mesías»

La Razón
La RazónLa Razón

«El Mesías», de Haendel. E.de Negri, C.Vistoli, S.Boden, K.Wolff. Les Arts Florissants. William Christie, director. Auditorio Nacional. Madrid 21-XII- 2016. /Obras de Avison, Scarlatti y Pergolesi. S.Frigato, S.Mingardo. Accademia Bizantina. Ottavio Dantone, director. Auditorio Nacional. Madrid, 18-XII- 2016.

El Centro Nacional de Difusión Musical recuperó para una sola ocasión un concierto de la Semana de Música de Cuenca que dejó una gratísima impresión. Lo mismo ha vuelto a suceder en esta ocasión en la que han variado los solistas. Al margen de la sólida actuación de la Accademia Bizantina, el plato fuerte de la velada fue un «Stabat Mater» de Pergolesi en el que se mezclaron la juventud de la soprano Silvia Frigato, discípula de Dantone, y la veterana Sara Mingardo. Ninguna son voces para pasar a la historia, pero combinó muy bien la frescura y arrojo de la primera con el medido comedimiento de la segunda. No eran Freni y Berganza, pero Dantone supo crear con ellas el clima que demanda la obra. Ibermúsica presentó por vez primera en su ciclo a William Christie con Les Arts Florissants y logró uno de los llenos más impresionantes en el Auditorio Nacional. «El Mesias» de Haendel atrae mucho público y no puede evitarse algún que otro maleducado o despistado. Sonó un móvil sin que su propietario hiciese intención de apagarlo en medio del aria más impresionante de la partitura, el «He Was Despised», y Christie se volvió colérico hacia el espectador para reprocharle el «haber estropeado el momento más maravilloso». Afortunadamente lo repitieron. El concepto venía a recuperar lo que debió ser su estreno en 1742, con una plantilla que entre coro y orquesta no superó los cincuenta músicos, aunque fueron numerosos los cortes. No hacen falta más a pesar de las enormes masas con las que a veces se interpreta. Afirmaba Karajan que tanto valor tenía hacer que una inmensa orquesta sonase como una de cámara como que una de cámara sonase como una gran orquesta. El trabajo de Christie es de primer orden, vital, concentrado, atento a las dinámicas y, sobre todo, a cuidar el clima. Hizo bien en emplear cuarenta minutos de tijeras, porque los solistas no daban para las dos horas y cuarto. A Christie le gusta trabajar con jóvenes y alguno han hecho carrera después, pero en esta ocasión los cuatro cantantes no pasaron de la corrección. No es lo mismo escuchar el aria citada con una contralto como Kathleen Ferrier que con un discreto contratenor, por mucha voluntad que éste ponga y bien que lo hizo. Ante el exitazo, como no podía ser menos, se repitió el «Aleluya».